La Iglesia de los pobres en América Latina
Fr. Raúl Vera, O.P., Obispo de Saltillo, México
A través de un lectura de los Capítulos 11 y 12 del Evangelio de San Lucas, quiero expresar algunos rasgos de la Iglesia de los Pobres, como se ha vivido estos años en América Latina, según la experiencia personal que he realizado como pastor en esa región del mundo. La Iglesia de los pobres, dentro de la teología latinoamericana, es la que ha incorporado a los pobres en sus estructuras organizativas, como sujetos que intervienen en las propuestas, en la construcción de las decisiones y en la acción pastoral. Ellos ayudan a que la Iglesia lea y aplique el Evangelio con toda claridad, sin dobleces, liberada de cualquier interés ajeno al verdadero sentido de la vida según el plan de Dios.
Decía Juan Pablo II que la Iglesia debe actuar de tal manera que "los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como «en su casa»." Y se preguntaba: "¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la buena nueva del Reino?".
Desde su decisión de aplicar el Concilio Vaticano II en América Latina, tomada durante la Asamblea General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín Colombia3, empezó la Iglesia en Latinoamérica a leer en los signos de los tiempos el paso de Dios por la historia de nuestros pueblos, constituidos en su gran mayoría por personas pobres. De este modo ellos empezaron a ser integrados en nuestras comunidades diocesanas. Este camino nos ha llevado a entender que la Iglesia tiene que cambiar su rostro, abandonar los signos de poder y adquirir un rostro de servicio y entrega generosa al mundo. En una palabra, asumir a los pobres en nuestras estructuras nos ha llevado a todos los cristianos que constituimos las comunidades diocesanas, laicos, miembros de la vida consagrada, diáconos, presbíteros y obispos, a transformar nuestra mente y nuestro corazón, y comprender que el Reino de Dios se construye no solamente al interior de la estructura eclesial que, por otra parte, es algo exigido para que la comunidad cumpla su misión con coherencia en el mundo, sino que comprendimos que el Reino de Dios acontece en la historia de nuestros pueblos por medio de nuestra acción pastoral, a partir de nuestro trabajo evangelizador, de otra manera, estaremos fracasando en la misión que Cristo encomendó a sus discípulas y discípulos.
Esta dimensión de la construcción de las estructuras sociales de manera que en ellas y por medio de ellas se construyan las condiciones para que el Reino de Dios se haga presente entre nosotros y nosotras, es parte esencial en la comprensión de la acción evangelizadora de la Iglesia, que desde un principio nos hicieron entender los próceres de la teología latinoamericana, quienes enfocaron su reflexión en identificar el paso de Dios por en medio de nuestros pueblos, para liberarlos de las condiciones inhumanas de marginación y miseria en las que por siglos han vivido. De aquí viene el título de Teología de la Liberación, con el que dicha reflexión teológica se ofreció a la Iglesia, no solamente de nuestro Continente, sino la del mundo entero.
Las condiciones históricas que hacen florecer el Reino de Dios en medio de las culturas y de los pueblos, por citar algunas, a modo de ejemplo, son: la justicia y la paz, el amor y el respeto a la persona humana, la participación equitativa de parte de todas y todos a los bienes de la tierra por medio de una administración justa de ellos, que permita el acceso a la vida digna para cada ser humano y para todos los pueblos de la tierra y el cuidado de la naturaleza y de toda la vida que hay sobre el planeta. Cierto que el Reino de Dios al hacerse presente en la historia, potencia todas estas características en la sociedad humana, pero tales condiciones surgen también de la responsabilidad ética en el comportamiento de las personas, de los grupos humanos, de los pueblos y de las naciones.
La inteligencia y la libertad humanas no son anuladas por la providencia divina, sino que la capacidad de decisión y la lucidez de discernimiento que otorga el conocimiento de la verdad, llevan consigo la participación libre y consciente de parte de la persona, en la construcción de la sociedad y su devenir histórico. La acción pastoral de la Iglesia hace presente el don de la redención realizada por el misterio pascual de Cristo, que tiene como consecuencia que el mundo sea construido por el hombre y la mujer, en un sentido correcto, de manera que se le abran las puertas a la vida, y desaparezcan de en medio de nosotros y nosotras los signos de muerte, que tienen su origen en el pecado que impulsa hacia el egoísmo, a la indiferencia ante el sufrimiento de la otra y del otro y al desamor.
Esta visión de la construcción de la historia a la que nos llama Dios, por medio de su Hijo Jesucristo, nos lleva a entender el Evangelio desde otra perspectiva, que ya no es la puramente individual, ni la de una Iglesia centrada en sí misma, encerrada en una especie de sistema religioso en el que, mediante el cumplimiento de un conjunto de normas morales y requisitos rituales, vivimos convencidos ante nuestros propios ojos, de que estamos caminando en el sentido correcto.
Con la intención de encontrar pistas en el Evangelio para edificar una Iglesia que sea de los pobres, en donde la opción decidida por ellos y ellas nos impulse a conocer la Iglesia que Jesús quiere en este momento de la historia del mundo, tan llena de contradicciones con el plan de Dios.
LUCAS 11: El Signo de Jonás
Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: "Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.
A partir de Jonás, Jesús, en su anuncio del Reino de Dios, se coloca abiertamente a sí mismo en la corriente profética de Israel, que enfrentó al poder político y económico de su tiempo, en lugar de aliarse con dichos poderes. Esto nos lleva a entender que la Iglesia tiene que ser libre ante los poderes del mundo, si no quiere perder su raigambre profética, que la capacita para anunciar con claridad la diferencia clara que existe entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, lo que es éticamente aceptable y lo que no lo es.
