viernes, 12 de febrero de 2016

Armando J. Levoratti: 

"Que el Pueblo de Dios lea la Biblia, 

la asimile, la reflexione y saque las consecuencias"

"La salida tiene que estar por la lectura popular de la Biblia"



La Biblia.Libro del pueblo de Dios
La Biblia.Libro del pueblo de Dios
 Esta edición tiene tras de sí un largo recorrido protagonizado por sus autores, Armando J. Levoratti y Alfredo B. Trusso, que comenzó con la primera traducción de los textos originales (hebreo, arameo y griego) realizada en el español de América
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Elías Pérez presenta la Biblia del Pueblo de Dios al Papa Francisco

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Luis O. Liberti svd
Desde Editorial Verbo Divino, presentamos La Biblia. Libro del Pueblo de Dios. Esta edición tiene tras de sí un largo recorrido protagonizado por sus autores, Armando J. Levoratti y Alfredo B. Trusso, que comenzó con la primera traducción de los textos originales (hebreo, arameo y griego) realizada en el español de América por latinoamericanos. Hablamos con uno de ellos:

Me gustaría preguntarle en primer lugar por los orígenes de La Biblia. El libro del Pueblo de Dios.
Pbro. Armando Levoratti (AL): Podemos decir que surgió de la vida de la Iglesia. Porque yo vine de Roma en el año 1960. En ese momento había sido elegido Papa Juan XXIII. Tenía 77 años, era un hombre mayor, y todo el mundo pensaba que era un Papa de transición. Pero resultó que ese Papa de transición convocó nada menos que un Concilio, luego conocido como Concilio Vaticano II.
Ahora bien, el primero de los documentos que emitió el Concilio, con aprobación general, fue la Constitución Sancta Mater Ecclesia, sobre la liturgia. Este documento tenía mucho de revolucionario, ya que permitía celebrar la misa de cara al pueblo y no en latín, sino en lengua vernácula. Eso hizo necesaria la traducción de los misales, y yo trabajé en el equipo encargado de la traducción de los textos bíblicos del Misal Romano que se publicaron en los que todavía no eran leccionarios, sino transcripciones del Misal Romano. 


LL: ¿Se refiere para el momento de la Liturgia de la Palabra en la misa?
AL: Para la Liturgia de la Palabra, sí, porque hasta ese entonces se leía el Evangelio en latín y después el sacerdote se daba vuelta y lo leía en castellano. Cuando estuvieron traducidos los textos del Misal, vimos la necesidad de traducir todo el Nuevo Testamento porque, evidentemente, el Nuevo Testamento se iba a utilizar pronto en los nuevos textos litúrgicos. Así trabajamos hasta el 1968 en la traducción del Nuevo Testamento. En esa época había más participación de los laicos, porque si bien la tarea era grande y pesada, sin embargo no se necesitaba muchísimo tiempo ni muchísima dedicación, de manera que yo preparaba los textos durante la semana y, después, durante el domingo, nos reuníamos con el P. Alfredo Trusso y un grupo de personas para revisar el texto y darle la forma más o menos definitiva. 


LL: ¿Recuerda quiénes eran esas personas? 
AL: Estaba el P. Mateo Perdía, de los pasionistas, también José Ignacio Vicentini, de los jesuitas y el entonces P. Mascialino. Una vez terminado el Nuevo Testamento, dijimos: "Tirémonos al agua y traduzcamos el Antiguo". Pero el P. Trusso puso una serie de reticencias: "¿Cómo vamos a hacer?, ¿cómo vamos a disponer de tiempo?". Entonces yo le dije: "Mire: yo voy a hacer el trabajo durante la semana y vengo un lunes y lo leemos; vemos cómo anda la cosa y si la cosa se mantiene más o menos aceptable, seguimos adelante".


LL: ¿Con qué textos trabajaba? ¿Tenía copia de los textos originales? ¿Cómo trabajaba la traducción? 
AL: Para el Antiguo Testamento, el Texto Masorético. En aquella época se usaba mucho la Biblia de Kittel. Después se pasó a la Stuttgartensia, que es una versión nueva, y ahora están preparando otra pero habrá que verla en su momento. 


LL: ¿Cómo hizo la traducción, solo o con otras personas?, ¿cómo era su manera de trabajar?
AL: Yo trabajaba solo, sí. Me tomaba seis horas diarias... de comunión con la Palabra de Dios.


LL: ¿En esa época lo iba haciendo a mano, a máquina de escribir?
AL: A máquina de escribir. 


LL: ¿Y después venía el lunes a Buenos Aires y se reunía con el equipo indicado? 
AL: Con el equipo no, el equipo quedó reducido al P. Trusso. 


LL: ¿Cómo trabajaban entonces ustedes dos? 
AL: Íbamos leyendo y corrigiendo, revisando, mejorando.


