martes, 26 de abril de 2016

María es misericordia (2). Derriba del trono 

a los potentados, 

eleva a los oprimidos

Xabier Pikaza
He presentado ayer la oración "más católica" de María, que es la Salve, donde ella aparecía como Reina y Madre de Misericordia (vida, dulzura, esperanza...), en clave de intimidad.
Hoy y mañana presento el tema de la "oración más bíblica" de María, que es el Magnificat, un canto de juicio y salvación, donde ella, la Madre de Jesús, proclama la caída de los potentados, que han de ser derribados de sus tronos, para que puedan elevarse y se eleven los humillados.
Hoy como ayer tomo el tema del libro Las obras de misericordia, pero lo amplío con un estudio más extenso sobre el Magnificat (prescindiendo, evidentemente, del aparato bibliográfico, del análisis concreto de los textos y de las notas).
Esta postar presenta la primera parte del tema, que seguiré mañana. Es un tema largo, para estudio, más que para simple lectura.
Buen día a todos con María, como María, la mujer bíblica de la justicia y la misericordia.

1. VISIÓN GENERAL

1. Acordándose de su misericordia. Magnificat.
María, madre de Jesús, aparece en este canto como heredera de la piedad del Antiguo Testamento, en una línea iniciada por Ana (cf. cap. 1, 2). Zacarías cantaba aún como un israelita; María, en cambio, entona su himno ya con Jesús, a quien lleva en su entraña. Así lo ha sentido la Iglesia, situando su oración en la liturgia de la tarde (vísperas). Tras la anunciación (Lc 1, 26-38), con Jesús ya concebido, María visita a su prima, mujer de Zacarías, que le bendice, llamándola madre de mi Señor (gebîra) y bienaventurada porque ha creído (cf. Lc 1, 39-45), a lo que ella responde:
a. Engrandece mi alma al Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha mirado la pequeñez de su sierva,
por eso me llamarán bienaventurada todas las generaciones;
porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso; Santo es su Nombre,
y su misericordia de generación en generación sobre aquellos que le temen.

b. Desplegó el Poder de su brazo, dispersó a los soberbios por el pensamiento de sus corazones.
Derriba a los potentados de sus tronos y eleva a los oprimidos;
a los hambrientos los llena de bienes y a los ricos los despide vacíos.

c. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como lo había prometido a nuestros padres, Abrahán y su descendencia por los siglos (Lc 1, 46-55).
La primera estrofa (1, 46-50),
de tipo laudatorio, expone la respuesta de María por aquello que Dios ha realizado en ella, y en esa línea ofrece la definición más completa de Dios, a quien presenta como Señor y Salvador, Poderoso y Santo. Sobre esos cuatro nombres, que exponen los atributos genéricos de Dios, María destaca su misericordia (eleos), de generación en generación sobre aquellos que le temen (1, 50). Dios es, según eso, el manantial perpetuo de eleos, aquel que mantiene su fidelidad (misericordia) sobre los creyentes, que le acogen (ante todo los pobres). Éste es su Nombre más profundo, su verdad originaria: Pasan las generaciones, la misericordia permanece, como fidelidad constante de Dios.

La segunda estrofa (1, 51-53)
proclama la acción de Dios en el pasado y presente de los hombres, desbordando el nivel israelita y universalizando así la experiencia de Ana (1 Sam 2, 2-10; cf. cap. 1,2). De esa forma resuena y se manifiesta por María la misericordia universal de Dios, una justicia que no es justificación del orden existente, sino revelación del nuevo: Derriba del trono a los potentados y eleva a los oprimidos; a los hambrientos enriquece, a los ricos despide vacíos… Ésta es la justicia que brota de la misericordia, revelada y cumplida de un modo universal por Cristo, una justicia que no puede instaurarse por ninguna ley parcial, sino como expansión de la experiencia de Dios en María, para abrirse y cumplirse de un modo social, cuando todos acogen a Cristo.

Dios se revela así poderoso (dynatos: 1, 49), por su misericordia (eleos: 1, 50), desplegando el poder de su brazo extendido a todos los hombres y mujeres, desde los hambrientos y oprimidos (1, 51-53). Así lo ha descubierto María, elevada y acogida por Dios, como sierva, doulê, que recibe en su camino a todos los pequeños y oprimidos. Dios le ha mirado con misericordia, y por eso ella puede cantarle como Misericordia que se abre y despliega de un modo universal, desde el lugar de mayor contradicción de la historia, allí donde la vida parecía dominada por la injusticia de los prepotentes, no para dejar las cosas como están, sino para cambiarlas, de un modo redentor en Cristo.

La tercera estrofa (1,54-55) 
vuelve del clímax o fortissimo anterior (1, 51-53), con su programa de culminación universal, al anti-clímax aún más fuerte de su fidelidad: “Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia” (1, 54). En ese sentido, lo más novedoso es lo más originario, pues lo que Dios dice y realiza en María se hallaba preparado y prometido desde el principio de la llamada israelita.

Para seguir leyendo:
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2016/04/26/maria-es-misericordia-2-derriba-del-tron

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