La Luz y las Tinieblas
"Nadie enciende una lámpara y la pone en sitio oculto, ni bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que los que entren vean el resplandor.
Estas palabras señalan la importancia de que las y los discípulos del Reino se coloquen de manera crítica e independiente del poder del mundo, por encima de sus intereses, que no son los del Reino de la justicia y de la paz. Solamente desde esta posición, puestas y puestos en el candelero, serán luz para el mundo, y tendrán libertad evangélica para participar activamente en la organización de todos los aspectos que hacen de la sociedad humana un lugar donde se vive el amor, el respeto mutuo y la armonía y brillará así, en todas sus instituciones, el espíritu de servicio y el respeto profundo por los derechos fundamentales inherentes a la dignidad de la persona humana.
Los criterios de la mente iluminan la vida entera o la llenan de oscuridad
"La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está luminoso; pero cuando está malo, también tu cuerpo está a oscuras. Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu cuerpo está enteramente luminoso, no teniendo parte alguna oscura, estará tan enteramente luminoso, como cuando la lámpara te ilumina con su fulgor".
Leamos estas mismas palabras de Jesús en el contexto en el que las coloca el Evangelio de Mateo: "No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero".
La codicia del dinero genera desigualdades que propician el dominio sobre los demás, el usufructo de la persona humana y la espiral del crecimiento de los modelos sociales, que sistemáticamente explotan a poblaciones enteras y las ponen al servicio de las minorías que controlan y someten. Estos sistemas pueden ser políticos, económicos y religiosos y, de acuerdo a la experiencia histórica del dinamismo de los regímenes totalitarios, son sistemas que muchas veces van de la mano. Esto pasaba en Palestina en el tiempo de Jesús, donde el sistema religioso estaba aliado al poder del mundo, como Jesús lo expresa a continuación en su diálogo con los fariseos y con los doctores de la ley.
Jesús invitado a comer en la casa de un Fariseo
Mientras hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: "¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad.
¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros.
Pero, ¡ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello".
En estas palabras Jesús desenmascara los motivos verdaderos y los intereses que movían al sistema religioso judío, controlado desde el Templo por los miembros de castas sacerdotales encumbradas, asistidos de manera muy efectiva por los fariseos y los doctores de la Ley, para cumplir con su propósito de servirle al Imperio Romano. Por este control lograron que el pueblo pidiera la muerte de Jesús y no la del asesino Barrabás. Las autoridades judías que se identificaba con el poder establecido, empezaron a tratar al pueblo con el mismo talante de los poderosos (El que entre lobos anda...).
¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!"
Uno de los legistas le respondió: "¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!" Pero él dijo: "¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!
La alianza con el poder establecido, por parte de las autoridades religiosas judías, y su simbiosis con él, les llevaba a actuar ante el pueblo de la misma manera que los poderosos de su tiempo, en el servicio que debían dar al pueblo para que conocieran la Ley de Moisés. Si nosotros, quienes formamos parte la jerarquía eclesiástica, nos alineamos con los poderosos de hoy día, acabamos tratando al pueblo, del mismo modo en que les tratan quienes les consideran inferiores, y con esta excusa les maltratan y someten a sus intereses sin misericordia alguna. En el fondo de su corazón, los fariseos y doctores de la Ley rechazaban la Ley.
"¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis. "Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación.
Estas afirmaciones de Jesús nos llevan a recordar aquello que dijo cuando hablaba de que Él era el Buen Pastor, que daba la vida por sus ovejas: "Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente", porque sabía muy bien en qué terreno se habían metido y que lo iban a matar. Voluntariamente permaneció en su testimonio de la Verdad hasta el final, ante Pilato, que fue quien autorizó que se ejecutara la condena a muerte que le había impuesto el Sanedrín.
"¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido". Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.
Desde una actitud de poder, la Palabra de Dios deja de ser un alimento para la propia vida y la vida del pueblo, para convertirla en un puro instrumento de control sobre las y los demás.
Lucas 12: La levadura de los fariseos, la hipocresía
En esto, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, se puso a decir primeramente a sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía".
Jesús se refería, sin duda, a lo que ha venido diciendo de los fariseos y doctores de la ley. Que esconden intereses mezquinos bajo apariencias religiosas. Actúan con doblez, ocultando la verdad.
El anuncio del Evangelio tiene que ser íntegro, sin simulaciones
"Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados".
Para entender estas palabras de Jesús nos iluminan las palabras de San Pablo: "Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Y nosotros todos, con el rostro descubierto, reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, y nos vamos transformando en esa misma imagen con esplendor creciente, bajo la acción del Espíritu del Señor". "Por esto, habiendo recibido este ministerio por su misericordia, no nos acobardamos, antes bien, renunciamos a callar por vergüenza. No procedemos con astucia, falsificando la palabra de Dios, sino que, declarando la verdad, nos encomendamos delante de Dios, ante la conciencia de quien sea".
Para anunciar el Evangelio íntegro y sin rodeos, es necesaria la libertad profética. Esta ha sido una característica de los mártires latinoamericanos que han entregado su vida por la verdad del Evangelio. Dentro de esta pléyade de mártires hay catequistas, mujeres y hombres, lo mismo que activistas sociales surgidos de las comunidades de base, religiosas y religiosos, sacerdotes y obispos. Por esta razón Jesús habla a continuación, de lo que daremos cuenta a Dios por nuestros silencios cobardes, pues debido a ellos continúan sufriendo muchos miles de seres humanos en el mundo.
De nuestra cobardía para denunciar las injusticias que se cometen en el mundo, daremos cuentas a Dios
"Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. "¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos. "Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios".
La blasfemia contra el Espíritu Santo
"A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará".
