domingo, 31 de enero de 2016
El Muro de las Lamentaciones tendrá zona de rezo
para ambos sexos
Histórica decisión la que ha tomó ayer el Gobierno israelí al aprobar la creación de un espacio en el Muro de las Lamentaciones donde mujeres y hombres puedan rezar juntos. La medida se interpreta en Israel como un guiño del Ejecutivo del primer ministro, Benjamín Netanyahu, a la comunidad judía estadounidense, más liberal y reformista y que, hoy por hoy, supone un gran apoyo económico a todos los niveles.
El llamado plan Mandelblit contempla la creación de una tercera zona de rezo mixta —adyacente a las ya existentes en las que oran hombres y mujeres por separado— y que además terminará con el monopolio del rabinato en el lugar más sagrado para los judíos, porque no estará supeditada a su autoridad sino que su gestión dependerá de un comité gubernamental y de líderes no ortodoxos.
“Una justa y creativa solución”, en palabras de Netanyahu que ha tenido que enfrentarse a parte de sus socios de Gobierno para poder sacar la medida adelante. “Son un grupo de payasos apuñalando la Torah. Nunca reconoceremos a un grupo de payasos ni en el Muro de las Lamentaciones ni en ningún otro lugar”, aseguró nada más conocer la noticia Moshe Gafni en declaraciones a Walla News. Gafni, que pertenece al partido ultraortodoxo Judaísmo Unido de la Torah, además preside el comité de Finanzas del Parlamento israelí, con lo que se espera intente bloquear la asignación de fondos para el proyecto.
Para ejecutar las obras de rehabilitación de la plaza del Kotel —Muro de las Lamentaciones— y crear el nuevo espacio, llamado Azarat Yisrael, harán falta unos ocho millones de euros. La mayoría tendrá que salir del presupuesto del Gobierno israelí, aunque se espera que la Agencia Judía participe con unos dos millones.
Las mujeres del grupo feminista y reformista judío Nasot Ha Kotel (Mujeres del Muro de las Lamentaciones) que llevan años peleando por tener en el lugar su propio espacio de oración al margen de la ortodoxia, se felicitaban ayer por haber ganado una batalla que les ha costado numerosas detenciones desde su nacimiento en 1988. “Se trata de una revolución para las mujeres y para el pluralismo judío en Israel”, escribían ayer en Facebook.
sábado, 30 de enero de 2016
viernes, 29 de enero de 2016
Palabra del día
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pantalón
Es una prenda ajustada a la cintura y
llega, habitualmente, hasta el pie, cubriendo cada pierna por separado. El
sustantivo se usa indistintamente en singular o en plural.
Commedia dell'arte fue el nombre que se dio a las incontables
compañías teatrales italianas formadas por entre diez y quince actores, que
recorrían toda Europa, desde el Renacimiento hasta el siglo XVIII,
representando sus comedias siempre con los mismos personajes: Arlequín, el
doctor, el capitán, Polichinela, Pierrot, Colombina y Pantaleón.
Actuaban en las plazas de los pueblos y ciudades, sobre una tarima en la que
improvisaban sus funciones ante un público que se concentraba
espontáneamente. Pantaleón, que apareció en 1565 y fue mencionado por
Shakespeare, simbolizaba a los mercaderes venecianos: era un anciano de
figura ridícula, con piernas delgadas metidas en una especie de calzones
turcos muy largos y estrechos, algo semejantes a los actuales pantalones.
Desde varios siglos antes, se llamaba pantaleoni a los venecianos, por
contracción de la expresión pianta-leone 'planta el león', en alusión
al símbolo de Venecia, el león de san Marcos. El nombre de Pantaleone se usó posteriormente
para designar la prenda masculina que, tal como la conocemos hoy, empezó a
emplearse en Europa a comienzos del siglo XIX y se extendió rápidamente a
América. Los pantaloni italianos dieron lugar al francés pantalon antes
de llegar al inglés estadounidense pants y a nuestro pantalón. Sin
embargo, los alemanes prefirieron Hose y los británicos se quedaron
con trousers para esta vestimenta que, por muchos años, fue solo
masculina.
Otros envíos de
Ricardo Soca se pueden leer en En Perspectiva.
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¿Pueden las religiones ayudar
a superar la
crisis ecológica?
