sábado, 30 de abril de 2016
Francisco:
que los confesores no obstaculicen a los que quieren reconciliarse con Dios
Audiencia jubilar en la Plaza San Pedro. La confesión «no es una sala de torturas ni un interrogatorio». El saludo a los que participan en el Jubileo de las Fuerzas Armadas y de Policía
AFP
Francisco: que los confesores no obstaculicen a los que quieren reconciliarse con Dios
30/04/2016
IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO
«¡Que nadie permanezca alejado de Dios a causa de obstáculos puestos por los hombres!». Fue lo que dijo Papa Francisco esta mañana durante la Audiencia jubilar en la Plaza San Pedro. Reflexionando sobre el concepto de «reconciliación», el Papa prosiguió su ciclo de catequesis sobre la misericordia, dirigiéndose en particular a los confesores: «por favor, no pongan obstáculos a las personas que quieren reconciliarse con Dios». La confesión «no es una sala de torturas ni un interrogatorio». Francisco saludó al final de la audiencia a los que participan en el Jubileo de las Fuerzas Armadas y de Policía.
«¡Dejémonos reconciliar con Dios!», dijo el Papa a los 60 mil fieles y peregrinos que asistieron a la audiencia extraordinaria de este sábado. «Este Jubileo de la Misericordia es un tiempo de reconciliación para todos. Tantas personas quisieran reconciliarse con Dios pero no saben cómo hacerlo, o no se sienten dignos, o no quieren admitirlo ni siquiera a sí mismos. La comunidad cristiana puede y debe favorecer el regreso sincero a Dios de cuantos sienten su nostalgia. Sobre todo cuantos realizan el ‘ministerio de la reconciliación’ están llamados a ser instrumentos dóciles del Espíritu Santo para que ahí donde ha abundado el pecado pueda sobre abundar la misericordia de Dios. ¡Que nadie permanezca alejado de Dios a causa de obstáculos puestos por los hombres! Y esto es válido, esto vale también —y lo digo enfatizándolo— a los confesores, es válido para ellos: por favor, no pongan obstáculos a las personas que quieren reconciliarse con Dios. ¡El confesor debe ser un padre! ¡Está en lugar de Dios Padre! El confesor debe acoger a las personas que van a él para reconciliarse con Dios y ayudarlos en el camino de esta reconciliación que está haciendo. Es un ministerio tan bello: no es una sala de torturas ni un interrogatorio, no, es el Padre quien recibe, Dios Padre, Jesús, que recibe y acoge a esta persona y perdona. ¡Dejémonos reconciliar con Dios! ¡Todos nosotros!».
El Papa subrayó que «muchas veces pensamos que nuestros pecados alejan al Señor de nosotros: en realidad, pecando, nosotros nos alejamos de Él, pero Él, viéndonos en el peligro, con mayor razón nos viene a buscar. Dios no se conforma jamás con la posibilidad que una persona permanezca extraña a su amor, pero a cambio de encontrar en ella algún signo de arrepentimiento por el mal realizado».
El Año Santo, prosiguió Francisco, debe ser tiempo «favorable para redescubrir la necesidad de la ternura y de la cercanía del Padre y para regresar a Él con todo el corazón. Tener la experiencia de la reconciliación con Dios permite descubrir la necesidad de otras formas de reconciliación: en las familias, en las relaciones interpersonales, en las comunidades eclesiales, como también en las relaciones sociales e internacionales. Alguno me decía, los días pasados, que en el mundo existen más enemigos que amigos, y creo que tiene razón. Pero no, hagamos puentes de reconciliación también entre nosotros, comenzando por la misma familia. Cuantos hermanos han discutido y se han alejado solamente por la herencia. Pero mira, ¡esto no es así! ¡Este Año es el año de la reconciliación, con Dios y entre nosotros! La reconciliación de hecho es también un servicio a la paz, al reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas, a la solidaridad y a la acogida de todos. Aceptemos, por lo tanto, la invitación a dejarnos reconciliar con Dios, para convertirnos en nuevas criaturas y poder irradiar su misericordia en medio a los hermanos, en medio a la gente».
