El rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (UCA), arzobispo Víctor Manuel Fernández, detalló hoy los puntos que la encíclica Laudato si’ del papa Francisco interpela de manera más directa a los argentinos y permite reflexionar sobre “nuestros propios dramas y sobre nuestra relación con el mundo”.
En un artículo titulado “¿Qué le dice Laudato si’ a la Argentina?”, el prelado señala que el texto pontificio no emite un juicio dogmático sobre el cultivo de granos transgénicos, práctica muy difundida en la Argentina, pero menciona “una serie de dificultades que se generan alrededor de estos cultivos", como la tendencia al monocultivo, que arrasa la diversidad productiva y las economías regionales y provocan una constante tala de bosques y la concentración de tierras en pocas manos, que "tienden a desarrollar oligopolios que crean dependencia, que al reemplazar otras formas de producción y otros cultivos terminan provocando migraciones hacia las villas miseria de las ciudades, que a veces la fumigación demasiado cerca de las ciudades provoca problemas de salud".
Monseñor Fernández indica que la encíclica “tampoco propone directamente una ‘prohibición’ de técnicas extractivas como el ‘fracking’ [n. de r.: fracturación de roca para extraer gas y petróleo con uso de millones de litros de agua], pero alerta sobre los graves riesgos posibles e invita a un debate sincero donde no se oculte información a los pobladores”.
Tras preguntar si en el país hay una clara atención a las cuestiones que plantea la encíclica sobre la energía nuclear, considera que “tampoco tenemos todavía un desarrollo realmente significativo de formas renovables y poco contaminantes de energía, como la eólica y la solar”.
El arzobispo incluye a la Argentina entre los países que derrochan el agua porque poseen grandes reservas naturales de este bien esencial, y opinó que todavía está pendiente una política “más agresiva” para el reciclado de residuos, la reutilización y el ahorro, y lamentó que en el país se tire “mucha comida y mucho papel”.
“Es verdad que nuestro país no está entre los que tienen mayores emisiones de gases de efecto invernadero, que hemos tenido una buena política de parques nacionales –aunque se vuelve necesaria la creación de varios más– y que, comparando con otros países tenemos varios puntos a favor”, destaca.
No obstante, monseñor Fernández asegura que “en otros aspectos de la problemática ambiental, ya es hora de que nos sentemos a conversar y a planificar nuevas acciones. A veces hay una apariencia ‘verde’, algo marketinera, pero que no parece más que algunas acciones desarticuladas sin suficiente reflexión, sin amplitud de miras ni adecuados controles”.
Texto completo:
¿Qué le dice “Laudato si” a la Argentina?
Si bien todo lo que desarrolla la encíclica puede aplicarse de alguna manera aquí, y nos ayuda a reflexionar sobre nuestros propios dramas y sobre nuestra relación con el mundo, hay algunos detalles muy concretos que pueden interpelarnos de manera más directa.
1) Sabemos que la Argentina es uno de los países con mayor cultivo de granos transgénicos. Si bien la encíclica no emite un juicio dogmático, y reconoce que es un tema de libre discusión científica, no deja de mencionar una serie de dificultades que se generan alrededor de estos cultivos: que tienden a convertirse en monocultivos, que arrasan con la diversidad productiva y las economías regionales, que provocan una constante tala de bosques y la concentración de tierras en pocas manos, que tienden a desarrollar oligopolios que crean dependencia, que al reemplazar otras formas de producción y otros cultivos terminan provocando migraciones hacia las villas miseria de las ciudades, que a veces la fumigación demasiado cerca de las ciudades provoca problemas de salud, etc. Tampoco propone directamente una “prohibición” de técnicas extractivas como el fracking, pero alerta sobre los graves riesgos posibles e invita a un debate sincero donde no se oculte información a los pobladores. Algo semejante podríamos decir sobre la energía nuclear. Podríamos preguntarnos si en nuestro país se advierte una clara atención a las cuestiones que plantea la encíclica sobre estos temas. Tampoco tenemos todavía un desarrollo realmente significativo de formas renovables y poco contaminantes de energía, como la eólica y la solar.
2) La economía de nuestro país depende mucho del consumo interno, y la encíclica hace un fuerte llamamiento contra un estilo de vida consumista como una de las causas de la creciente degradación ambiental. Habla de la necesidad de “modificar los hábitos dañinos de consumo, que no parecen ceder sino que se amplían y desarrollan” y menciona como sencillo ejemplo el “creciente aumento del uso y de la intensidad de los acondicionadores de aire”, comportamiento que considera “suicida”. En varios países europeos, por ejemplo, no se advierte la obsesión por el aire acondicionado que tenemos aquí. Con respecto al agua, menciona el “derroche” en países que poseen grandes reservas, y es el caso de la Argentina. Igualmente, aquí está pendiente una política más agresiva para el reciclado de residuos, la reutilización y el ahorro. Nosotros tiramos mucha comida y mucho papel.
3) Con respecto al trabajo, dice que “es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal”. Por esa razón afirma que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias”. Nuestro país todavía tiene una tarea importante con respecto a la creación de puestos de trabajo genuinos.
4) La encíclica también habla de la institucionalidad y del respeto a las leyes como cuestiones conectadas con el cuidado del ambiente, y da un ejemplo que podría aplicarse a nuestro país, cuando habla de lugares que tienen una legislación para preservar los bosques que parece ser constantemente ignorada. La advertencia que lanza sobre las reservas de agua que son los glaciares nos toca muy directamente, del mismo modo que a los brasileños los cuestiona lo que se dice sobre la Amazonia. Una legislación más cuidadosa al respecto no debería esperar.
5) Por otra parte, hace un fuerte llamado a preservar la diversidad de especies vegetales y animales, y se refiere a las muchas especies “que nuestros hijos no podrán ver, perdidas para siempre”. Menciona la fragmentación de los hábitats, los pesticidas y otros factores. Nuestro campo es un claro ejemplo, innegable, y de eso soy testigo. Cuando era niño visitaba con frecuencia el arroyo del pueblo al atardecer, y cuando me iba acercando veía una enorme nube negra arriba de los árboles. Era una multitud de pájaros de todo tipo. Hoy esa nube ya no existe, y allí había varias especies de pájaros que hoy ya no están. Pero ¿a quién le interesa? La sobreexplotación de algunas especies de peces en nuestro mar también entra en estas consideraciones.
6) Finalmente, aunque habría mucho más que decir, la encíclica menciona las ciudades que crecen desordenadamente, los barrios que tienen pocos espacios verdes, al sufrimiento que provoca el tránsito, los edificios y ciudades con poca eficiencia energética, las ciudades que tienen zonas bellas y “seguras” que contrastan con las zonas menos visibles donde viven los más pobres, etc. Aquí también tenemos una tarea pendiente.
7) Es verdad que nuestro país no está entre los que tienen mayores emisiones de gases de efecto invernadero, que hemos tenido una buena política de parques nacionales –aunque se vuelve necesaria la creación de varios más– y que, comparando con otros países tenemos varios puntos a favor. No obstante, en otros aspectos de la problemática ambiental, ya es hora de que nos sentemos a conversar y a planificar nuevas acciones. A veces hay una apariencia “verde”, algo marketinera, pero que no parece más que algunas acciones desarticuladas sin suficiente reflexión, sin amplitud de miras ni adecuados controles.+
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