Leonardo Boff
Por primera vez después de
años, los 192 países se pusieron de acuerdo en la COP 21 de París, a finales de
2015, en que el calentamiento global es un hecho y que todos, de forma
diferenciada pero efectiva, deben aportar su colaboración. Cada saber, cada
institución y especialmente aquellas organizaciones que más mueven a la
humanidad, las religiones, deben ofrecer lo que está en su mano. De no ser así,
corremos el peligro de llegar con retraso y de enfrentarnos a catástrofes como
en los tiempos de Noé.
Obviando
el hecho cada religión o iglesia tiene sus patologías, sus momentos de
fundamentalismo y de radicalización hasta el punto de haber crueles guerras
religiosas, como hubo tantas entre musulmanes y cristianos, lo que se pide
ahora es ver de qué forma, a partir de su capital religioso positivo, estas
religiones pueden llegar a convergencias más allá de las diferencias y ayudar a
enfrentarse a la nueva era del antropoceno (el ser humano como un meteoro
rasante amenazador) y la sexta extinción masiva que ya está en curso desde hace
mucho tiempo y se acelera cada vez más.
Tomemos
como referencia las tres religiones abrahámicas.
Primero,
veamos la contribución del judaísmo.
La Biblia hebrea es clara al
entender la Tierra como un don de Dios y que nosotros hemos sido colocados aquí
para cuidarla y guardarla. “La Tierra es mía y vosotros sois huéspedes y
forasteros” (Lv 25,23). No podemos, como ningún huésped normal haría,
ensuciarla, romper sus muebles, estropear su jardín o matar a sus animales
domésticos. Pero nosotros lo hemos hecho. Por eso existe la tradición de Tikkum
Olam, de la “regeneración de la Tierra”, como tarea humana por los daños
que le hemos causado. Hay también sentido de responsabilidad frente a los no
humanos. Así antes de comer, cada uno debe alimentar a sus animales. No se
puede tirar el nido de un pájaro que está cuidando a sus pichones. “Dominar la
Tierra” (Gn 1,28) debe ser entendido a la luz de “cuidar y guardar” (Gn 2,15),
como quien administra una herencia recibida de Dios.
El
cristianismo heredó los valores del judaísmo.
Pero le añadió datos
propios: el Espíritu Santo fijó su morada en María y el Hijo en Jesús. Con eso
asumió de alguna forma todos los elementos de la Tierra y del universo. La
Tierra es entregada a la responsabilidad de los seres humanos, pero éstos no
tienen un derecho absoluto sobre ella. Son huéspedes y peregrinos y deben
cuidar de ella. San Francisco de Asís introdujo una actitud de fraternidad
universal y de respeto a cada uno de los seres, hasta a las hierbas silvestres.
Por ser el Dios cristiano un ser relacional, pues es Trinidad de Personas
siempre relacionadas entre sí, el propio universo y todo lo que existe es
también relacional, como tan bien lo expresó el Papa Francisco en su encíclica.
El
islam sigue las huellas del judaísmo y del cristianismo.
También para él
la Tierra y la naturaleza son creación de Dios, y han sido entregadas a la
responsabilidad del ser humano. En el Corán se dice que tenemos nuestra morada
aquí y por un corto tiempo podemos disfrutar de sus bienes (Sura 2,36). El
Altísimo y Misericordioso nos da señales a través de la riqueza y la diversidad
de la naturaleza que nos recuerdan constantemente su misericordia, con la cual
dirige el mundo (Sura 45,3). La entrega confiada a Alá (islam) y la propia jihad
(lucha por la santidad interior) implican cuidar de su creación. Hoy muchos
musulmanes han despertado a lo ecológico y de Singapur a Manchester pintaron
sus mezquitas todas de verde.
Hay
unos puntos convergentes en estas tres religiones: entender la Tierra como don
y herencia y no como objeto para ser usado simplemente a su voluntad, como lo
entendió la modernidad. El ser humano es responsable de lo que recibió,
debiendo cuidarla y guardarla (haciéndola fructificar y dándole
sostenibilidad); él no es dueño sino cuidador. La Tierra con su riqueza remite
continuamente a su Creador.
