martes, 31 de marzo de 2015

El 11 de abril el Papa convocará oficialmente al Jubileo de la Misericordia
Ciudad del Vaticano (AICA): 
El pasado 13 de marzo el papa Francisco hizo un primer anuncio invitando a un Año Santo extraordinario dedicado a la Misericordia, ahora el Santo Padre procederá a la convocación oficial del Jubileo de la Misericordia con la publicación de la Bula de Convocatoria el próximo sábado 11 de abril a las 17.30 horas en la basílica de San Pietro.

El pasado 13 de marzo el papa Francisco hizo un primer anuncio invitando a un Año Santo extraordinario dedicado a la Misericordia, ahora el Santo Padre procederá a la convocación oficial del Jubileo de la Misericordia con la publicación de la Bula de Convocatoria el próximo sábado 11 de abril a las 17.30 horas en la basílica de San Pietro. 

El rito de la publicación prevé la lectura de algunos pasajes de la Bula ante la Puerta Santa de la Basílica Vaticana. Sucesivamente, el papa Francisco presidirá la celebración de las primeras vísperas del Domingo de la Misericordia, poniendo así de relieve de manera particular el tema fundamental del Año Santo extraordinario: la Misericordia de Dios

El término bolla (del latín bulla = burbuja o más en general, objeto redondo) –explica una nota del VIS- originalmente indicaba la cápsula metálica utilizada para proteger el sello de cera unido a través de un cordón a un documento de especial importancia, con el fin de certificar su autenticidad y consecuentemente su autoridad. Con el tiempo, el término ha pasado a indicar primero el sello y más tarde el documento en sí, por lo que hoy en día se utiliza para todos los documentos papales de especial importancia que llevan, o al menos tradicionalmente deberían llevar, el sello del Pontífice. 

La bula de convocatoria de un jubileo, especialmente en el caso de un Año Santo extraordinario, además de indicar el tiempo, con las fechas de apertura y cierre, y las modalidales de desarrollo, constituye el documento fundamental para reconocer el espíritu con el que se convoca, las intenciones y los frutos deseados por el Papa que lo convoca para la Iglesia. 

En el caso de los dos últimos Años Santos extraordinarios, en 1933 y 1983, la bula de convocatoria se publicó en la solemnidad de la Epifanía del Señor. Para el próximo Año Santo extraordinario, también la elección de la fecha en que se publicará la Bula manifiesta claramente la atención especial del Santo Padre al tema de la Misericordia.+ 

Amato permite "continuar con el proceso de beatificación"

Roma da el "Nihil obstat" al proceso de beatificación de Helder Cámara

Defensor de los pobres, obispo y santo



Hélder Cámara
Hélder Cámara
 Durante el período de la dictadura militar en Brasil, ya como arzobispo de Recife y Olinda, Mons. Helder y 17 obispos del nordeste pidieron libertad para el pueblo y la Iglesia
Hélder Cámara/>

