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El grito (1893), de Edvard Munch
gritar
Quiritas
era el nombre que los romanos daban a los sabinos, un pueblo itálico que
vivía en la colina del Quirinal, situada al este del Tíber, cuya religión
ejerció gran influencia sobre las costumbres de Roma. El gentilicio de este
pueblo y el nombre de la colina representaban un homenaje a su dios de la
guerra, Quirino.
Cuenta una leyenda que los hombres de Rómulo raptaron a las mujeres sabinas,
lo que provocó una guerra que duró largos meses, hasta que las víctimas
aparecieron sobre el campo de batalla con sus niños recién nacidos, hijos de
los soldados romanos, lo cual dio lugar a la reconciliación entre ambos
pueblos. A partir del siglo III a. de C., los sabinos pasaron a formar parte
de la sociedad romana como ciudadanos influyentes.
Tan poderosos eran que, en el siglo I a. de C., el historiador romano Marco
Terencio Varrón aseguraba que después de la integración de los sabinos a la
sociedad romana había surgido en la ciudad la expresión pedir «ayuda a los
quiritas», que con el tiempo quedó resumida en el verbo quiritare.
Quiritare fue adquiriendo el significado de «gritar por socorro» y, en
el latín vulgar de la Edad Media, se convirtió en critare, que llegó al
español como gritar.
Este vocablo latino de tan singular historia ha permanecido en otras lenguas
romances, como en el francés crier y en el italiano gridare y,
además, a partir del francés, llegó al inglés como to cry, con el mismo
significado.
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sábado, 31 de mayo de 2014
Palabra del día
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