Estos
valores son fundamentales hoy, pues la tradición científico-técnica trata a la
Tierra como mero objeto de explotación, situándose fuera y por encima de ella.
Somos Tierra (Gn 1,28). Por eso hay un parentesco con ella, nuestra
sustentadora.
Además,
todas las religiones desarrollan actitudes que actualmente son imprescindibles:
el respeto por la Tierra y por todo lo que ella contiene, pues las cosas son
muy anteriores a nosotros y tienen valor por sí mismas; la veneración ante el
Misterio del universo. Respeto y veneración no solo al Corán o a la hostia
consagrada, sino a todos los seres, pues son sacramentos de Dios. Esta actitud
impone límites al poder dominador que está hoy poniendo en peligro el
equilibrio de la Tierra y amenazando nuestra supervivencia. La irracionalidad
científico-técnica debe conocer límites éticos, impuestos por la propia vida
que quiere seguir viviendo y mantener su identidad. Si no, ¿a dónde iremos?
Seguramente no a la montaña de las bienaventuranzas sino al valle de lágrimas.
Los hijos de los esclavos
aprenden a escribir
La esclavitud sigue presente en Mauritania. Se transmite de generación en generación a través de la mujer y los esfuerzos por liberar a los niños no siempre dan frutos
Las minúsculas casas de madera o de bloques sin enlucir, apenas una habitación donde dormir y protegerse del sol abrasador, se desparraman de manera anárquica sobre la arena de Tarhil. Nada que se parezca a calles o que revele una mínima planificación. Y, sin embargo, aquí vive gente. Mucha gente. Sólo un descass se levanta en medio del barrio. A su sombra, 123 niños de entre siete y 12 años que no tienen ni siquiera papeles en los que aparezca su nombre o su edad aprenden a leer y escribir, las únicas herramientas que les van a permitir romper las cadenas invisibles que les atan a una miseria secular que les ha acompañado a ellos y sus familias. Son hijos y nietos de esclavos, descendientes de siervos sin derechos que siguen tan excluidos y oprimidos como sus padres y abuelos, porque en esta Mauritania del siglo XXI la esclavitud y sus tristes consecuencias siguen vivas y coleando.
El pequeño Bouba debe tener unos ocho años y apenas si dice tres palabras en francés. “Bonjour, ça va”, repite machacón, tratando de llamar la atención de los visitantes extranjeros. La sequía y la pobreza forzaron a sus abuelos a abandonar su pueblo natal, en Atar, para venir a instalarse en este barrio del distrito de Riad, en la desértica Nuakchot, la recién nacida capital de la también recién nacida Mauritania. Al calor de posibilidades de tener un trabajo digno. Eran los años setenta del siglo pasado y lo único que conocían era su propia esclavitud, la servidumbre a su señor. Analfabetos, nómadas que pastoreaban los camellos del amo. Nadie los liberó, pero tampoco nadie los reclamó cuando se fueron. Como los abuelos de Bouba, cientos de miles de haratines o moros negros se empeñaron en vivir y tener hijos y nietos, en ser libres. Otros ni siquiera pensaron en ello. Porque un sólido edificio de opresión y servilismo levantado durante siglos no se puede derribar en un día.
Países como Mali, Níger o Sudán siguen tolerando prácticas esclavistas que vienen de lejos y que perpetúan formas de dominación incompatibles con los convenios y acuerdos internacionales
“La esclavitud sigue presente en Mauritania, nunca ha desaparecido”, asegura Aminetou Mint El-Moctar, conocida activista por los Derechos Humanos y líder abolicionista que ha hecho de su vida puro compromiso, “se transmite de generación en generación a través de la mujer, lo que se llama esclavitud por nacimiento”. Es difícil hablar de cifras en la opaca Mauritania, pero la asociación Global Slavery Index habla de unas 155.000 personas aún sometidas a sus amos en este país, mientras que El-Moctar piensa que pueden ser incluso el doble. “Son agricultores y pastores en el interior o esclavos domésticos en Nuakchot. No tienen estudios ni la posibilidad de tenerlos, están alienados, sus padres fueron esclavos y ellos también lo son, es lo único que conocen. No hay argollas ni cadenas ni hacen falta, es la estructura social, la ignorancia y el miedo lo que les mantiene ligados a sus amos”, añade.