Ante Dios, es definitivo el testimonio que demos de la verdad que contiene el Evangelio, sólo de esta manera seremos portadores de la plenitud de vida que contiene en sí el mensaje de Jesús. Podrá alguien confundirse con la identidad de Jesús en cuanto Hijo de Dios que vino al mundo para salvarnos. Pero la verdad de su palabra que viene de Dios mismo, que Él anunciaba al mundo por medio de la fuerza del Espíritu, y que ahora anuncian con esa misma fuerza aquellas y aquellos a quienes Él envía, es un referente irrebatible para la conducta de cada persona que vive en el mundo. No importa cual sea su religión o si se trate de quien no tenga credo alguno, incluso si se confiesa ateo, porque todas y todos daremos cuenta a Dios de nuestro recto juicio y de nuestro consecuente comportamiento ético.
Quien anuncia la verdad, cuenta con la continua asistencia del Espíritu Santo, sea cristiano o no. Cuando padece y es juzgado o juzgada por el mundo debido a su adhesión a la verdad, Dios está con él o ella y en él o en ella.
"Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir".
La Codicia, principio de tantos males en el mundo de hoy, de ayer y de siempre.
Uno de la gente le dijo: "Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo." El le respondió: "¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?" Y les dijo: "Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes."
Nos ilumina, para entender esta afirmación de Jesús, su respuesta a la primera Tentación de la que fue objeto, cuando empezó a padecer hambre en el Desierto de Jericó, a donde se retiró para preparar el inicio de su vida pública, por medio de cuarenta días continuos de ayuno y oración (Cf. Mt 4,1-4). Satanás lo invitaba, si era el Hijo de Dios a que, para saciar su hambre no solamente en ese momento, sino para todos los días de su vida en esta tierra, a que convirtiera en pan aquellas toneladas de piedra que había en los acantilados que existen en torno al desierto de Jericó. Jesús le respondió: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4). Es decir, que la vida humana se explica plenamente no solo por los bienes que acumula cada uno individualmente, sino por la construcción de un proyecto en el que los bienes que sirven para conservan la vida humana, se distribuyan equitativamente para todas y todos.
Los bienes que Dios puso en el mundo para que a todos alcance el pan, deben ser manejados por medio del proyecto ético contenido en el Reino, que los destina a todas y todos y no a la satisfacción de un solo individuo que los acumula para sí mismo. Jesús explicó esto con una parábola dirigida a la persona que le pedía intervenir para que su hermano le repartiera la herencia y a todas las personas que en aquel momento se encontraban en torno a él.
El hombre rico que tuvo una cosecha abundante
Les dijo una parábola: "Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?" Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea." Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios."
En las palabras conclusivas de la parábola, Jesús advierte claramente el sinsentido de la vida de quienes no entienden que los bienes de la tierra tienen que ser administrados pensando en el bien de toda la familia humana. Trabajar para sí mismo, como lo hizo este hacendado, acumulando su cosecha en graneros para darse buena vida en lujos y excesos, tenía consecuencias. Significaba la proliferación de la desigualdad social, del hambre y la miseria de las y los demás.
En cambio, trabajar para Dios, cosa que no hizo el hacendado, lo hubiera llevado a compartir sus ganancias con los trabajadores de su hacienda, y con quienes vivían en los alrededores, necesitados de alimento, vestido casa y salud, para que todas y todos tuvieran la vida plena que Dios quiere que gocen todas y todos sus hijas e hijos en este mundo.
El cuidado egoísta de la propia vida individual y del propio cuerpo individual, es el principio activo de las injusticias estructurales
Dijo a sus discípulos: "Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido; fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un codo a la medida de su vida?
Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás? Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!
Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos. Que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso".
Cuando individualmente buscamos satisfacer nuestras necesidades para la propia vida como la comida, la bebida y el vestido, nos olvidamos del resto de la familia humana y creamos sistemas que fomentan el egoísmo de los individuos y la preponderancia de unos cuantos grupos humanos sobre el resto de las demás personas.
Las políticas económicas del mundo que ponen los bienes de la tierra para proporcionar vida lujosa a unos cuantos, a costa de la destrucción de la vida del resto de los seres del planeta, no tiene sentido, es un absurdo.
Pensar egoístamente en la propia vida y en el propio cuerpo y no en la vida y el cuerpo de todas y todos, es la mentalidad que justifica el alimento exquisito y el vestido lujoso de unos cuantos, a costa del hambre y la desnudez de la multitud de pobres que viven el mundo de hoy. Los empresarios que despojan de un salario justo a sus empleados y les escatiman sus derechos laborales, para mantener su vida de lujo y opulencia, se olvidan del derecho que sus obreros y obreras tienen a la vida digna. Si disminuyeran su lujo, y vivieran con más modestia, sus colaboradoras y colaboradores en sus empresas, recibirían muchas mejores prestaciones y salarios. De este modo, todas las personas, cuya vida depende de esos negocios, viviendo en forma austera, pero digna, tendrían acceso al bienestar que todo ser humano debe tener.
Lo mismo debemos decir de quienes tienen responsabilidad en los Gobiernos de las Naciones, si tuvieran la mentalidad que surge de estas palabras de Jesús, velarían por el acceso a la vida digna de todas las ciudadanas y ciudadanos de sus respectivos países, no permitirían la desigualdad en los niveles de vida las personas, cuidarían la los niveles de corrupción al interior de la administración pública, y velarían por la distribución justa del ingreso. Los gobernantes disminuirían significativamente los altos y ofensivos niveles de vida que por medio de salarios desmesurados y prestaciones exageradas se asignan a sí mismos, en contraste con los salarios miserables que permiten se asignen a las y los trabajadores de las empresas y a los burócratas de nivel medio y bajo.
