Quiero echar mi cuarto a espadas sobre la figura del nuevo papa, sobre sus gestos y sobre su repercusión en los medios y en las personas. No deseo sin embargo limitarme a unas opiniones mejor o peor fundadas. Mi intención es ensayar una interpretación teológica.
El tiempo tan acelerado en que vivimos nos hace cada día descubrir cosas nuevas que hasta entonces sólo a medias intuíamos o atisbábamos y que en un momento alcanzamos a ver claramente. Por ejemplo: a todos nos molestaban los títulos y los ropajes episcopales (no digamos la capa de cinco metros de Cañizares) Sólo ahora sin embargo descubrimos -Castillo lo ha explicado muy bien- que en el trasfondo había un concepto de Dios elaborado a imagen y a la mayor gloria del Emperador.
Ya hace muchos años que en Ravenna me asombré de que en los mosaicos de San Vital, Justiniano fuera vestido de obispo o más bien los obispos revestidos a imitación de Justiniano. Ahora entiendo mejor la teología que sustentaba esa igualdad.
Pues bien: de modo semejante poco a poco hemos ido cayendo en la cuenta de que la teología que nos enseñaron en el catecismo y en las predicaciones semanales conformaba un cuerpo de doctrina. En adherirse a ella consistía ser cristiano. Nos ha llevado tiempo comprender que el cristianismo no es una doctrina. Que esa doctrina, para muchos creyentes de buena voluntad, constituía en realidad un obstáculo para el seguimiento personal de Jesús. Más aún: sospechábamos que la doctrina mata y sólo el espíritu vivifica.
Descubrimos ahora que se trataba de la misma teología constantiniana, que privilegiaba una verdad venida de arriba, gestionada por ministros autorizados, que repartían a su buen entender medallas o condenas. "Porque "la Iglesia es por su naturaleza una sociedad desigual, comprende dos categorías de personas, los pastores y la grey. Sólo la jerarquía mueve y dirige. El deber de la grey es aceptar ser gobernada y cumplir con sumisión la órdenes de quienes la rigen" (san Pío X)
Con todo, no acabamos de sacar aún todas las consecuencias de este descubrimiento: Por poner un ejemplo, aún nos parece normal que un papa, al poco de ser nombrado, escriba una encíclica. Es decir, nos dé doctrina. O también que en las homilías dominicales los curas, incluso los progresistas, sigan impartiendo doctrina. Ahora vemos mucho más claramente que el cristianismo consiste en el seguimiento de Jesús y no en la adhesión a unas verdades, por ciertas que éstas sean.
La llegada del papa Francisco ha venido a corroborar esta afirmación. Rompiendo de golpe con tradiciones seculares no ha dado doctrina, casi siempre ha rehusado hacerlo. "No quiero ser un funcionario de la Iglesia que viene y os da ánimos con palabras vacías, dichas con una sonrisa".
En cambio ha hecho gestos que quieren ser traducción de los gestos y las actitudes de Jesús: se ha dirigido a los más pobres, les ha lavado los pies, los ha confortado, ha denunciado a quien es causa de sus quebrantos. Con Francisco, la perspectiva ha cambiado. Reflejado en él, el cristianismo aparece como un modo de vivir, como una forma de encarar la existencia y no como un espacio de adoctrinamiento. Una teología que revoca la anterior.
Sus gestos tienen un contenido teológico. No son la consecuencia moral de una tesis dogmática: Dios nos pide sacrificios y los hacemos, la Iglesia opta por los pobres y lo cumplimos. Es al contrario: Jesús nos dijo que le siguiéramos, nos disponemos a hacerlo y al acercarnos a los pobres descubrimos quién es Dios y lo mostramos. No como final de una reflexión sino del relato de unos hechos vividos.
Claro está que él mismo se encuentra con una herencia doctrinal que no puede desmontar de hoy para mañana. Más o menos ha venido a decir: es cierto, está ahí pero ahora estamos en otras urgencias, la de vivir como cristianos en primer lugar.
En este sentido no estoy de acuerdo con la prisa de ciertas demandas progresistas. Aunque haya que tomar decisiones que rompan costumbres de siglos, no es esa, a mi modo de ver, la tarea primera. "Buscad primero el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura". La tarea primera es buscar el reino, construirlo, llevando a cabo. Lo primero es realizar acciones apoyadas en el Evangelio. Lo demás sin duda vendrá por añadidura.
Se podrá objetar a lo dicho: pero detrás de esos gestos hay también una doctrina. Cierto, pero será una doctrina que les sigue. Los gestos, las acciones son lo primero y la reflexión que intenta dar cuenta de ellos, tomará sin duda un sesgo distinto.
Frente al fenómeno homosexual el obispo de Alcalá soltará su doctrina condenatoria (supuestamente venida de lo alto) . Francisco dirá: "En esta vida Dios acompaña a las personas. Si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?". Y en otra ocasión: "No se puede hablar de la pobreza sin experimentarla".
Se trata de una teología sencilla pero muy evangélica, de una teología narrativa, al hilo del seguimiento. La que necesitamos.
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