Al final de la audiencia, el Papa saludó en particular a los que participan en el Jubileo de las Fuerzas Armadas y de Policía, entre quienes estaban el Ministro del Interior de Italia, Angelino Alfano, y la Ministra de Defensa Roberta Pinotti: «Las fuerzas del orden, les dijo, tienen la misión de garantizar una ambiente seguro para que todo ciudadano pueda vivir en paz y serenidad». «¡Sean instrumento de reconciliación, constructores de puentes y sembradores de paz!», continuó en los diversos ámbitos en donde obran. «Ustedes están llamados no sólo a prevenir, gestionar o poner fin a conflictos, sino también a contribuir en la construcción de un orden fundado en la verdad, la justicia, el amor y la libertad», prosiguió Francisco citando la Encíclica «Pacem in terris» de Juan XXIII. Constatando que la paz «no es empresa fácil», el Obispo de Roma los exhortó a no desalentarse, y a continuar su camino de fe y abrir los «corazones a Dios Padre misericordioso que no se cansa nunca de perdonarnos».
El Papa también saludó, agradeciéndole por su servicio desempeñado, al periodista Angelo Scelzo, que se jubilará por motivos de edad y dejará su puesto como vicedirector de la Sala de prensa de la Santa Sede. «El Papa —indicó el vocero vaticano, el padre Federico Lombardi— envió a Scelzo una carta con la que le expresa su aprecio y su agradecimiento».
viernes, 29 de abril de 2016
“Me gustaría sentarme en una fiesta con Angela Merkel o Hillary Clinton”
La escritora nicaragüense Gioconda Belli contesta al carrusel de preguntas de este diario
De niña, quiso ser arqueóloga, pero terminó siendo escritora. La nicaragüense Gioconda Belli (Managua) es una de las voces literarias más reconocidas de Nicaragua. En su historial, tiene una larga lista de títulos, donde las protagonistas son las mujeres: El pergamino de la seducción, Sofía de los Presagios, El país de las mujeres, Waslala, La mujer habitada, entre otras. Su obra, además de darle la vuelta al mundo, ha sido traducida a más de 14 idiomas y ha recibido numerosos reconocimientos.
¿Qué personaje literario se asemeja a usted?
Me habría gustado ser La Maga de Cortázar. Me obsesionó ese personaje y tenía el sueño de ir a caminar con Cortázar por París. El sueño se me concedió. Se lo dije y él me llevó a dar un paseo.
¿Con quién le gustaría sentarse en una fiesta?
Con Angela Merkel o Hillary Clinton. Son dos mujeres complejas, políticas natas. Me interesaría conversar sobre su relación con el poder.
¿Cuál es su lugar favorito en el mundo?
Mi casa en Nicaragua. Vivo en la parte alta de un cráter apagado y de mi casa veo el Lago de Managua a lo lejos y la silueta de una cadena de volcanes. Es un paisaje mágico. Solo verlo me hace amar mi país y este planeta.
¿Qué libro le hubiese gustado haber escrito?
La señora Dalloway de Virginia Woolf, o cualquiera de sus libros.
Si no fuera escritora…
Me habría gustado ser cantante de blues o de rock, tener una voz magnífica y conocer la sensación de cantar en un estadio lleno; también me habría gustado ser la arqueóloga con que soñaba en mi infancia, o directora de orquesta, pero me encanta lo que hago.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Lloro en las películas y lloré viendo El Libro de la Selva hace unos días. Muy tierna esa película.
¿Cuándo fue más feliz?
El 20 de Julio de 1979, cuando tuve plena conciencia de que la Revolución había triunfado en Nicaragua y que el dictador Somoza había huido del país. El 19 de julio todavía me costaba creerlo. Recuerdo que me paré en un mirador que había cerca del búnker de Somoza, miré el paisaje y sentí que mi país había vuelto a ser mío.
Olor preferido
El olor a tierra mojada. Cuando caen las primeras lluvias en el trópico hay una explosión de olores y sensaciones que hacen que uno los perciba no solo con el olfato sino con todos los poros del cuerpo.
Una película favorita
Fanny y Alexander de Bergman. La veo cada año. Es una saga familiar en la que cada personaje es protagonista. La ambientación de la cena de Navidad es magistral. Los colores, los actores son geniales. Reúne desde la comedia hasta la tragedia.
