Las amenazas de la
Gran Transformación (II)
Leonardo Boff
En el artículo anterior
analizamos las amenazas que nos trae la transformación de la economía de
mercado en sociedad de mercado con la doble injusticia que acarrea: la social y
la ecológica. Ahora queremos detenernos en su incidencia en el ámbito de la
ecología tomada en su más amplia acepción ambiental, social, mental e integral.
Constamos
un hecho singular: en a medida en que crecen los daños a la naturaleza que
afectan cada vez más a las sociedades y la calidad de vida, crece
simultáneamente la conciencia de que, en un 90%, tales daños se atribuyen a la
actividad irresponsable e irracional de los seres humanos, más específicamente,
a aquellas élites de poder económico, político, cultural y mediático que se han
constituido en grandes corporaciones multilaterales y han asumido por su cuenta
los rumbos del mundo. Es urgente que hagamos alguna cosa que interrumpa esta
vía hacia el precipicio. Como advierte la Carta de la Tierra: «o hacemos
una alianza global para cuidar de la Tierra y unos de otros podremos asistir a la
destrucción de nuestra especie y de la diversidad de la vida» (Introducción).
La
cuestión ecológica, especialmente tras el Informe del Club de Roma en 1972
titulado Los límites del Crecimiento se ha vuelto un tema central de la
política, de las preocupaciones de la comunidad científica mundial y de los
grupos más despiertos y preocupados por nuestro futuro común.
El
foco de las cuestiones se desplazó del crecimiento/desarrollo sostenible
(imposible dentro de la economía de libre mercado) hacia el sostenimiento de
toda la vida. Primero hay que garantizar la sostenibilidad del planeta Tierra,
de sus ecosistemas, de las condiciones naturales que posibilitan la continuidad
de la vida. Solamente garantizadas estas condiciones previas, se puede hablar
de sociedades sostenibles y de desarrollo sostenible o de cualquier otra
actividad que quiera presentarse con este calificativo.
La
visión de los astronautas reforzó esta nueva conciencia. Desde sus naves
espaciales o desde la Luna se dieron cuenta de que Tierra y humanidad forman
una única entidad. No están separadas ni son realidades paralelas. La humanidad
es una expresión de la Tierra, su parte consciente, inteligente y responsable
de la conservación de las condiciones que continuamente producen y reproducen
la vida. En nombre de esta conciencia y de esta urgencia surgió el principio
responsabilidad (Hans Jonas), el principio cuidado (Boff y otros),
el principio sostenibilidad (Informe Brundtland), el principio de
interdependencia-cooperación (Heisenberg/Wilson/Swimme), el principio
prevención/precaución (Carta de Río de Janeiro de 1992 de la ONU), el principio
compasión (Schopenhauer/Dalai Lama) y el principio Tierra (Lovelock
y Evo Morales).
La
reflexión ecológica se ha vuelto más compleja. No se puede reducir solo a la
preservación del medio ambiente. La totalidad del sistema-mundo está en juego.
Así han surgido una ecología ambiental que tiene como meta la calidad de vida;
una ecología social que busca un modo sostenible de vida (producción, distribución,
consumo y tratamiento de las basuras); una ecología mental que se propone
criticar prejuicios y visiones de mundo hostiles a la vida y formular un nuevo
diseño civilizatorio, a base de principios y de valores, para una nueva forma
de habitar la Casa Común; y finalmente una ecología integral que se da cuenta
de que la Tierra es parte de un universo en evolución y que debemos vivir en
armonía con el Todo, uno, complejo y cargado de propósito.
Se
ha creado de este modo una cuadrícula teórica, capaz de orientar el pensamiento
y las prácticas amigables a la vida. Entonces se hizo evidente que la ecología
más que una técnica de manejo de bienes y servicios escasos representa un arte,
una nueva forma de relacionarse con la naturaleza y con la Tierra y el descubrimiento
de la misión del ser humano en el proceso cosmogénico y en el conjunto de los
seres: cuidar y preservar.
Por
todas partes del mundo han surgido movimientos, instituciones, organismos,
ONGs, centros de investigación, cada cual con su singularidad: hay quien se
preocupa por los bosques, otros de los océanos, de la preservación de la
biodiversidad, de las especies en peligro de extinción, de los ecosistemas tan
diversos, de las aguas y de los suelos, o de las semillas y la producción
orgánica. Entre todos estos movimientos cabe destacar a Greenpeace por
su persistencia y valor de enfrentarse, corriendo peligros, a quienes amenazan
la vida y el equilibrio de la Madre Tierra.
La
misma ONU ha creado una serie de instituciones que tienen como objetivo hacer
el seguimiento del estado de la Tierra. Las principales son el PNUMA (Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), la FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, la OMS (Organización
Mundial de la Salud), la Convención sobre la Biodiversidad y especialmente el
IPPC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático) entre otras.
Esta
Gran Transformación de la conciencia está llevando a cabo una complicada
travesía, necesaria para fundar un nuevo paradigma, capaz de transformar la
eventual tragedia ecológico-social en una crisis de paso que nos permitirá un
salto de calidad rumbo a un nivel más alto de relación amistosa, armoniosa y
cooperativa entre Tierra y humanidad. Si no asumimos esta tarea, el futuro
común estará amenazado.
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