LL: En cuanto a la traducción literaria. 
AL: A la traducción literaria, porque el P. Trusso tenía un gran sentido del lenguaje y un sentido pastoral muy firme. Él me ayudó muchísimo en la revisión de los textos, pero como él no sabía ni hebreo ni griego, el que tenía que resolver las cuestiones críticas era yo. Entonces ¿qué es lo que yo hacía? Tomaba el texto hebreo del Génesis, digamos, y un buen comentario al Génesis. Por ejemplo, ahora están el comentario de Westerman, y el de Gerard von Rad, y yo tomaba como guías esos textos, esas traducciones que realmente tenían peso y valor científico. Después vino el Éxodo que resultó un poco más fácil, y luego el Levítico, que tiene, en el capítulo undécimo, la lista de los animales puros e impuros. Entonces ¿cómo descubrir qué animales eran? Algunos de los animales impuros eran para mí totalmente desconocidos, por ejemplo el "revientahuesos", un animal que no se podía comer. Así que tenía que estudiar en los diccionarios bíblicos y extrabíblicos la característica del animal para poder dar con la tecla.


LL: ¿Cuántos años le demandó la traducción del Antiguo Testamento? 
AL: Me llevó unos dieciocho años más o menos. Sí, cuando yo traducía media página por día me podía declarar contento, pero tuve la ventaja de no mirar nunca lo que faltaba, sino lo que hacía cada día.


LL: ¿Y el Nuevo Testamento cuánto le demandó?
AL: El Nuevo Testamento fue relativamente más fácil. Pero el Antiguo Testamento era otra cosa, y después de haber traducido el Hexateuco estaba muy cansado, terriblemente cansado, entonces dije: "¿Qué hacemos para seguir trabajando con esto?". Y decidí pasar a los Salmos. Los Salmos eran más tolerables, más amenos. Así sacamos aparte el libro de los Salmos, que tuvo bastante difusión.


LL: Volviendo entonces a la Biblia, ¿de dónde surge su nombre?
AL: En Francia había una edición de la Biblia que se llamaba "El libro del Pueblo de Dios"; me pareció muy buena la idea y le pusimos ese mismo nombre.


LL: ¿Usted recibió opiniones o críticas de otros colegas sobre la traducción que efectuó? 
AL: El Instituto Bíblico de Roma la recibió con mucho entusiasmo, porque decían: "En Argentina se hizo una Biblia más legible que la Biblia de Jerusalén (en su traducción española)". Y por eso me nombraron miembro de la Pontificia Comisión Bíblica (PCB).


LL: ¿A usted que lo motivó estudiar la Biblia? 
AL: A mí me gustaban las lenguas orientales antiguas. Por eso, en el Bíblico estudié lenguas orientales. Antes de estudiar hebreo, estudié acádico, sumerio y ugarítico; tenía buenos profesores y me iba muy bien, pero también abrigaba la idea vaga de hacer una traducción de la Biblia, aunque no tenía en cuenta el esfuerzo que significaba ponerse a traducir la Biblia. Después fui al Instituto Oriental de la Universidad de Chicago; eso me sirvió muchísimo, porque ahí se aprende, y ahí se sabe. De ahí volví bien equipado para estudiar cuneiforme. Pero, por el hecho de encontrarme en pleno Concilio Vaticano II y con todos los impulsos que se daba a la difusión del movimiento bíblico, empecé a dar cursos de Escritura y después me dediqué a traducir la Biblia.


LL: Para terminar, ¿qué es lo que usted diría de la Palabra de Dios, ya que es un hombre que nos ayuda a leer y comprender la Palabra de Dios?
AL: Mirá, después de más de 100 años de investigación bíblica seria, profunda, estamos en una especie de "caos hermenéutico". No hay coincidencia sobre los puntos históricos fundamentales, aunque la Pontificia Comisión Bíblica acaba de sacar varios documentos sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia, la inspiración y la verdad de la Escritura. Yo, por mi parte, creo que la salida tiene que estar por la lectura popular de la Biblia, hay que volver a eso. Por eso yo suprimí los comentarios que en la edición anterior del Libro del Pueblo de Dios se intercalan entre los textos de la Biblia. Los bajé todos al pie de página, para que la gente lea la Biblia con sencillez, bajo la luz del Espíritu Santo y saque lo que encuentre en ella. Por ese mismo motivo no quise hacer una introducción a la Sagrada Escritura, para no decir lo que ya está dicho infinitas veces en infinitos libros. Y también por eso puse como prólogo una guía para la lectura orante de la Escritura, la Lectio Divina. No digo que hay que hay que eliminar pura y simplemente la información de tipo científico. Me parece que es importante tenerla en cuenta, pero lo que hoy hace falta es que el pueblo lea la Biblia, que la asimile como pueda, que la reflexione y que saque las consecuencias.


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