martes, 26 de abril de 2016

Sancho, durante el juicio en la ínsula Barataria

Diferencia entre la mentira y el perjurio

El Talmud de Barataria: 

una página de los rabinos en el Quijote

"Una alegoría desgarradora de la situación del converso en España"


 El deudor, por lo tanto, queda como "buen cristiano" -un cristiano viejo- y el acreedor como hombre que le ha prestado dinero "por hacerle placer y buena obra"
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Sancho Panza, en la ínsula Barataria

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  • Sancho Panza, en la ínsula Barataria
Cameron Doody 

De cara al Día del Libro quería hacer unos breves comentarios sobre uno de los artículos más fascinantes sobre Cervantes y el Quijote que he tenido ocasión de leer -un trabajo de especial interés también para estudiantes y estudiosos del judaísmo, la Edad Media y la historia de España en general.

El artículo en cuestión es titulado "Don Quixote-Talmudist and Mucho Más" y apareció por primera vez en la Review of Rabbinic Judaism 4:1 (2001), 139-57. Pese a ser escrito por un argentino -el autor del trabajo, José Faur, es un rabino sefardí quien ocupa actualmente la cátedra de derecho en la Universidad de Netanya en Israel- el artículo parece haber tenido escasa repercusión aquí en España, una situación desafortunada que el presente trabajo pretende, humildemente, remediar.

Fuera el mismo Cervantes un converso o no, sugiere Faur, "el nombre "Quijote" . . . es lúcido y persuasivo como qeshot, "verdad" [en hebreo]". En cuanto al sentido de que el hombre venga "de la Mancha", el epíteto funciona mejor como "una alusión a un pasado no lo suficientemente puro como para cumplir con los edictos de "pureza de sangre"" que como una simple mirada a "una región anónima de Castilla." "Don Verdad, Hombre del Pasado Manchado" es entonces la perspectiva desde la cual Faur sitúa su trabajo: es, para él, un título de "precisión escalofriante" y "una alegoría desgarradora de la situación del converso en España."

Conjeturas sobre el título de la obra aparte, el propósito del trabajo de Faur es el de comparar un episodio en concreto en el Quijote -el de un caso juzgado por Sancho Panza como gobernador de Barataria (II, 45)- con una historia sorprendentemente similar del Talmud de Babilonia, tratado Nedarim 25a.

Veamos primero el texto talmúdico. Un hombre que había prestado dinero a otro se presenta ante Raba, el celebrado rabino y sabio del siglo IV, y exige que su deudor le devuelva el préstamo. El deudor asegura que ha pagado a su amigo la totalidad, y Raba le ordena que se lo jure al acreedor si verdaderamente es el caso. El deudor, no obstante, se va y coge un báculo en el que había ocultado las monedas antes de dirigirse al acreedor. Dando el báculo al amigo, así pues, y sosteniendo a su vez un rollo de la Torah, el deudor jura que ya ha dado al acreedor todo lo que le debía. Al escuchar el juramento el defraudado rompe el báculo con ira y -¡sorpresa!- las monedas se caen al suelo. La historia termina con la observación lacónica de que "se descubrió que [técnicamente] él [el deponente, que había hecho el juramento] había jurado la verdad."

Faur observa que los rabinos, en la discusión talmúdica acerca del episodio de "el báculo de Raba", intentan decidir sobre dos problemas que, casualmente o no, también están resueltos en el texto de Cervantes. El primero tiene que ver con la distinción entre la mentira y la decepción, por un lado, y el perjurio, por otro: ésta es la diferencia entre el deudor jurando que había "dado" el dinero al acreedor al darle el báculo -tal y como hace en la historia talmúdica, y evitando así que se perjure- y él jurando que se lo había "devuelto" de verdad. Los rabinos tratan de usar la historia para incluir la mentira y la decepción dentro del concepto de jurar en falso, pero Cervantes hace que el deudor solo jure que ". . . se los [los escudos de oro] había vuelto [en vez de pagado] de su mano a la suya [del acreedor]. . .". La segunda dificultad que constituye la base para la discusión rabínica gira en torno al movimiento del deudor de jurar sobre el rollo de la Torah: un gesto que la ley en verdad no requería y que solo sirve para poner de manifiesto la piedad y humildad aparentes del deudor (y, por supuesto, para hacer progresar el argumento). En el Quijote el rollo sobre el que el deudor jura ha sido reemplazado por la cruz del bastón de Sancho; de hecho, cuando el gobernador le pregunta si está satisfecho con el juramento del deudor, el acreedor en el texto cervantino reconoce, a su pesar, que su deudor ". . . debía de decir verdad, porque le tenía por hombre de bien y buen cristiano".

El deudor, por lo tanto, queda como "buen cristiano" -un cristiano viejo- y el acreedor como hombre que le ha prestado dinero "por hacerle placer y buena obra". Faur termina su artículo de modo igual del que lo empezó: leyendo este episodio en el Quijote como una alegoría del destino de los conversos en la España de Cervantes. Se me permitirá una última cita literal del autor:
Manipulando hábilmente los campos semánticos de su juramento y promesas, al cristiano viejo no se le podría acusar nunca de perjurio. Es verdad que al final de nuestra historia se hace justicia. Pero esto solo puede suceder en la mítica ínsula de Barataria donde reina el compañero de Don Quijote, no en la España de verdad.

Este, en efecto, es el episodio preservado en el Talmud de Barataria: una meditación acerca de la diferencia entre la mentira y el perjurio, el cristiano viejo y el converso, la piedad y la bondad -y entre qeshot, palabra bíblica para la "verdad real", y qushta, término para la "verdad convencional" que, como lo expresa Faur, puede resultar una mentira flagrante.


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