martes, 26 de agosto de 2014




Esperanza aquí y ahora



Los humanos somos seres naturalmente esperanzados. Siempre esperamos algo, aunque sea continuar viviendo. Pero no solo esperamos seguir viviendo, esperamos vivir mejor. Ahora bien, no hay que confundir la esperanza con la ilusión o con el deseo. La diferencia entre deseo y esperanza está en que el deseo no considera las posibilidades que tiene de realizar el deseo: yo deseo –espero- que me toque la lotería, pero en realidad las posibilidades de que me toque son nulas. La esperanza, al contrario del deseo, es realista y está fundamentada en una seria posibilidad: yo espero sacar unas oposiciones difíciles, porque he decidido dedicar durante un año cinco horas diarias a estudiar. La esperanza no es pasiva, no es un simple aguardar. La esperanza es activa, supone poner en obra una serie de posibilidades.

De ahí que según cuáles sean mis posibilidades, la esperanza estará más o menos fundamentada. Eso quiere decir que la esperanza humana está condicionada por la situación vital de cada uno. Observación que hoy se impone con fuerza a la vista de los rasgos sombríos que caracterizan el momento actual. Para muchos seres humanos, el futuro es una palabra sin sentido, debido al desencanto con el que viven el presente. Un presente de miseria, de hambre, sin horizontes ni perspectivas. Los parados de larga duración, ¿qué pueden esperar? Más paro. Los enfermos desahuciados, ¿qué pueden esperar? La muerte. Aquellos que se han quedado sin nada porque las bombas les ha destrozado su casa y todos sus bienes, ¿qué pueden esperar? Miseria.

Todo esto significa que para devolver la esperanza a todas esas personas es necesario ofrecerles algo más que palabras vacías. Hay que darles posibilidades, hay que darles algún presente, en el doble sentido que tiene la palabra presente: por una parte, tienen que ver ya en el aquí y ahora una posibilidad real de salir de su situación desastrosa; y por otra, necesitan un “presente”, un don, un regalo, una ayuda que les sirva de apoyo para construir un futuro más halagüeño. Cuando el presente no augura ningún buen futuro, surge la desesperación.

Pero la desesperación también puede ser una forma de esperanza cuando se convierte en rebeldía que nos mueve a luchar contra la situación desesperante. Eso quiere decir que, incluso en las situaciones más desesperadas, puede surgir la esperanza. Ya san Pablo hablaba de un “esperar contra toda esperanza”. Cuando parece que han desaparecido todas las posibilidades, es necesario sacar fuerzas de flaqueza y mantener el espíritu de lucha y rebeldía. Muchas de las grandes gestas de liberación han sido protagonizadas desde situaciones de penuria y esclavitud. Esos que no tienen nada que perder, esos pueden arriesgarlo todo.

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