En la escuelita de Tarhil, la maestra Belly Diallo, de 18 años, hace lo que puede. “Estos niños son pobres de solemnidad, sus familias no tienen nada, son descendientes de esclavos en primera o segunda generación. Llegan aquí sin haber pisado una escuela porque no tienen certificados de nacimiento ni dinero para comprar material, aquí les damos libretas y bolígrafos y les enseñamos a leer y escribir en árabe y francés”. Construida por la Asociación de Mujeres Jefas de Familia de Mint El-Moctar, la iniciativa pretende dar una oportunidad a quienes no la tendrán de otra forma, romper el ciclo de la pobreza. Hadjiatou Said es la directora. “Llevamos dos años funcionando, pero tenemos otros cuatro centros como este, dos más en Nuakchot y otros dos en Rosso y Kaedi”.
Sobre el papel, la esclavitud fue abolida en 1981. Sin embargo, durante décadas esta decisión pasó sin pena ni gloria, pues no se perseguía ni sancionaba a los esclavistas, que siguieron manteniendo esta práctica con total impunidad. Hubo que esperar hasta 2007 para que el Parlamento mauritano criminalizara la esclavitud. “Sin embargo, las penas de cárcel eran ridículas y las indemnizaciones a las víctimas insignificantes. El problema principal estuvo en su aplicación, sólo se llegó a producir una condena a partir de esta ley, una sola”, aclara Mint El-Moctar. Hace sólo unos meses la presión de las asociaciones abolicionistas logró forzar una reforma legal para considerar la esclavitud un crimen contra la Humanidad y endurecer la norma, aprobando penas de hasta 10 ó 15 años para los culpables y reparaciones más elevadas.
Hace sólo unos meses la presión de las asociaciones abolicionistas logró forzar una reforma legal para considerar la esclavitud un crimen contra la Humanidad y endurecer la norma
“Pero el problema sigue siendo el mismo, la falta de voluntad política para aplicar la ley. Hay más de un centenar de dossiers y nada. Las víctimas están por todas partes, en Atar, en Nema, en Zoueratt, pero no se hace nada. Es una ley para consumo extranjero, el discurso oficial sigue negando incluso la existencia de la esclavitud, pero nosotros continuaremos luchando para que se aplique la legislación”, añade El-Moctar. En este empeño están junto a otros colectivos como SOS Slaves,Terres des Hommes, la Confederación Libre de Trabajadores de Mauritania o la Iniciativa para el Renacimiento del Movimiento Abolicionista (IRA), cuyo líder y presidente, el también activista por los Derechos Humano Biram Dah Abeid, se encuentra en prisión desde el pasado mes de enero por organizar una marcha contra la esclavitud.
Ahmed Khalifa nació esclavo. “Mi señor era traductor para los franceses en la época de la colonización. Tenía muchos camellos, cabras, de todo. Mi madre le pertenecía y compró a mi padre para que le cuidara a los animales; así se conocieron. Mi caso fue distinto al de muchos, yo crecí en el desierto, tenía libertad para jugar y mis padres estaban juntos. Eso sí, recuerdo que había niños que iban al colegio y yo no pude, no me dejaban”. A los 15 años, en 1975, Khalifa fue liberado por su amo y ahora colabora con los movimientos abolicionistas. “Tenemos un sistema que perpetúa la dominación, que sigue considerando a los negros inferiores. Esto debe cambiar”, explica.
El problema no es solo la persistencia de la esclavitud. La discriminación en múltiples formas que sufren los haratines en este país se extiende también a otras etnias negroafricanas, wolofs, peuls, sarakollés, etc, que comparten este mismo territorio llamado Mauritania. O incluso a los emigrantes que llegan hasta aquí procedentes de otros países en busca de una vida mejor. En el sur del país, cerca de Senegal, aún duele lo sucedido en 1989, cuando miles de negros fueron expulsados de sus tierras tradicionales y obligados a cruzar la frontera tras un serio incidente entre agricultores sedentarios y pastores nómadas. La violencia degeneró en una masacre de senegaleses en Mauritania seguida de una auténtica caza al mauritano en Senegal y en un conflicto que supuso la ruptura de relaciones diplomáticas durante años.