Hélder Cámara

  • Hélder Cámara, con madre Teresa
  • Helder Cámara
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  • Cassiá con Helder Cámara
  • Helder Cámara, el 'obispo rojo'
  • Helder Cámara y José Comblin
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La Congregación para las Causas de los Santos ha remitido una carta a la archidiócesis de Olinda y Recife sobre el proceso de beatificación de Mons. Helder Cámara.
Dicha carta, firmada por el cardenal Angelo Amato, es una respuesta a la solicitud de información del arzobispo de Olinda y Recife, Mons. Antonio Fernando Saburido. La Congregación comunica que están "a la espera de la opinión de los diferentes departamentos para poder continuar con el proceso de beatificación".
La congregación había recibido, en junio de 2014, la solicitud para que se iniciara el proceso diocesano de beatificación de Mons. Helder. Con el "Nihil Obstat" emitido por el Vaticano, a la arquidiócesis de Olinda y Recife se le permitía iniciar el proceso diocesano. El siguiente paso es reconocer sus "virtudes heroicas". Para ello, una comisión jurídica se reunirá para estudiar los textos publicados en la vida y analizar los testimonios de personas que conocieron al "don de la paz", como es conocido Mons. Helder.
A continuación, el ponente del caso, nombrado por la Congregación para las Causas de los Santos, preparará undocumento llamado Positio, que recogerá los informes y estudios. Una vez aprobado, el Papa concede el título de Venerable Siervo de Dios. El siguiente paso es la beatificación. Ser beato, o beatificado, significa presentar un modelo de vida a la comunidad y, también, el actuar como intermediario entre los fieles y Dios. Finalmente, para ser proclamado santo es imprescindible un milagro, que debe tener lugar tras la beatificación.
Mons. Helder Cámara fue ordenado sacerdote a los 22 años de edad. Llegó a Río de Janeiro en 1936, cuando tenía 27 años, con la tarea de la crear la Secretaría Nacional de la Acción Católica de Brasil. En diciembre de 1950 presentó el proyecto para crear la Conferencia Episcopal de Brasil. Además de la creación de la CNBB, Mons. Helder es recordado por su actuación en favor de la defensa de la libertad y de los pobres. Durante el período de la dictadura militar en Brasil, ya como arzobispo de Recife y Olinda, Mons. Helder y 17 obispos del nordeste pidieron libertad para el pueblo y la Iglesia. En 1969, criticó la miseria de los campesinos del noreste. En ese momento, se le llamó un demagogo y comunista.
Situaciones similares le llevaron a pronunciar la conocida frase memorial "Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista". Sufrió represalias, como que su casa fuese ametrallada y sus asesores encarcelados y asesinados.
En 1970, cuando su nombre fue propuesto para el Premio Nobel de la Paz, el gobierno brasileño promovió una campaña internacional en contra ya que había denunciado la tortura de presos políticos en Brasil. En el mismo año, los militares llegaron a prohibir a la prensa que mencionaran el nombre del arzobispo de Recife y Olinda.
Dom Helder recibió galardones internacionales como el Martin Luther King (1970), en Estados Unidos, y el Premio Popular de la Paz (1974), en Noruega, por ejemplo. Es autor de 22 libros, la mayoría ensayos y reflexiones sobre el tercer mundo y la Iglesia.
El prelado estuvo al frente de la archidiócesis de Olinda y Recife hasta el día 10 de abril 1985, cuando, a los 75 años de edad, fue sustituido por el arzobispo Mons. José Cardoso Sobrinho. Mons. Helder Cámara murió en su casa de Recife, el 27 de agosto de 1999, debido a una insuficiencia respiratoria. Sus restos están enterrados en la Iglesia Catedral de San Salvador do Mundo, en Olinda.

domingo, 29 de marzo de 2015

Domingo de Ramos

José Antonio Pagola


Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo. Sabía a qué se exponía si seguía insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Era imposible buscar con tanta radicalidad una vida digna para los «pobres» y los «pecadores», sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesaba cambio alguno.

Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás.
Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.
Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas.
Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo «salvación» a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará «acogida» a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el «perdón» gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad.Esta actitud salvadora que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.
Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras... porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.
Es indigno convertir la semana santa en folclore o reclamo turístico. Para los seguidores de Jesús celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús solidarizándonos con los crucificados.
Domingo de Ramos - B
(Marcos 14,1-15,47)

29 de marzo 2015
José Antonio Pagola

sábado, 28 de marzo de 2015


Monseñor Romero y Gustavo Gutiérrez

"El proceso de beatificación del arzobispo de San Salvador no fue fácil"

Gustavo Gutiérrez: 

"Oscar Romero amplía y enriquece la noción clásica del martirio"

"San Romero de América lo proclamó, tempranamente, el obispo y poeta Pedro Casaldáliga


 Se "inserta en una larga y dolorosa historia, de signo martirial, vivida por muchos en el continente desde hace 50 años"
Iglesia salvadoreña, con Romero/>

Iglesia salvadoreña, con Romero

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(Celam).-El pasado 24 de marzo, 35º aniversario del martirio de Monseñor Romero, el diario La República, de Perú, publicó en la pág. 20, en la sección Sociedad, un artículo de opinión del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, uno de los teólogos más reconocidos en América Latina y el Caribe y a nivel mundial, a quienes muchos refieren como "el padre de la teología de la liberación".
En su artículo, que lleva por título "El testimonio de Monseñor Romero", Gutiérrez dice que "el proceso de beatificación y canonización del arzobispo de San Salvador no fue fácil", y recuerda que su caso se "inserta en una larga y dolorosa historia, de signo martirial, vivida por muchos en el continente desde hace 50 años; y a la que nuestro propio país no ha sido ajeno".
Con relación a Romero, afirma que "no buscó el martirio, lo encontró en el camino de su fidelidad a la entrega de Jesucristo". Así se percibe en los móviles de su asesinado "provocado por su firme actitud de pastor que no calló ante el maltrato a un pueblo víctima de injusticias y vejaciones cotidianas".
De este modo, y en la misma dirección que ha propuesto el papa Francisco de "una Iglesia pobre y para los pobres", el teólogo explica que, en su predicación, Romero"reclamaba una sociedad justa, respetuosa de todos sus ciudadanos, dado que solo así, según la Biblia, puede haber paz, pero con un importante acento en los derechos de los pobres y oprimidos, como lo hizo Jesús".
Romero no evade ni la realidad ni el Evangelio, como "pastor cercano a su pueblo... su palabra quiso encarnar el Evangelio en la vida de su pueblo, en la de todos nosotros", subraya Gutiérrez. La insistencia del arzobispo salvadoreño frente a la primacía de la justicia muestra que "la entendía como parte capital del mensaje cristiano". Así, "el reconocimiento del testimonio martirial de Oscar Romero amplía y enriquece la noción clásica del martirio", concluye.