Este tipo de vida que sin ningún rubor se permiten las personas que están en el mundo empresarial y financiero, y en los puestos públicos y políticos, se justifica porque según su mentalidad, debe haber diferencias entre ellos y las simples personas del pueblo, porque éstas no merecen el lujo y la ostentación que ellos deben mostrar en los niveles de poder donde se mueven.
Desgraciadamente también estas diferencias las creamos quienes entendemos, dentro de la jerarquía eclesiástica, que hemos accedido a un nivel de poder, que nos da derecho al lujo y a la ostentación.
Lo que resulta más ofensivo a Dios de todos estos comportamientos, proviene de que el lujo y la ostentación en el que viven unas cuantas personas en la sociedad mundial, es a costa de los pobres con sus malos salarios, cuyo vestido es pobrísimo, su comida insuficiente, sus casas pobres e insalubres y reciben servicios raquíticos.
Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura. El Reino de Dios es el proyecto restaurador de la historia humana, según lo había decidido Dios desde el principio de la creación del mundo. Son los designios que permanecen en su mente y en su corazón. "Nadie ha visto jamás a Dios -nos dice el Evangelio de Juan- el Hijo único, Dios, que vive al lado del Padre, Él nos lo dio a conocer". Estos designios son de paz, de amor y de justicia.
"Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres a los que Dios ama". Con estas palabras anunciaban los ángeles a los pastores de Belén el proyecto para el mundo que traía el Mesías recién nacido. ‘La gloria de Dios es que el hombre viva', decía San Ireneo, y ‘el fruto de la justicia será la paz', dijo Isaías.28 Más tarde Jesús anunciará: "Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia".
Dios ha puesto a los pobres como destinatarios privilegiados de su Reino
"No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino".
Esta frase de Jesús nos ayudan a entenderla aquellas palabras suyas que nos transmiten los Evangelios de Mateo y Lucas: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Esta alabanza de Jesús al Padre, Mateo las pone en el contexto de la dureza de corazón con la que han rechazado su mensaje, los habitantes de Corazaín, Betsaida y Cafarnaúm, ciudades de Galilea. A las dos primeras ciudades las compara con Tiro y Sidón, ciudades paganas que hubieran sido más dóciles que ellas ante mensaje del Reino; en cambio, a Cafarnaúm lo compara con Sodoma y Gomorra, cuyos habitantes tendrán un juicio menos duro que Cafarnaúm, al final de los tiempos.
Los pobres son los que más entienden el mensaje del Reino, porque ellos no han contribuido a construir las estructuras sociales que producen y justifican la multiplicación de las desigualdades sociales. Ellos, los pobres, que son las víctimas del fruto infame de dichas estructuras, son quienes experimentan los resultados amargos del hambre que ellas provocan en el mundo.
Los pobres son quienes padecen en sus cuerpos y en su espíritu las consecuencias de la miseria en las que los ponen a vivir las argucias llenas de hipocresía, con las que los poderosos del mundo justifican las decisiones políticas y económicas, con las que excluyen de la vida digna a los millones de empobrecidos de la tierra. De esa manera convierten en sus esclavas y esclavos a las millones de empobrecidas y empobrecidos; les arrebatan los recursos naturales de sus territorios, con todo aquello que les debería proporcionar el confort necesario en alimentación, vivienda digna, agua, medio ambiente sano y recursos energéticos.
Por eso, una característica de la Iglesia de los pobres en América Latina, ha sido incorporar a los últimos de la sociedad que son los pobres, en las estructuras pastorales de consulta, decisión y ejecución, porque de esa manera la Iglesia se ha propuesto hacer acontecer el Reino de Dios en el mundo, de la manera como Cristo lo ha decidido. Es decir, que este Reinos se inserte en las estructuras históricas, a través de las que se construye la vida de los hombres y las mujeres que habitan el planeta.
Cristo sabe que es decisión del Padre que el Reino de Dios, que es un Reino de amor, de justicia y de paz, de libertad y de gracia, acontezca en la historia humana, para transformarla de una historia llena de injusticias y ofensas a la dignidad humana, en la historia verdadera de equidad y de amor, de respeto a la dignidad humana y a sus derechos, en donde se distingue verdaderamente lo que es éticamente justo y lo que no se puede aceptar, tanto en la conducción política, como en las decisiones que propician el acceso a la justicia y a la vida digna para todo el género humano.
Es lo que hizo Don Samuel en Chiapas, en donde los indígenas esclavizados por años en las fincas, confinados al hambre y la miseria y a la muerte prematura, se convirtieron en sujetos constructores de su comunidad eclesial y de estructuras sociales justas.
Igualmente es lo que hizo don Leónidas Proaño, con los pueblos indígenas de su Diócesis en Ecuador, a quienes entregó las tierras que la Iglesia, por años, había puesto en manos de hacendados mestizos que explotaban a los indígenas para su provecho, esclavizando al pueblo indígena, mediante el usufructo injusto de su fuerza de trabajo.
Monseñor Proaño recogió esas tierras a quienes por años la Iglesia se las rentó, y organizó a las comunidades indígenas que las empezaron a utilizar dentro de su cultura milenaria comunitaria, de modo que las hicieron producir para beneficio de todas y todos, generando un progreso tal, que provocó que el Ecuador reprodujera ese modelo en una reforma agraria a nivel nacional.
Y Monseñor Proaño toda su vida fue perseguido por esos hacendados que se habían aprovechado, no solamente de las tierras con las que la misma
Iglesia en otro tiempo les hizo poderosos, sino que explotaban a los pobres para hacer producir esas mismas tierras.
Monseñor Proaño igualmente, como lo hizo Don Samuel Ruiz en Chiapas, incorporó a los pobres en las estructuras eclesiales, para realizar una evangelización que tenía como finalidad provocar el acontecimiento del Reino de Dios en la historia.
