El Papa Francisco
y la despaganización
del papado
Leonardo Boff
Las innovaciones en los
hábitos y en los discursos del Papa Francisco han abierto una crisis aguda en
los grupos conservadores que seguían estrictamente las directrices de los dos
Papas anteriores. Para ellos ha sido especialmente intolerable que el papa haya
recibido en audiencia privada a uno de los iniciadores de la “condenada”
Teología de la Liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez. Se sienten aturdidos
ante la sinceridad del Papa, al reconocer errores en la Iglesia y en sí mismo,
al denunciar el carrerismo de muchos prelados, calificando de “lepra” el
espíritu cortesano y adulador de muchos en el poder, los llamados
“vaticanocéntricos”. Lo que realmente les escandaliza es la inversión que hace,
al poner en primer lugar el amor, la misericordia, la ternura, el diálogo con
la modernidad y la tolerancia con las personas, incluso con las divorciadas y
homoafectivas, y solo después las doctrinas y disciplinas eclesiásticas.
Ya
se oyen voces de los más radicales que, con referencia al Papa Francisco, hacen
para “el bien de la Iglesia” (la suya evidentemente) este tipo de peticiones:
“Señor, ilumínalo o elimínalo”. La eliminación de los papas problemáticos no es
una rareza en la larga historia del papado. Hubo un momento entre los años 900
y 1000, la llamada «era pornocrática» del papado en la que casi todos los papas
fueron envenenados o asesinados.
Las
críticas más frecuentes que circulan en las redes sociales de estos grupos,
históricamente anticuados y atrasados, van en la línea de acusar al actual Papa
de estar desacralizando la figura del papado, banalizándola y secularizándola.
En realidad ellos ignoran la historia y son rehenes de una tradición secular
que tiene poco que ver con el Jesús histórico y el estilo de vida de los
Apóstoles. Pero tiene mucho que ver con la lenta paganización y mundanización
de la Iglesia al seguir el estilo de los emperadores romanos paganos y de los
príncipes renacentistas.
Las
puertas para este proceso fueron abiertas ya en tiempos de Constantino
(274-337), que reconoció el cristianismo, y de Teodosio (379-395) que lo
oficializó como la única religión reconocida en el Imperio. Con el declive del
Imperio Romano se crearon las condiciones para que los obispos, especialmente
el de Roma, asumiesen funciones de orden y de mando. Esto ocurrió de manera
clara con el Papa León I, el Grande (440-461), que fue proclamado alcalde de
Roma para enfrentar la invasión de los hunos. Fue el primero en usar el nombre
de Papa, antes reservado sólo a los emperadores. Adquirió más fuerza con el Papa
Gregorio Magno (540-604), también proclamado alcalde de Roma, y culminó más
tarde con Gregorio VII (1021-1085) que se arrogó el poder absoluto en el campo
religioso y secular: tal vez la mayor revolución en el campo de la
eclesiología.
Los
actuales hábitos imperiales, principescos y cortesanos de toda la jerarquía, de
los cardenales y de los papas se remiten especialmente al Papa Silvestre
(334-335). En su tiempo se creó una falsificación, la llamada "Donación de
Constantino", con el objetivo de fortalecer el poder papal. Según ella, el
emperador Constantino habría dado al Papa la ciudad de Roma y la parte
occidental del Imperio. Se incluía en esa “donación”, desenmascarada como falsa
por el cardenal Nicolás de Cusa (1400-1460), el uso de las insignias y la
indumentaria imperiales (púrpura), el título de Papa, el báculo de oro, la capa
sobre los hombros revestida de armiño y orlada de seda, la formación de la
corte y la residencia en palacios.
Este
es el origen de los actuales hábitos principescos y cortesanos de la Curia
romana, de la jerarquía de la iglesia y de los cardenales, especialmente del
Papa. Su fuente es el estilo de los emperadores romanos paganos y la
suntuosidad de los príncipes renacentistas. Ha habido, pues, un proceso de
paganización y de mundanización de la Iglesia como institución jerárquica.
Los
que quieren volver a la tradición ritual que rodea la figura del Papa ni
siquiera son conscientes de este proceso históricamente cerrado y condicionado.
Insisten en algo que no pasa por la criba de los valores evangélicos y de la
práctica de Jesús.
¿Qué
está haciendo el Papa Francisco? Está restituyendo al papado y a toda la
jerarquía su verdadero estilo, ligado a la Tradición de Jesús y de los
Apóstoles. En realidad, está volviendo a la tradición más antigua, operando una
despaganización del papado dentro del espíritu del Evangelio, vivido tan
emblemáticamente por su inspirador san Francisco de Asís.
La
tradición auténtica está del lado del Papa Francisco. Los tradicionalistas son
solo tradicionalistas y no tradicionales. Están más cerca del palacio de
Herodes y de César Augusto que de la gruta de Belén y de la casa del artesano
de Nazaret. En contra de ellos está la práctica de Jesús y sus dichos sobre el
despojamiento, la sencillez, la humildad y el poder como servicio y no como lo
hacen los príncipes paganos y los grandes que subyugan y dominan: "no debe
ser así entre vosotros, que el mayor sea como el menor, y el que manda como el
que sirve" (Lc 22,26). El Papa Francisco habla a partir de esta tradición
original, y la más antigua, la de Jesús y los Apóstoles. Por eso desestabiliza
a los conservadores que se han quedado sin argumentos.
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