¿Qué la deja sin dormir?
Algún problema de mis hijos. También me cuesta dormir el día antes de viajar. Le tengo mucho respeto a los aviones; me asombra que vuelen.
¿Con quién le gustaría quedar atrapada en un ascensor?
Brad Pitt o Barack Obama. El uno porque no solo es bellísimo, sino buen actor y tengo debilidad por él. Obama, además de fascinante, garantizaría que nos sacaran de allí muy rápido. Soy un poco claustrofóbica.
¿Qué está deseando comprarse?
Cigarrillos. Pero debo dejar de fumar. Esto de los placeres prohibidos me provoca rebeldía.
En su nevera siempre hay…
Leche para el café, vino blanco.
¿Qué le asusta?
Los terremotos. He vivido dos, el de 1972 en Managua y el de 1994 en Los Ángeles. Sentir que falla el suelo, nuestro punto de apoyo en el mundo es la sensación más terrorífica y desconcertante. La muerte me asusta también. No entiendo por qué nos tenemos que morir.
¿Un sueño recurrente?
Una casa misteriosa al lado de una playa escondida con un mar fosforescente
¿Qué cambiaría de usted misma?
Ya me acostumbré a mí misma. Me gustaría un trasero más pequeño.
Si pudiera tener un superpoder, ¿cuál sería?
Volar, o la capa de invisibilidad de Harry Potter.
¿Dónde no querría vivir?
En ningún país donde a las mujeres se les obliga a la burka o al velo. Me parece brutal la idea de que las mujeres deben taparse para proteger a los hombres de su libido. Detesto esas restricciones, las encuentro humillantes.
En una fiesta de disfraces ¿de qué se disfrazaría?
De bruja. Tengo una colección de brujas colgando en mi estudio. Las brujas son personajes malentendidos y para mí son bellas.
¿Qué le diría al presidente Daniel Ortega?
Aprenda del cine: todas las segundas partes son malas.
La espiritualidad de Anselm Grün ilumina Buenos Aires
El teólogo alemán que recomienda Francisco se presenta en la Feria del Libro
¿Es Argentina la tierra de la espiritualidad? ¿O será lo que la realidad impone? La consolidación de un Papa argentino y la victoria política de Cambiemos, un partido con gurúes y 'buena onda', pueden provocar efectos en ese sentido. O bien, ¿será que los argentinos buscan algo más que religión? Lo concreto es que toda película, libro o evento que haya sobre el tema consigue, en poco tiempo, miles de adeptos.
En este caso, la gracia popular iluminó al monje benedictino alemán Anselm Grün, quien presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires su último libro “Lo que creemos, espiritualidad para nuestro tiempo”. Lo acompañó el religioso austríaco David Steindl-Rast, promotor del diálogo budista cristiano. Grün es teólogo, ha escrito unos 450 libros traducidos a 30 idiomas y el propio papa Francisco recomienda sus libros.
Más de 650 personas colmaron el auditorio José Hernández de la Feria para oír a este gurú que no se encierra en la religiosidad sino que incorpora aspectos que pertenecen a la psicología. Nació en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Dice que escribe 3 veces a la semana, entre las 6 y 8 de la mañana. Una de las tiendas que ofrece sus títulos en la Feria dijo que había vendido "unos 50 libros por día pero, si contamos solamente el día de hoy, se han vendido 200”. El valor de los textos oscila los 7 dólares.
“Del hombre contemporáneo me preocupa que con tanto activismo no tiene tiempo de detenerse y eso es necesario para mirar hacia adentro y en esa acción encontrar un sostén; porque el que no se detiene vive determinado por elementos exteriores”, enfatizó Grün mientras muchos móviles todavía sonaban en el recinto.
“El ego necesita mostrarse a sí mismo que en realidad puedo vivir sin los demás y, en realidad, lo que hace es una representación”, afirmó. “Si voy dentro mismo de mi propio ser, me daré cuenta que sólo soy yo con el otro. La psicología dice que la enfermedad de nuestro tiempo es la falta de relacionamiento. Existen dificultades para relacionarse porque muchos tienen miedo de perderse en esa relación”, agregó.
