jueves, 28 de abril de 2016

 EL CLAMOR DE ÁFRICA
    
     “Hace tiempo, demasiado tiempo que no logro conciliar el sueño, ni tener un descanso reparador. Las razones que dañan mi memoria llevan el traje del horror y la violencia. Cómo me gustaría encontrar la paz, pero resulta que la guerra me flagela desde hace mucho tiempo por todos los costados. Ya estoy harta. Alzo mi voz, no puedo no elevarla al cielo. Espero que  escuchen mi clamor.

     No quiero que me pacifiquen los que utilizan la fuerza para pacificar. No quiero que en mi suelo las balas silben, la metralla rasgue el aire, las bombas hagan el ruido de dos mil truenos. No quiero que mis hijos, mis hijas, mis mujeres, mis campesinos, paguen con sus vidas el precio de la pacificación. No quiero que los llamen daños colaterales, los responsables de esta trágica injusticia, que deja impunes a los responsables últimos.

     Cuando los pacificadores ponen en marcha su maquinaria de pacificar, temblamos todos. Las casas se convierten en escombros, los mercados en cementerios, los hospitales en ruinas, las escuelas en nido de ratas. La pacificación llena de humo el cielo, arruina nuestras cosechas, convierte en carroña nuestros ganados.  Nuestros ojos miran aterrados a los soldados armados hasta los dientes dispuestos a pacificar, sean de la facción que sean.

     Qué triste cuando la pacificación se alarga en el tiempo, qué amargas las noches pacificadoras que incendian el horizonte sin dejarnos ver las estrellas, que turban nuestro descanso con el ruido incesante del fuego cruzado.

     Bien dice el profeta de Nazaret: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo”. Es verdad, el mundo no da la paz, la impone, pacificando con armas de matar cada vez más asesinas. Nosotros queremos la paz que brote de la entrega, del servicio, de la justicia, del amor, del diálogo en torno a la hoguera que hace presente a nuestros antepasados y nos recuerda el legado de entendimiento que ellos nos dejaron. Esa es la paz que merecen todos los olvidados de mi suelo. Pero los numerosos conflictos bélicos siguen turbando mi sueño y mi descanso. Una paz que brote de la verdad. Eso necesita mi piel resquebrajada de mujer indómita. Entonces mi corazón valiente, como dice vuestro Jesús, ni temblará ni se turbará, ni sucumbirá al miedo paralizador.

    Termino estas palabras de desahogo, de denuncia, esta queja que recoge el clamor de todos mis hijos con las sabias palabras de Mario Benedetti que  me atrevo a poner en mis labios: “Vivimos en un mundo[i] tan particular, que quien pacifique a los pacificadores, un buen pacificador será”.

    Un abrazo sentido y cálido a todos. Vuestra siempre: África”

                       Desde Vélez de Benaudalla, paz y bien. Paco Bautista, sma.





[i] El poeta uruguayo dice país en lugar de mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario