"De ecclesia lascatorum":
La Iglesia
de los "lascados"
Leonardo Boff
Tal vez algunos se
sorprendan ante semejante título: De Ecclesia Lascatorum, la Iglesia
de los "lascados", la Iglesia de los invisibles de la sociedad.
Al final de mi libro Iglesia: carisma y poder (1982) prometía una
continuación con el título De severina Ecclesia: "la Iglesia
severina", es decir, la Iglesia de los humildes y pobres, llamados
«severinos» en el Nordeste de Brasil. Nunca pude escribir tal libro, si bien el
Card. Joseph Ratzinger, entonces Presidente de la Congregación para la Doctrina
de la Fe, que juzgó aquel libro mío, cada cierto tiempo pedía información sobre
si el libro anunciado había sido publicado o no. Temía por la ortodoxia del
texto, pues el tema de los pobres siempre da miedo a los portadores de poder.
Pero
hete aquí que ahora aparece un libro que concreta aquel propósito mío de antaño.
Ha sido elaborado de una forma profundamente espiritual, cjava-scriptdora y
convincente por mi querido y recordado cofrade fray Lency Frederico Smaniotto,
llamado en el seminario cariñosamente «Bambio» o «Cascudo», fallecido
recientemente.
Quien
quiera conocer la radicalidad de un franciscano que tomó en serio el mensaje
innovador del Concilio Vaticano II, los documentos del episcopado
latinoamericano de Medellín y de Puebla, la opción radical por los pobres y
olvidados y la teología de la liberación, que lea este libro. Que contenga las
lágrimas porque su saga provoca tal conmoción, por la coherencia, afectuosidad,
humildad, coraje y espiritualidad franciscana que sólo encuentra paralelo en el
padre Alfredinho, en fray Damián, en el obispo de Barra de Bahia, dom Luiz
Fernando Cappio, en el obispo de São Felix do Araguaia, dom Pedro Casaldáliga,
y me atrevo a decir que en el Papa Francisco, entre otros.
Fray
Lency realizó literalmente lo que el Papa Francisco pidió el 28 de mayo de 2015
a los franciscanos del mundo entero: que viviesen la minoridad. Decía el Papa:
“minoridad significa salir de nosotros mismos, de nuestros esquemas y puntos de
vista personales; significa ir más allá de las estructuras –que también son
útiles cuando se utilizan sabiamente–, más allá de los hábitos y de las
certezas, para testimoniar una proximidad concreta con los pobres, necesitados
y marginados, en una actitud auténtica de compartir y de servicio”. Fray Lency
fue concretamente un fraile menor que se abajaba hasta la altura de los ojos
del otro para mirarlo con el corazón.
Escribió
el libro De Ecclesia lascatorum sobre una bombona de gas. En él no trata
de hacer teología, sino de testimoniar una mística junto a los más humillados
de este mundo, los siervos sufridores e invisibles de la sociedad. No ha sido
solo escribir sino mucho más vivir, sufrir junto, recibir golpes junto, ser
preso junto, arriesgar la vida junto y alegrarse junto con ellos. Mil luchas y
cientos de derrotas. Pero, como el Maestro, nunca abandonó a los suyos. Siempre
se volvió a levantar y retomó el viacrucis de los humillados, dondequiera que
estuviesen.
Pasó
por las principales estaciones de la pasión popular en los distintos Estados de
Brasil. Efectivamente, Jesús sigue colgado de la cruz, goteando sudor y sangre
y gritando oraciones a Dios. Fray Lency se asoció a quienes escuchan las
lamentaciones del Maestro. Unido a tantos desgraciados procuró bajarlos de la
cruz.
Estimo
que este libro es uno de los testimonios más vivos, más fieles y más persuasivos
de la Iglesia de los pobres, honra de nuestra Iglesia brasilera y faro que
ilumina los caminos de tantos que, compasivos y solidarios, quieren y no
siempre pueden seguir esa misma opción.
Pero
esta opción está ahí para mostrar que el Evangelio de los olvidados está vivo y
puede ser vivido con la radicalidad con que lo vivió Francisco de Asís,
actualizada por Francisco de Roma. Su mensaje es tan desafiante que ninguna
editorial tuvo el coraje evangélico de publicarlo. Pero habent sua fata
libelli decían los antiguos: «los libros, los verdaderos, tienen su
destino».
El
libro se completa con escritos de otro fraile, fray David Raimundo Santos, que
se identificó con la población afrodescendiente, abriendo escuelas y preparando
estudiantes para la universidad.
Fray
Lency, aunque siempre presente, ya no está visible entre nosotros. Está con sus
“lascados”, los que le precedieron en la gloria. Está finalmente junto al
Resucitado que no escondió sus llagas de maltratado. Después de tanta lucha,
fray Lency no murió, fue a atender una llamada de Dios que le susurró:
“Mi
querido hijo, Lency, ¡cómo te esperaba! Vienes cansado, con el cuerpo muy
gastado. Ahora estás conmigo y te llevaré a la fuente de la eterna juventud
donde todos tus hermanos y hermanas “lascados” te están esperando. Y cual
águila que renueva todo su cuerpo, revivirás. Y más aún, resucitarás para estar
eternamente con nosotros, con esos ‘hermanos y hermanas mías menores’ en los
cuales yo estaba presente y en los que tú me serviste. Ahora ya no padecen, ya
no lloran ni se lamentan pues todo eso pasó”.
“Ven, mi querido hijo Lency, ven, te esperaba
desde siempre. Cumpliste tu misión como la mía cuando peregrinaba entre los
pobres y necesitados de Palestina. Ven, quédate con nosotros para siempre,
tiempo que no tendrá fin, en un nuevo Cielo y una nueva Tierra donde ya no
habrá más humillados porque serán todos hermanos y hermanas, mis hijos e hijas
queridos.
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