La esclavitud fue abolida en 1981, pero durante décadas esta decisión pasó sin pena ni gloria, pues no se perseguía ni sancionaba a los esclavistas
Muchos de esos negros expulsados han vuelto y se han encontrado sus tierras ocupadas por otras personas, lo que ha generado nuevas frustraciones. La espiral de tensiones entre la minoría de moros blancos, que detentan el poder, y la amplia mayoría de haratines y negroafricanos, casi siempre excluidos de la toma de decisiones, no dibujan un panorama halagüeño. “El presidente Abdel Aziz fue a rezar a Kaedi por las víctimas del genocidio y piensa que con eso está todo arreglado. Este país necesita una comisión de reconciliación, saber quién ha matado a quién, que se juzgue a los culpables de aquello, indemnizar a las víctimas y crear un monumento al que poder ir a rezar por los fallecidos. Mientras esto no ocurra la herida seguirá sangrando”, remata Aminetou Mint El-Moctar.
En la puerta de la escuela para descendientes de esclavos de Tarhil, que recibe el apoyo financiero de Unicef, la pequeña Aisha sonríe. Es la hora del recreo y los niños corretean por la arena. “Una vez que reciben las primeras nociones intentamos que se incorporen a la educación reglada, pero para eso tenemos que conseguirle papeles primero. El proceso es lento y arbitrario, a veces no lo conseguimos”, señala Khalifa. Al igual que en Mauritania, países de la banda saheliana como Mali, Níger o Sudán siguen tolerando, de una forma o de otra, prácticas esclavistas que vienen de lejos y que perpetúan formas de dominación incompatibles con los convenios y acuerdos internacionales que esos mismos países han firmado. Si le sumamos el sudeste asiático se calcula que en el mundo hay unos 27 millones de esclavos a causa de deudas, tradiciones o trata de personas. Mientras tanto, en este edificio amarillo de las afueras de Nuakchot, Aisha, Bouba y los demás se preparan cada día para que haya un mañana diferente.
AMINETOU MINT EL-MOCTAR: “NECESITAMOS MENOS TRIBU Y MÁS CIUDADANÍA”
No conoce otra forma de vida que la militancia. Nacida en 1956 en Nuakchot, a los 13 años ya conoció la cárcel y la tortura. “Casi me dolían más los golpes de mi padre si me pillaba yendo a las manifestaciones que los palos en prisión. Era muy rebelde, jugaba siempre con los niños porque no quería ser inferior a ellos, no quería que me dijeran a qué podía jugar o no. Era la época de la guerra de Argelia, de los conflictos en Indochina y Vietnam, luego de la ocupación ilegal del Sahara por Marruecos, fue una época de compromiso y militancia”, dice Aminetou Mint El-Moctar, activista de Derechos Humanos mauritana cuyo nombre ha sonado este año para el Premio Nobel de la Paz por su lucha pacífica de años contra la esclavitud.
Marxista convencida y enfrentada a los sucesivos regímenes militares que ha conocido su país, nunca quiso abandonar Mauritania: “No vamos a cambiar las cosas desde el exterior”. El objetivo final de su lucha es “sustituir el coctel de pertenencia tribal y comunitario en el que se estratifica esta sociedad por la promoción del concepto de ciudadanía". "Queremos una Mauritania unida bajo un estado de Derecho, queremos cambiar la mentalidad de la población, queremos justicia de verdad, que se reconozcan los derechos de las mujeres, de los niños, que se persiga la violencia y la discriminación en todas sus formas”, asegura.
Convertida en la bestia negra del régimen, los ataques también le han llegado desde quienes interpretan la religión como un coto privado y excluyente. El 5 de junio de 2014, el predicador radical Yadhid Ould Dahi lanzó una fatua asegurando que quien la matara o le sacara los ojos sería “recompensado por Alá”. El líder del grupo Amigos del Profeta acusaba de herejía a la activista por su lucha por los derechos de la mujer y sus críticas a la poligamia. El Gobierno, sin embargo, no le ha proporcionado ningún tipo de protección.
Dom 31.1.16
Hijo de José,
una ruptura de evangelio
Xabier Pikaza
Dom 4 tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 4, 21-30.
Continúa el tema del domingo anterior, centrado en el sermón de Nazaret (Lc 4, 18-20), donde Jesús anunciaba la liberación de los oprimidos y cautivos.