Texto completo del artículo de Gustavo Gutiérrez, publicado en La República

El testimonio de Monseñor Romero
El 23 de mayo próximo tendrá lugar el reconocimiento de Mons. Oscar Romero como fiel testigo (es el significado de la palabra ‘mártir') de la vida y mensaje de Jesús de Nazaret. Dicho reconocimiento tiene dos momentos principales; la beatificación que lo declara beato, es decir feliz, una felicidad que surge de la voluntad de vivir según los Evangelios, y la canonización, la aceptación plena de su santidad, y su definitiva presentación como un modelo a seguir para los cristianos de nuestro tiempo.
El proceso de beatificación y canonización del arzobispo de San Salvador no fue fácil. El pueblo salvadoreño y latinoamericano, en general, vio rápidamente su santidad y su entrega; san Romero de América Latina lo proclamó, tempranamente, el obispo y poeta Pedro Casaldáliga; pero hubo resistencias y dilaciones de parte de quienes aducían que, todavía, no era prudente hacerlo; lo veían como una persona incómoda, o no comulgaban con el sentido de su predicación. Dificultades hoy superadas por el Papa Francisco al reabrir el caso Romero. Caso que se inserta en una larga y dolorosa historia, de signo martirial, vivida por muchos en el continente desde hace 50 años; y a la que nuestro propio país no ha sido ajeno. La inmensa mayoría de las víctimas fueron personas solidarias con los pobres.
Romero no buscó el martirio, lo encontró en el camino de su fidelidad a la entrega de Jesucristo. Con sencillez dijo temer que lo mataran -algo que todos temíamos-, pero se negaba a dejar a su pueblo saliendo del país. En los días siguientes a su asesinato (24 de marzo 1980) era impresionante ver las interminables colas para ver y orar junto a su cuerpo en la catedral.
Lo hacían en silencio ante quien puso su vida al servicio de ellos, los había respetado como personas y comprendido sus sufrimientos. El domingo 30 tuvo lugar el entierro, pero una violenta interrupción, intencionalmente provocada, dio lugar a una gran confusión y pánico entre los miles de personas presentes en la plaza, dejando el saldo de varias decenas de muertos, la mayoría por asfixia y otros por disparos. En esas circunstancias, varias horas después, y casi a escondidas, Mons. Romero fue enterrado en la catedral por las pocas personas que permanecían en ella.
 
Romero fue ante todo un predicador, preparaba -y escribía- sus homilías con sumo cuidado; las tenemos hoy recogidas en varios volúmenes. Una voz escuchada en todo el país. Su prédica reclamaba una sociedad justa, respetuosa de todos sus ciudadanos, dado que solo así, según la Biblia, puede haber paz, pero con un importante acento en los derechos de los pobres y oprimidos, como lo hizo Jesús. En la línea de "una Iglesia pobre y para los pobres", recordada por el Papa Francisco.
Este propósito tiene la frescura del evangelio, pero puede ser muy costoso. La muerte del arzobispo fue resultado de un asesinato, crimen provocado por su firme actitud de pastor que no calló ante el maltrato a un pueblo víctima de injusticias y vejaciones cotidianas, un pastor que el día anterior suplicó -y ordenó- a los soldados que no disparen contra el pueblo. Mons.
Romero no intentó ponerse por encima de todo y de todos proclamando una pretendida universalidad del amor de Dios, colocándose en una cómoda abstracción, en un ángulo muerto de la historia para verla pasar sin comprometerse con ella. A esta evasión de la realidad -y del Evangelio- se refería cuando decía "es muy fácil ser servidores de la palabra sin molestar al mundo, una palabra muy espiritualista, una palabra sin compromiso con la historia, una palabra que puede sonar en cualquier parte del mundo, porque no es de ninguna parte del mundo".
Pastor cercano a su pueblo, Romero no tomó ese camino; su palabra quiso encarnar el Evangelio en la vida de su pueblo, en la de todos nosotros. Veía a la Iglesia como una comunidad "que haga sentir como suyo todo lo humano y quiera encarnar el dolor, la esperanza, la angustia de todos los que sufren y gozan, esa Iglesia será Cristo amado y esperado, Cristo presente". Esa es la razón de su insistencia en la justicia, la entendía como parte capital del mensaje cristiano, no tenerla en cuenta, no practicarla, es rechazar una afirmación bíblica fundamental. De este modo, el reconocimiento del testimonio martirial de Oscar Romero amplía y enriquece la noción clásica del martirio