Valeria tiene 22 años y dice no entender “nada de espiritualidad”, pero se acercó a la Feria para acompañar a su madre, fiel seguidora del monje alemán. “A pesar de que no soy lectora de sus libros ni lo sigo personalmente creo que esta bueno la relación con la psicología; lo tomo como una apertura de la religión y eso lo hace menos fanático”, enfatizó la joven. “Ahora mi mamá me regaló uno de sus libros y lo voy a tener que leer”, aceptó entre risas.
Josefina e Inés son madre e hija y ya conocían a Grün. “Es dueño de una gran espiritualidad que hace que uno descubra cosas de sí mismo, cosas que te elevan y te enriquecen. Nos vamos muy satisfechas y en paz”, coincidieron las mujeres. Ya esas alturas los teléfonos móviles habían dejado de sonar.
Las columnas en blanco
Las diatribas contra los medios de comunicación olvidan que no existe una sociedad libre sin prensa libre. Hoy, las nuevas tecnologías dificultan el control de la información, pero a través de estas redes también se puede confundir y amaestrar
Durante estos largos y tortuosos meses en que la política en vez de ser la solución a los problemas ella misma se ha convertido en el peor de ellos, vengo escuchando, por parte de algún partido, insultos y diatribas contra los medios de comunicación, tanto escritos como audiovisuales. Se les acusa de manipular a la opinión pública y de estar en manos de empresas que, únicamente, defienden sus intereses. Quienes esto dicen desconocen la dura, difícil y trágica historia de nuestra libertad de imprenta y opinión.
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Unamuno, en el año 1932, en un artículo titulado “¡Hay que enterarse!” no solo defendía a la prensa sino también le atribuía el haber contribuido a llevar a cabo lo que él denominaba como “conciencia popular nacional”. La prensa, para Unamuno, había sido la verdadera educadora del país ante la falta de una adecuada instrucción pública. Quienes desconocen los sacrificios que los españoles hicimos a lo largo de los más de cinco siglos de existencia de nuestro país, ignoran que, desde la Pragmática de los Reyes Católicos (1502) hasta nuestra actual Constitución (1978), nunca existió una verdadera libertad de prensa y opinión. En la Pragmática, los monarcas amenazaban violentamente al incipiente gremio de editores. No deberían osar imprimir texto alguno sin haber pasado antes por la censura civil y eclesiástica. Años después, otra Pragmática de Felipe II entregaba los libros y las hojas periódicas impresas a la censura previa y a la Inquisición.
A mediados del siglo XVII, en los Avisos, Barrionuevo, sufrido editor, acuñó la expresión, hoy también de tanta actualidad, “pobre España desdichada”. De ahí se fue a los juzgados de imprenta del ilustrado Carlos III y a la Constitución de Cádiz, virginal siempre en su impotente intento de puesta en práctica. En el artículo 371, perteneciente al título IX subtitulado De la instrucción pública, se dice textualmente: “Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes”. Los límites de la libertad de expresión están precisamente en las leyes. No es ilimitada, pues nada lo es. Ilustrar, educar, difundir la cultura, esparcir el espíritu y formar la opinión personal y pública, todo ello es esencial en un estado libre y democrático. La opinión personal es el juicio o sentimiento que la mente individual formula acerca de las cosas o las personas. La opinión pública, para Pulitzer, regulaba la conducta de una comunidad y, por ello, era una ley no escrita: el sentimiento dominante que representa un acuerdo o un código moral y de educación común. Muchos siglos atrás, Sinesio de Cirene (IV d.C.) la había definido así: “Esa multiforme fiera”.
Atajar o restringir la libertad de opinión es un golpe de estado contra la democracia
Lista, Quintana o Blanco White, entre tantos otros liberales más o menos progresistas, pagaron con la persecución y el exilio semejantes atrevimientos democráticos. ¡Qué decir de Fernando VII! La censura en España, a lo largo del siglo XIX, llegó a ser inusitadamente dura y violenta.