Lucas sigue insistiendo en ese motivo, pero desde la perspectiva del enfrentamiento de Jesús con su pueblo (que apela al recuerdo de José, en contra de Jesús).
El contraste entre Jesús y su pueblo (en un contexto de familia) aparecía en Mc 6, 1-6 y de forma parecida en Mt 15, 35-38. Pero Lucas lo ha reelaborado de un modo intenso, distinguiendo y separando a Jesús de su “padre” José, que aparece así como signo del judaísmo nacional-nacional, mientras Jesús aparece como signo del judaísmo nacional-universal.
No sabemos si Jesús se enfrentó en su juventud a su padre José, ni sabemos cuando murió éste. Pero lo cierto es que, según el evangelio de Lucas, los vecinos de Nazaret (sus paisanos) suponen que Jesús no sigue en la “buena línea” de su “padre”. El evangelio de Lucas ha reelaborado la escena y ha recreado el tema con unas variantes muy significativas.
Es muy posible que, en su conjunto, la Iglesia no haya recuperado la imagen y signo de este José de Lucas 4, ni haya planteado desde este fondo, con todo rigor, sus relaciones con el judaísmo nacionalista de su familia, con la ruptura posterior que ello ha implicado para Jesús.
Resumen en seis puntos
1) Lucas ha introducido en este contexto el famoso sermón programático de Nazaret (¡Anunciar la libertad a los cautivos!: Lc 6, 18-20), que aparecía en la liturgia del domingo anterior. Precisamente en Nazaret, donde se supone que debe defender la opción particular de su pueblo y tribu, Jesús ofrece un mensaje universal de “gracia” (perdón), omitiendo el “detalle esencial” del castigo de los enemigos.
2) En vez de referirse a la madre y hermanos (como hacen Marcos y Mateo en sus textos paralelos), Lucas cita a José de un modo muy significativo. Es evidente que todos en el pueblo le conocen, de forma que al preguntar ¿no es éste el hijo es José? no están refiriéndose a un parentesco biológico (dado por supuesto), sino “ideológico y práctico”. Los nazarenos están afirmando retóricamente que Jesús no sigue en la línea de su “padre” que para ellos se había mantenido en línea buena.
3) Jesús se defiende apelando a dos famosos profetas del entorno galileo (Elías y Eliseo), quienes, siendo muy israelitas, habían, defensores a ultranza del Yahvismo, habían abierto desde el mismo Dios-Yahvé su acción sanadora a las personas del “odiado” entorno (a los fenicios y sirios), superando así el particularismo israelita.
4) Todo culmina en un linchamiento frustrado. Jesús ha roto con Nazaret, que parece una aldea de nazareos/nazireos mesiánicos. Él será “nazareo”, defensor de las tradiciones de David, en línea israelita, pero lo será de otra manera, enfrentándose así a la opción que había mantenido José (y con José los nacionalistas de Nazaret). Jesús será también nacionalista, gran judío, pero lo será en sentido universal: abriendo el mensaje judío a todos los pueblos.. Ésta “herida y ruptura” entre Jesús y su “padre” está en el origen del mensaje cristiano.
5) La figura de José ha sido recuperada “piadosamente” (en ámbito de fe) por Mt 1-2 y Lc 1-2 y así la venera la Iglesia (aunque de forma quizá muy insuficiente). Todo nos permite suponer que la figura del José real, un recio nazareo, nacionalista mesiánica (en una línea que estaría más cerca de los celotas posteriores), aparece aquí mejor esbozada que en los evangelios de la infancia de Mateo y Lucas (y lo mismo suce Jn 1, 45 y 6, 42, confirmándose así, una vez más, las conexiones entre Lc y Jn).
6) Se plantea así un tema apasionante, tanto en relación a José (un “justo” nazareo, buen judío mesiánico), como en relación con Jesús, su “hijo”, que aparece abriendo un camino de mesianismo universal, que está en la base del cristianismo. Es claro que no puedo desarrollar todos los temas aquí implicados, pero intentaré esbozarlos, dejando quizá para otro día la figura de José y el sentido de la evocación de Elías-Eliseo. Buen fin de semana a todos.
Para seguir leyendo:
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