lunes, 30 de junio de 2014

Martín Gelabert Ballester, OP
Del código al Codificador



Cuando un científico inicia una investigación parte de una premisa de fe: espera obtener un resultado porque confía en que la naturaleza es cognoscible. Eso es lo mismo que confiar en que la naturaleza está ordenada, estructurada matemáticamente. Porque hay orden el universo es descriptible y, por tanto, cognoscible. Cierto, hoy la ciencia también es consciente de que, en nuestro mundo, hay relaciones no inteligibles todavía y que quizás nunca lo serán; se trabaja con hipótesis y modelos que quizás nunca podrán experimentarse. De hecho aún no entendemos del todo el formidable big bang que dio origen al universo. ¿Hay algo detrás de esta explosión? ¿La nada quizás? ¿Un caos cuántico? Por otra parte, después del big bang, este mundo ha evolucionado con estructuras y funciones, hábitos y reglas que se han convertido en leyes de la naturaleza.




Podemos considerar la Tierra como una especie de invernadero en medio de un vasto universo inerte, privado de mente y conciencia, en el que se han dado las condiciones medioambientales necesarias de aire, tierra y agua, que han hecho posible el desarrollo de la vida, de la mente y de la conciencia. Ya decía Pascal, mientras reflexionaba sobre la pequeñez humana (el hombre es una “caña”), que los humanos somos más grandes que todas las estrellas, ya que las conocemos a ellas y a nosotros mismos, y ellas no conocen nada. El ser humano es una caña frágil, sí, pero su grandeza está en que es una caña pensante y en que es consciente de su pequeñez. La estrella no sabe ni de su pequeñez ni de su grandeza.



El hecho es que en este universo nuestro ha aparecido la conciencia. El ser humano, gracias a ella, puede observar, pensar y teorizar. Parece legítima y hasta inevitable la pregunta de por qué existen esos seres capaces de interpretar y razonar. ¿Se trata de un accidente o hay que atribuir su existencia a la oculta voluntad de Dios? Y estas leyes que parecen regir el funcionamiento del universo, ¿las descubrimos o las inventamos para responder a la necesidad de hacernos una idea creíble de la naturaleza? Si son un descubrimiento, entonces tiene sentido buscar la verdad. Quizás buscar la verdad sea una de nuestras principales misiones. Ahora bien, si las leyes son un invento, entonces la realidad es una ilusión. ¿Somos un sueño de Dios o soñamos a Dios? ¿Los códigos son producto de nuestra imaginación o remiten a un Codificador?

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