jueves, 28 de enero de 2016

Xabier Pikaza

Tomás de Aquino: 

falta buena teología

Xabier Pikaza
Santo Tomás de Aquino fue maestro de audacia y equilibrio, al que han seguido algunos de los grandes renovadores de la Iglesia del siglo XX, (Rahaner y Congar, Chenu, Schillebeeckx).
En 49 años escasos escribió una inmensa obra teológica, fue un "milagro" del saber al que muchos estamos bien agradecidos, no para seguirle a la letras en estos tiempos nuevos, sino para aprender con él y caminar, respondiendo desde el evangelio a los retos actuales.
Hoy también necesitamos buena teología, pensamiento audaz, en línea de evangelio, como el de Tomás,sin miedo o servilismo. Los que dicen que sobra teología no saben lo que dicen; sobra mala, falta buena teología.
Parece extenderse en algunos sectores una teología pedestre, sometida a dictados de miedo, no del evangelio, una teología que está haciendo mucho daño a la Iglesia y a los creyentes, por su falta de espíritu y libertad. Pues bien, en tiempos como éstos, hay que abogar por una vuelta al pensamiento profundo, creador y liberador, como el de Tomás de Aquino.
Tomás de Aquino(1225-1274) había nacido en el castillo de Rocaseca, junto a Aquino, Campania, y estudió en el monasterio de Montecasino y en la Universidad de Nápoles, haciéndose dominico, el año 1244. El 1245 viajó a París donde estudió con Alberto Magno, a quien siguió a Colonia. 
El 1252 empezó a enseñar en la Universidad de París, escribiendo ya sumarios y explicaciones de sus clases. Su primer libro fue un Scriptum super quatuor libris Sententiarum Magistri Petri Lombardi (1254 /1259), es decir, un comentario al libro de las Sentencias de Lombardo.

Desde el año 1259 fue profesor de la Curia Papal (en Orvieto y Viterbo), desarrollando una gran labor. 
Pero 1969 volviò a París, donde sus doctrinas fueron discutidas no sólo por los averroístas (que tendían a separar las verdades de fe y las racionales), sino también por los más tradicionalistas (para quienes Tomás no valoraba la fe, sino que la diluía en un tipo de pensamiento filosófico).

En contra de unos y otros, Tomás de Aquino defendió la diferencia y la vinculación entre el pensamiento racional y religioso (cristiano), desarrollando unas tesis que ya el año 1270 fueron combatidas y en parte condenadas por las autoridades de la Universidad de Paris. 
El año 1272 tuvo que abandonar París, con el fin de organizar una escuela teológica propia, promocionada por los dominicos en Nápoles. Cuando estaba en esa labor,el Papa le pidió que asistiera al Concilio de Lyon II, donde iban a discutirse algunos temas de la teología y la vida de Roma, en diálogo con las Iglesias de Oriente.

Era una gran ocasión, pero murió en el camino, el 7 marzo 1274, a los 49 años de edad, en el convento de Fossanova, entre Nápoles y Roma, después de haber comentado a los religiosos de aquel convento el Cantar de los Cantares.
Murió dirigiéndose a un Concilio que debía ratificar la comunión de las iglesias. En un sentido simbólico se podría afirmar que aquel concilio no se ha culminado todavía, pues Tomás no asistió y no se consiguieron alcanzar sus objetivos. Quizá se podría decir que la hora de Tomás de Aquíno no ha culminado todavía.
Imagen 1. Portada de mi Diccionario de Pensadores, de donde tomo esta semblanza, con Tomas, el primero de arriba, a la derecha.

Imagen 2. Tomás presenta sus obras ante la Sabiduría de Dios, representada en forma de mujer (como Espíritu Santo).
Imagen 3. Visión de Viterbo, donde Tomás descubre la fragilidad de fondo de su teología. Ali, en el antiguo convento dominicano, pude estudiar por un tiempo su obra, cuando tuve que dejar Salamanca el año 1984 por la censura.

