jueves, 15 de mayo de 2014




He tenido ocasión de charlar con el Obispo de una diócesis del interior del Uruguay. Me ha contado que en su demarcación trabajan 21 sacerdotes, pero solo dos de ellos están incardinados a la diócesis. Los otros son religiosos extranjeros. Uno de estos religiosos, al que yo le preguntaba por el número de capillas a las que atendía, me ha dejado claro que lo importante no son las capillas, sino las comunidades. La mayoría de los religiosos que trabajan en esta diócesis son bien conscientes de que su principal tarea no es atender al culto, sino evangelizar. Uruguay es el país más secularizado de Latinoamérica. La gente no acude a las Iglesias. Por este motivo hay que salir a buscarla. Ahí se comprende eso que dice el Papa Francisco de salir a las calles para armar lío.

En realidad esos religiosos son intrusos a los que nadie ha llamado. La gente no les espera ni es consciente de necesitarlos. Pero hay dos maneras de ser un intruso. Una, estando de paso, dando la lata y poniéndose pesado, como hacen algunas sectas. Otra manera es hacerse presente, dándose a conocer, pero sin imponer nada, respetando la libertad de la gente. La labor evangelizadora es muy lenta. Las comunidades que se forman son pequeñas. Pero muy comprometidas con su fe. Y con gran sentido crítico, precisamente favorecido por la laicidad del estado.

En la nación vecina del Paraguay, el sacerdote es calificado de “pa’í”. En guaraní “pa´í” quiere decir “dios pequeño”. Por eso, lo que dice el cura va a misa, nunca mejor dicho. En Uruguay, el cura en realidad es “el vecino” (así me ha dicho que le trataban un misionero dominico), y por eso lo que él dice es valorado críticamente. Nunca ha sido fácil anunciar el Evangelio. Hoy estamos llamados a hacerlo en todo tipo de ambientes. Pero es claro que en un mundo secularizado la misión tiene dificultades propias que hay que saber afrontar.

He conocido a tres religiosos laicos de una Congregación francesa, los Hermanos de La Mennais, que dirigen un Colegio de apoyo a chicas y chicos con problemas de todo tipo. Digo bien de apoyo: el Colegio no sustituye la enseñanza que esos jóvenes reciben en el Centro público al que acuden, sino que la apoya de forma desinteresada y gratuita. En una de las principales aulas de este Centro, que hace escuela de otra manera, hay una viñeta del famoso personaje del comic argentino Mafalda, que le dice a su hermano: “Sonamos (=no fastidies) Guille. Resulta que si uno no se apura en cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno”.

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