Así ha trabajado el bendito Monseñor Casaldáliga y muchos de los pastores y de las pastoras en América Latina, catequistas hombres y mujeres, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, presbíteros y obispos. Su trabajo de organización de los pobres ha incomodado a los poderosos quienes, confabulados con aquellos que han contaminado desde dentro a la Iglesia de Jesús con el poder del mundo, han organizado una persecución contra estas pastoras y pastores; estas mismas personas, incómodas porque fueron afectadas en sus intereses, valiéndose de su influencia dentro de las estructuras de decisión de la Iglesia, han logrado que se desmonten muchos procesos pastorales en América Latina, en los que se estaba trabajando en sintonía con las decisiones del Concilio Ecuménico Vaticano II, que ha pedido que la Iglesia sea pobre, preocupada especialmente por los pobres del mundo y por la justicia social. La misma preocupación muestra el Magisterio Pontificio post Conciliar en sus documentos.
Trabajar para Dios y no para si mismo
"Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón".
Aquí Jesús nos invita a deshacernos de la codicia, que nos lleva a construir el mundo de tal manera, que sus estructuras nos permitan la acumulación de riquezas personales o familiares o de grupos encerrados en sí mismos; esta posición de acumular para nosotras y para nosotros mismos y nuestros allegados, nos pone fuera de la perspectiva del Reino.
Construir, en cambio, el mundo para Dios, significa trabajar por unas estructuras donde los recursos que hay en la tierra se ponen a disposición de todas y todos. Se trata de un mundo construido según el querer de Dios. Un mundo donde nadie pasa necesidad, como lo explica Lucas en el libro de los Hechos, cuando describe la vida de la primera comunidad cristiana en Jerusalén.
Es muy interesante cómo Jesús compara nuestras opciones fundamentales en la vida, con nuestro "tesoro". Si lo que te interesa es acumular riquezas, te metes a la dinámica de la producción sistemática de injusticias, de hambre y miseria para las y los demás. Si tu opción de vida es la justicia del Reino, tu corazón está muy cerca del corazón de Dios, y te pones a trabajar en el camino al que Jesús invitó al joven rico, cuando le dijo: ‘Va, vende todo lo que tienes, el producto de la venta dalo a los pobres, luego vienes y me sigues para anunciar y propiciar el acontecimiento del Reino de Dios en el mundo'.
La perspectiva de la instauración del Reino de Dios en la historia, en las recomendaciones de Jesús a la vigilancia
"Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!
Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre."
Esta actitud vigilante la tenemos que comprender desde el mandamiento del amor: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros.
Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros". Pues sobre esta perspectiva será el juicio de los habitantes de la tierra, al final de los tiempos, según versa al respecto el Evangelio de Mateo: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme".
De acuerdo a lo que hoy nos enseñan las ciencias humanas acerca de la Economía, de la Política, del Derecho, etc., nuestra respuesta a Dios en esta materia, no solamente al final de los tiempos, sino en las distintas etapas de la historia humana, que a cada generación nos toca protagonizar, tiene que ver con las estructuras sociopolíticas, socioeconómicas y socioculturales, que hemos construido. ¿Responden éstas a los niveles de justicia social y de bienestar al que tienen derecho todos los seres humanos vistos como individuos y asociados como conjunto humano, en los pueblos y naciones de la tierra, o como grupos específicos, niños, mujeres, trabajadores, pueblos originarios, campesino, etc., etc.?
Hoy el Derecho Internacional, además de los derechos civiles y políticos, que tienen que ver con los derechos humanos de la persona, vista individualmente, contiene los derechos colectivos que son los derechos económicos, sociales y culturales. Además ya se habla de derechos que deben alcanzarse en colaboración internacional, como son, por ejemplo, el derecho a la paz y el derecho al desarrollo.
Quienes tenemos el don de la fe, que nos hace entender que la misión de Cristo en el mundo es la de instaurar el Reino de Dios en la historia humana, tenemos una grave responsabilidad de promover dicha instauración.
Dijo Pedro: "Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?" Respondió el Señor: "¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir", y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. "Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más".
Ser discípulos del Reino nos compromete, desde el mandamiento del amor, a trabajar porque en el mundo existan las condiciones para que los seres
trabajar porque en el mundo existan las condiciones para que los seres
humanos reciban a tiempo la "ración" que les corresponde, conforme a los derechos inherentes a su dignidad de hijas e hijos de Dios.
Esta ración tiene que ver con todo lo que exige la vida plena, la vida en abundancia que el fermento del Evangelio suscita para todos los miembros de la familia humana, sin discriminación alguna, ni por raza, ni por religión, ni por grupo social, ni por condición o estado de vida. Nada justifica que alguien quede privado del acceso a la vida plena que le corresponde, en consonancia con su dignidad de persona.
Lo mismo se puede decir de todos los pueblos y colectividades en las que se encuentran distribuidos en el mundo, los miembros de la raza humana.
Sin embargo, nos queda bien claro también, que todo ser humano, todo grupo humano, desde el orden ético más elemental y el recto juicio de la razón humana, está obligado a promover la paz y la justicia en el mundo y la vida digna para todos los seres humanos.
La irrupción en la historia humana del Espíritu Santo, creador y restaurador, consecuencia de la Pascua de Jesús
"He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! "¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
Estas palabras de Jesús las comprendemos más integralmente a la luz de Pentecostés narrado por el Evangelio de Juan: Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz con vosotros." Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío." Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".
El fuego que Jesús vino a traer a la tierra es el fuego del Espíritu, que ilumina la conciencia personal y social de los hombres y las mujeres y la purifica, para que distingan perfectamente el bien del mal.