La condena del año 1277 y el sentido del tomismo.
Santo Tomás organizó y recreo de una forma genial el pensamiento filosófico y teológico de su tiempo, logrando una síntesis que sigue siendo modélica para los pensadores posteriores. Aceptó el pensamiento racional (representado por Aristóteles y por la filosofía de los musulmanes y judíos de su tiempo), pero lo integró en una visión unitaria de la fe cristiana. Pues bien, a los tres años de su muerte, el 1277, Étienne Tempier, Obispo y Canciller de la Universidad de París, impulsado por el Papa Juan XXI, promulgó una condena de muchas tesis averroístas, que parecían destruir la identidad del cristianismo. Entre esas condenas había algunas que afectaban al pensamiento de Tomás de Aquino.
Fue un momento de gran incertidumbre, no sólo en París, sino en el Papado y en la Universidad de Canterbury, que no veían con claridad el valor de las propuestas de los “aristotélicos” (entre ellos Santo Tomás), con su intento de vincular la fe cristiana con un pensamiento “pagano” y racionalista como el de Aristóteles (y el de algunos filósofos musulmanes).
La “condena” del año 1270 (cuando Tomás se hallaba aun en Paris) ponía de relieve algunos riesgos del pensamiento aristotélico de los averroístas (eternidad del mundo y del movimiento, negación de la inmortalidad del alma inmortal, rechazo de la libertad individual, prioridad de la especie humana sobre los individuos) que Tomás no aceptaba en modo alguno. Avanzando en esa línea, la condena del 1277 (impulsada de algún modo por el mismo Papa) se opone de un modo confuso a diversas ideas mezclando doctrinas y autores (entre ellos Santo Tomás). El Papa había pedido a Tempier que hiciera un catálogo de los errores que circulaban por la Universidad de París y él recogió y rechazó 219 tesis, sin distinguir bien escuelas y autores. Unas tesis son de Sto. Tomás, otras de Averroes, otras de los averroístas, otras de los avicenistas. Entre las proposiciones condenadas se encuentran incluso afirmaciones sobre la existencia de seres intermedios entre Dios y el Mundo (en línea neoplatónica), y sobre todo la afirmación de que el universo es eterno y de que la verdad racional y la revelada deben separarse o son distintas (→ Siger de Brabante).
Esta sentencia parisina del año 1277 suponía un rechazo del intento de síntesis que santo Tomás había realizado entre el cristianismo y la filosofía de Aristóteles y podía entenderse como un intento de retorno al agustinismo puro y a la mística platónica. No fueron sólo el Papa y Paris los implicados. También otras universidades (como la de Canterbury) participaron en la lucha contra la síntesis de santo Tomás (que algunos vinculaban sin más con un tipo de averroísmo, con su filosofía separada de la teología, según el principio de la doble verdad). Lo que estaba en juego era la afirmación de una sola verdad (la verdad de la fe, en contra de la razón), o la afirmación de dos verdades separadas (cada una en su ámbito) o la búsqueda de una síntesis en la que se vincule la filosofía y la revelación cristiana.
Las condenas de 1270 (y especialmente la de 1277) fueron importantes, pues ayudaron a plantear mejor los problemas, poniendo de relieve el riesgo del averroísmo, con su doble verdad, pero también el riesgo de un tipo de agustinismo separado de la búsqueda racional de la filosofía. Quizá se pueda afirmar que ambos riesgos son en el fondo equivalentes, pues conducen a una fe sin razón (es decir, a un fideísmo irracionalista) y a un tipo de esquizofrenia entre el pensamiento racional (con sus “verdades” exclusivas) y la fe religiosa (que se sitúa en un plano distinto, de imposición creyente). No se trataba de un tema marginal, sino de una controversia que volvió a plantearse con la Reforma protestante (Lutero) y que sigue influyendo en la problemática actual de las relaciones entre un cristianismo que estaría abierto al diálogo con la razón y un tipo de irracionalismo fideísta que rechaza a la razón moderna por contraria a la fe. La condena de Tomás de Aquino no fue definitiva, de manera que el Papa le canonizó al cabo de unos decenios (el 1323).
Por otra parte, las condenas del obispado de París (y del papado) fueron levantadas el año 1325, de manera que Tomás de Aquino pudo ser aceptado como Doctor Universal de la Iglesia.
Tomás y sus seguidores abrieron así un camino de diálogo entre la fe y la razón, viniendo a convertirse en los grandes impulsores del pensamiento católico del siglo XIV al XVI. Entre los “tomistas” de ese tiempo podemos citar, desde diversas perspectivas a muchos de los teólogos fundamentales del renacimiento y barroco católico (→ Cayetano, Soto, Cano, Vitoria, Báñez , Bellarmino, Suárez, etc. ). A finales del siglo XIX, el Papa Leon XIII (encíclica Aeterni Patris, 1879) impulsó y exigió de alguna forma el estudio del pensamiento de Santo Tomás en las universidades y escuelas católicas, lo que desembocó en el surgimiento de un neo-tomismo que ha sido muy significativo (→ C. González, Marechal, Rousselot, Mercier, Gilson, Manser Maritain, Chenu, Prado, Marín Sola, Ramírez, Arintero, Zubizarreta, Xiberta etc.).
Desde ese fondo quiero presentar algunos rasgos de la aportación teológica de Tomás de Aquino, sin fijarme en todos. Por eso me limito a destacar cuatro que me parecen más significativos. a. El conocimiento de Dios, con las cinco vías y la relación entre razón y revelación, en el comienzo de la primera parte Suma Teológica. b. La realidad de Dios, como ser conocido por la razón y la revelación y su apertura al diálogo. c. La realidad del hombre, que puede existir porque desea a Dios y porque Dios responde al deseo de su voluntad, como dice al principio de la segunda parte de la Suma. d. La culminación de la teología cristiana, que se expresa en el Dios que es persona y Trinidad. Estos rasgos resumen, a mi juicio, los elementos fundamentales del pensamiento de Tomás de Aquino.
Para seguir leyendo:
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2016/01/28/p262017#more262017


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