En aquellas fechas, a mediados del siglo XIX, muchas cabeceras españolas, como protesta a su permanente y sanguinaria persecución, dejaban vacías las columnas levantadas por las intransigentes autoridades. Larra llegó a escribir, con su habitual ironía, “este país ni siquiera está lo suficientemente preparado para leer columnas en blanco”. Ni el trienio liberal acosado, ni la buena fe del Estatuto Real, ni la Constitución más laxa del año 1876, ni las dos Repúblicas (en la Segunda se llegó a aprobar una ley en Defensa de la República para controlar a la prensa extremista encarnizada contra la propia institución) dieron pasos seguros para avanzar en este derecho. ¡Y qué decir del franquismo! Umbral, que escribió unos artículos magistrales sobre la voladura del diario Madrid, afirmaba que los españoles éramos una raza pirómana y ofrecía la idea de que en el solar donde había estado el periódico se levantase un monumento dedicado a Gutenberg. “¿Qué periódico vamos a volar el año que viene?” se preguntaba el articulista y, con la ironía heredada de Fígaro, proponía que se volase el Colegio de Abogados y los de todas las otras profesiones.
Atacar o pretender restringir esta libertad esencial del sistema parlamentario es un golpe de estado a la democracia. No existe una sociedad libre sin prensa libre. En los sistemas absolutistas y totalitarios lo tenían muy claro. Napoleón avanzando por toda Europa con sus ejércitos, comentaba que, para ocupar un país, lo primero era la artillería y, lo segundo, la prensa. Su cabecera única se llamaba Monitor. Nada más llegar al poder, el nazismo, el fascismo o los soviets, lo primero que hicieron fue cerrar, destruir y controlar férreamente los medios de comunicación. Los estatalizaron y burocratizaron, además de convertirlos en un triste e inclemente eco publicitario de sus perniciosas doctrinas.
Lo primero que hicieron los nazis o los soviets al llegal al poder fue cerrar o controlar los medios
¿Acaso es esto lo que pretenden hacer algunos partidos políticos populistas en el caso de llegar al poder? Yo lo viví de niño y adolescente con la prensa del Movimiento. Sí, los periodistas (una maravillosa profesión en vías de extinción si no estamos alerta) volverían a ser funcionarios nombrados a dedo según su acreditada afección bien al régimen, bien a un sistema político que ya no tendría nada que ver con la democracia, sino con una dictadura más o menos maquillada. Los periodistas mejorarían de estatus pero perderían su bien más preciado: su independencia. Hoy la información, a través de las nuevas tecnologías, es supuestamente más “difícil” de manipular, pero también mediante estas redes se puede ayudar, y mucho, a confundir y amaestrar.
La libertad de prensa, el periodismo libre incluso con sus numerosos defectos y abusos, solo los trajeron a nuestro país la democracia. La libertad de opinión tiene la juvenil edad de casi cuarenta años. Siempre les digo a la gente más joven que yo no nací libre, pues existía una dictadura. Ellos, venidos al mundo en plena democracia, sí nacieron manumitidos. Pero esa libertad no es un bien perdurable si no la saben defender día a día, no es un bien incorporado de forma natural a su propio ADN. Muchas personas lucharon e incluso murieron por conquistarlo.
Cuando escucho a estos violentos y rencorosos populistas, llenos de un odio que creía ya desterrado de nuestro país (yo jamás lo tuve a pesar de pertenecer a una familia republicana, parte de la cual murió en el exilio en París), se me vienen a los oídos aquellas palabras que un conspicuo ensayista español, ultraconservador, Menéndez Pelayo, escribió en su Historia de los heterodoxos españoles: “Periodistas, mala y diabólica ralea, nacida para extender por el mundo la ligereza, la vanidad y el falso saber, para agitar estérilmente y consumir y entontecer a los pueblos”. ¿Palabras de derechas o de izquierdas? La libertad de opinión, la libertad de prensa (hoy de comunicación), debe ser tenida muy en cuenta por aquellos ciudadanos que quieran seguir siendo libres. En España el pensamiento fue siempre un bien escaso pero confío, como confiaba Voltaire, que dentro de muy poco se ponga de moda el pensar.
César Antonio Molina, exministro de Cultura, es director de Casa del Lector.
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