Desde el Evangelio de Jesús, predicado y atestiguado por los discípulos fieles del Reino, que son los profetas de la Nueva Alianza iniciada por la Pascua de Jesús, no puede ya haber lugar para las justificaciones que se manejan entre los círculos de los poderosos del mundo, para cometer todo tipo de atrocidades y las violaciones que ellos fraguan contra la vida humana y su dignidad, con tal de acumular pingües ganancias a través de sus negocios.
Esta ha sido la posición de los profetas de América Latina, que asumieron con toda claridad lo que el Espíritu Santo le dijo a la Iglesia por medio de los padres conciliares asistentes al Concilio Vaticano II.
Personas como Enrique Angelleli en Argentina, Oscar Arnulfo Romero en el Salvador y Juan Gerardi en Guatemala, mártires del Evangelio hasta la efusión de la sangre, junto con numerosos y numerosas catequistas, activistas sociales, hombres y mujeres, religiosas, religiosos y sacerdotes igualmente martirizadas y martirizados. E ellas y ellos se unen Leónidas Proaño, Samuel Ruiz, Pedro Casaldáliga, y numerosas profetizas y profetas que han vivido en continua persecución, víctimas de constantes amenazas y difamaciones, con humillaciones de todo tipo. Todos ellos y todas ellas han sido implacables e incontenibles en su profetismo. Y no podía ser de otra manera, su modelo ha sido siempre Jesús, cuya vida en la tierra fue signo de contradicción. Pero como Él lo hizo, todo esto lo han asumido en medio de una grande serenidad y paz interior, como ayer nos atestiguaban quienes hablaron de Don Pedro Casaldáliga, llenos y llenas de un ‘amor subversivo', como Don Pedro considera el amor que inspira a los profetas para defender la justicia y el derecho en esta tierra. Este amor subversivo busca, por todas las formas, en este momento de la historia, que las y los excluidos se integren en la construcción de la comunidad humana, con toda la riqueza que poseen en la sabiduría que les caracteriza, por ser las y los preferidos en el Reino de Dios.
En una actitud de constante vigilancia, tenemos que leer los signos de los tiempos, para escuchar en ellos la voz de Dios.
Decía también a la gente: "Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: "Va a llover", y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: "Viene bochorno", y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? "¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?"
Las seguidoras y los seguidores de Jesús, no podemos seguir tragándonos las explicaciones superficiales con las que las y los poderosos de este mundo, justifican los sistemas creados por ellas y ellos, para desplazar del acceso al bienestar y a la vida digna a miles de millones de personas. Todo ello mediante la instrumentación de estructuras bien calculadas, en orden a propiciar las condiciones que en estos momentos, en forma progresiva, provoca la globalización de la desigualdad mediante la inducción de la pobreza, cuya mancha cada día se extiende a espacios poblacionales y geográficos más amplios, por todo el planeta.
Más adelante, el Evangelio de Lucas, nos transmite unas palabras donde Jesús advierte de las consecuencias que lleva consigo la frivolidad que atrofia la capacidad de las personas para comprender correctamente la falta de respeto y la violación de derechos contra las minorías de la sociedad, a quienes se les considera personas insignificantes. Debido a esto no damos la suficiente importancia a los acontecimientos que les dañan, al punto de llevarles incluso a una muerte desdichada. 45 Sin embargo Jesús nos advierte que si no reaccionamos ante los abusos que se cometen con seres humanos, por más insignificantes que ellos nos parezcan, vamos a perecer todas y todos, de la misma manera.
Si no hacemos nada por cambiar la situación de las cosas en este mundo tan injusto, los pobres serán testigos en nuestra contra delante de Dios
"Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo".
En el Evangelio de Mateo, estas palabras de Jesús están colocadas en un contexto diferente, que tiene que ver con las ofrendas que se llevan al altar del Templo. Jesús nos dice que, si cuando estemos ante un altar para realizar un acto de culto a Dios, recordamos que alguna persona tiene algo contra nosotros, dejemos la ofrenda sobre el altar, y vayamos a reconciliarnos primero con la persona ofendida por nosotros, y luego podemos regresar a realizar nuestro rito sagrado.
El contexto en el que pone el Evangelio de Lucas estas palabras de Jesús, que se refiere a la lectura atenta que debemos hacer de los signos de los tiempos, pone una advertencia mucho más exigente, porque ya no se trata de que nos tenemos que reconciliar con un solo individuo que fue ofendido. El Evangelio de Lucas, al contextualizar estas palabras dentro de la lectura atenta a los signos de los tiempos que nos recomienda Jesús, nos pone ya ante una multitud de personas dañadas por los sistemas políticos y económicos que atentan contra la vida humana de manera sistemática y recurrente, produciendo múltiples injusticias y desigualdades sociales.
Cuando nos ponemos delante de Dios para realizar nuestros ritos sagrados, tenemos que volver la mirada a nuestro alrededor y contemplar los rostros sufrientes que nos interpelan, mirar las penalidades de las víctimas de la
migración forzada y ver los rostros de la mujeres y los niños esclavizados por el jugoso negocio de la trata de personas. Ante nosotras y nosotros aparece el rostro de los padres de familia que no tienen nada de recursos para atender sus hogares, porque están desocupados o bien, porque los explotan por salarios miserables, si es que tienen un trabajo. Los rostros de esas mujeres pobres, de esos hombres pobres y de las niñas y los niños que mueren antes de tiempo, o bien, estas últimas y estos últimos están condenadas y condenados a ser unas y unos parias, porque no tuvieron alimentación adecuada, cuando debían consumir todo lo necesario que su organismo necesitaba, para tener la suficiente capacidad de atención y retención en los procesos de aprendizaje, y tal vez ni tendrán la oportunidad de asistir a una escuela.
