miércoles, 29 de junio de 2016

LAS MARAVILLAS DE LA GENEROSIDAD
A veces el mensaje de Jesús puede alcanzar límites fantásticos, cuando nos decidimos a damos un paso al frente. 

Nos lo cuenta Joan Chittister en uno de sus libros. 

Ocurrió en una conferencia en Asia para analizar los problemas  de las mujeres de todo el mundo, en especial las de los países en desarrollo, donde la mayoría de participantes eran pobres y mujeres. Cuando se intercambiaron los correos electrónicos entre los participantes para mantener el contacto, una de ellas llamada Rose, una keniata pastora de una iglesia presbiteriana africana, justificó dejar en blanco su dirección de e-mail diciendo que no tenía correo electrónico porque era muy caro para su comunidad. Y cuando podía utilizarlo, la conexión era demasiado lenta para resultar eficaz y fiable. Cuando terminó la conferencia y todos se despedían, otra conferenciante le dijo a Joan Chittister justo antes de compartir el taxi juntas: “No puedo irme sin ver antes a Rose. Le prometí que le daría una cosa”.


“¿Qué le diste a Rose?”, le preguntó Chittester durante el trayecto en taxi a su compañera. “Mi tarjeta de crédito”, me respondió. “¿Tu tarjeta de crédito?” -dijo la religiosa asombrada-: ¿y por qué demonios se la has dado?”, le volvió a preguntar. “Para que pueda pagar las mensualidades de su correo electrónico”, le respondió tranquilamente.

La alegría de compartir en estado puro toma aquí la más alta expresión de madurez humana. Esta actitud de salir al paso de la necesidad ajena con audacia, es la esencia de la Eucaristía. Y de la oración de petición misma, en su mejor versión de pedir luz y fuerza para avanzar en el camino de la solidaridad. 
En Occidente somos más de los Mandamientos que de las Bienaventuranzas, estamos centrados en “no hacer el mal” más que en “hacer el bien”. 
Nos olvidamos de la audacia del samaritano en su camino a Jericó, y de la flagrante transgresión de Jesús en varios sábados, cuando cura por amor a quienes sufren.
Ponemos puertas intelectuales y espirituales a la audacia del amor. Nos falta fe en las maravillas de la generosidad.


Gabriel Mª Otalora

No hay comentarios:

Publicar un comentario