Ante nuestros ojos están las víctimas de los sistemas injustos que excluyen, marginan y dejan tirada por el camino a tanta gente; ante ellas se levanta un muro infranqueable, que les obliga a permanecer en niveles infrahumanos de vida durante toda su existencia en esta tierra. Con todas estas personas nos tenemos que reconciliar, mientras vamos compartiendo con ellas y ellos este tramo de la historia humana. Jesús nos urge en las palabras suyas que estamos comentando, a que nos reconciliarnos con ellas y ellos, antes de llegar ante el Magistrado, y tal reconciliación lleva consigo la reparación de la justicia. En las palabras de Jesús entendemos bien que el Magistrado es Dios, quien dispuso todos los recursos del mundo para el bienestar de todas las mujeres y todos los hombres que, a través de la historia, poblarían el mundo.
La restitución de la justicia hacia las y los pobres de la tierra, lleva consigo trabajar por la transformación de las estructuras injustas, establecidas a través de modelos sociales impuestos, en orden a concentrar en unas cuantas manos los recursos destinados al bienestar de todos los habitantes de la tierra.
Si nosotras o nosotros no asumimos nuestra responsabilidad con toda esa gente, trabajando para que las cosas cambien, y se establezcan modelos políticos y económicos justos, que promuevan la vida plena dispuesta por Dios para todas sus hijas y todos sus hijos, mediante la justicia y el respeto a los derechos inherentes a la dignidad de las personas y de los pueblos, condiciones indispensables para que vivamos en paz y armonía entre nosotras y nosotros, si no trabajamos por esa necesaria transformación del mundo, y esta es una advertencia de Jesús, los pobres serán nuestros acusadores ante el Magistrado y Juez supremo, que es Dios, porque no hicimos nada por ellos.
Pero Jesús nos dice que se puede dar el caso de que sean los pobres quienes hablen por nosotras y nosotros, cuando comparezcamos ante el Juez Supremo, si nos pusimos a su servicio en esta tierra, en el tiempo oportuno. Y para animarnos a ello, Jesús nos dejó la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro, para ayudarnos a no permanecer indiferentes ante los sufrimientos de los pobres del mundo, sino que nos pongamos a trabajar para remediarlos, y no de manera paliativa, sino por medio de una transformación profunda en las estructuras que producen a los millones de Lázaros en el mundo de hoy.
CONCLUSIÓN
San Pablo dice en la Primera Carta a los Corintios: "Miren hermanos quienes han sido llamados: entre ustedes no hay muchos sabios humanamente hablando, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, por el contrario, Dios ha elegido a los locos del mundo para humillar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes. Dios ha elegido a la gente sin importancia, a los despreciables del mundo, para anular a los que valen algo. Así nadie podrá gloriarse frente a Dios".
Santiago, por su parte, en su carta recrimina que en la comunidad se haga distinción de personas. No acepta que al que entre elegantemente vestido a la reunión de la comunidad se le ponga en lugar especial, y al pobre, se le mande a sentar en el piso,51 y concluye su reproche con estas palabras: "¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados? Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan hermoso que ha sido pronunciado sobre ustedes? Por lo tanto, si ustedes cumplen la Ley por excelencia que está en la Escritura: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo', proceden bien. Pero si hacen acepción de personas, cometen un pecado y son condenados por la Ley como transgresores".52
Ambos textos reflejan el cuidado que tenía la primera comunidad cristiana de que no se diera diferencia alguna entre los discípulos de Jesús, en cuanto a la común dignidad que toda persona tiene en la presencia de Dios. Guardaban muy bien aquellas palabras de Jesús: "En cuanto a ustedes, no se hagan llamar ‘maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen ‘padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco ‘doctores, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.53 Cuando Jesús habló de este aspecto a sus seguidores, lo hizo para que no imitaran la actitud de las autoridades religiosas de su tiempo, a quienes les gustaba marcar claramente el nivel religioso y social en el que ellos solían colocarse, por encima del resto del pueblo.
Por eso San Pablo resalta la composición de la comunidad de Jesús, donde todos provienen de un nivel semejante, que no son ni sabios, ni poderosos, ni nobles, y agrega que Dios lo quiso así, para que nadie pueda gloriarse ante Él, es decir, nadie llega a formar parte de la comunidad cristiana por mérito propio alguno de modo que, la comunidad cristiana tiene como condición esencial la igual dignidad de todas y todos, porque ante Dios nadie puede gloriarse de algo que lo ponga por encima de las demás hermanas y los demás hermanos. Esta verdad teológica la tenían muy clara las primeras comunidades cristianas.
La Carta de Santiago nos ayuda a entender la radicalidad de esta verdad teológica. El autor de la carta reacciona fuertemente ante la acepción de personas que se hace dentro de las comunidades cristianas, y afirma "Si ustedes cumplen la Ley por excelencia que está en la Escritura: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo', proceden bien. Pero si hacen acepción de personas, cometen un pecado y son condenados por la Ley como transgresores". El mandamiento del amor, formulado por Jesús en los términos del libro del Deuteronomio, lleva implícito el concepto de la común dignidad de la persona humana. El autor de esta carta en el texto que nos ocupa, expresa una doble condena de la práctica de la acepción de personas en la comunidad cristiana, considera a quienes la practican "jueces malintencionados" (v. 4) y "condenados por la Ley como transgresores" (v. 9).
En este mandamiento del amor recíproco Jesús puso el fundamento de la identidad de la comunidad de sus discípulos y discípulas ante el mundo, afirmando que ese sería el signo distintivo por el que el mundo nos reconocería como discípulos suyos.54 El complimiento de este mandamiento lleva consigo el conservar, vivir y respetar diáfanamente el aprecio y el respeto a la común dignidad entre nosotras y nosotros.
El Concilio Ecuménico Vaticano II en la Constitución Lumen Gentium habla sobre la común dignidad de todas las bautizadas y los bautizados en la Iglesia,.55 Este principio de la Común dignidad entre las y los bautizados está en concordancia con la dignidad común de que gozan todos los seres humanos en el mundo. Y no podía ser de otro modo, pues la gracia de Cristo a la que participamos, efecto de la salvación que él nos da por el misterio de su muerte y resurrección, supone la naturaleza humana que nos es propia, con la dignidad que le otorgó nuestro Creador y, si bien esta gracia que el Espíritu Santo comunica a quienes por la profesión de fe ingresamos a la Iglesia por el bautismo, la común dignidad que poseemos con todos los miembros de la familia humana queda fortalecida para vencer el mal en nosotras y nosotros mismos y en el mundo, por medio de la acción del Espíritu en nosotros, sin embargo, la dignidad correspondiente a nuestra condición de personas permanece igual a la que poseen todos los seres humanos, con quienes compartimos la vida en el mundo.
El recorrido que hemos hecho, al reflexionar el Evangelio de San Lucas en los Caps. 11 y 12, nos ha llevado a entender, que para Jesús esta común
dignidad de la que participamos los hombres y mujeres de cualquier condición, raza, religión o pueblo, otorga los mismos derechos y las mismas obligaciones en la construcción del mundo y de la historia. Esos derechos que tenemos todas y todos por igual, tienen como fundamento la dignidad humana, que es inherente a nuestra naturaleza común e idéntica en cada ser humano y, como tales derechos son inherentes a la dignidad de nuestra naturaleza, cada ser humano está obligado a respetarlos en sus semejantes.
Teniendo en cuenta la palabra de Jesús el convencimiento de la Iglesia desde sus inicios acerca de esta igualdad de derechos, lo reflejan tanto las narraciones del libro de los Hechos de los Apóstoles56, como los textos de la primera Carta a los Corintios de San Pablo y la carta de Santiago a los que nos referimos antes. Por ello San Pablo dice tajantemente que Dios sabiamente llamó a su comunidad a personas que no tenían de que gloriarse ante Dios, engañadas por los criterios del mundo, que hacen creer que el poder que da el dinero, o un rango de nobleza, o el acceso a un conocimiento humano especializado, les concede un mayor rango de dignidad ante quienes no tienen eso. Dios llamó en principio a quienes ni son sabios, ni tienen poder por nada, ni rangos de nobleza, de ese modo todos lo único que poseían era la verdadera y propia dignidad que es igual para todas y todos.
Y no es que a la comunidad de Jesús no fueran a ingresar nobles, o ricos, o entendidos de las ciencias de este mundo; de ninguna manera, sí iban a poder entrar, como lo pueden hacer también hoy, pero el fermento que Jesús crea en una comunidad humana verdadera como es la de los discípulos del Reino, es un vehículo pedagógico para que esas personas, que viven engañadas por las lisonjas del mundo, y consideran que son más importantes que los demás, y movidos por sus engaños aniquilan a seres humanos, les despojan y humillan, al ingresar a una comunidad cristiana verdadera, redimensionen su vida dentro del orden de la verdad y del amor a sus semejantes, ayudados por esa comunidad que vive en la justa medida la verdad sobre el ser humano y su dignidad, dentro de los valores del Reino. Desde una nueva mentalidad tales personas se integrarán al trabajo de construir una comunidad humana verdadera, en el amor y respeto a la vida y dignidad de las y los demás.
Esa misma razón tiene el autor de la Carta de Santiago, al no permitir que se hiciera acepción de personas por razones del vestido de lujo de algunos y el atuendo pobre de otros. Los dos reproches que hace Santiago, como ya señalamos arriba, tienen que ver con esta igualdad en la dignidad de cada una de las personas.
Desde todos estos datos que hemos recogido de la palabra de Jesús en el Evangelio de San Lucas, y lo que aprendimos de los textos de los demás Evangelio y de otros escritos apostólicos a los que acudimos para profundizar en la palabra de Jesús, podemos comprender el enorme giro que dio la Iglesia latinoamericana al hacer una opción decidida por los pobres, sin caer en la tentación de evangelizarlos solamente como objetos de nuestro quehacer pastoral, sino con el firme propósito de ir a leer el Evangelio con ellos, aprender de ellos, incorporarlos a nuestras estructuras pastorales de propuesta, de construcción de las decisiones y de ejecución de las acciones,
como ya dije antes, esta decisión nos transportó a redimensionar de manera coperniquiana nuestra visión y nuestro ser Iglesia.
Pasamos de una Iglesia autorreferencial, que se sentía el centro del mundo, a una Iglesia servidora, especialmente de los más abandonados, con interés por los que se han alejado de ella y los que siempre han vivido lejos de ella. Hemos pasado de una lectura del Evangelio, de manera individualista, a una lectura con sentido comunitario. Con los pobres incorporados a nuestras estructuras pastorales, hemos entendido que la Iglesia no se construye solamente para sí misma, sino que debe responder a las necesidades del mundo y de la historia.
Con los pobres en nuestros Consejos y Equipos pastorales, el Evangelio extiende su luz a las calles y a las barriadas, a las fábricas y los mercados, a las escuelas y a las universidades; a los espacios de donde se construyen las decisiones en el orden político y en el económico; también el Evangelio lanza su luz ahí donde se deciden las políticas públicas y se escogen los candidatos de los partido; también empezamos a mirar como se estructuran las campañas electorales y como se cocinan los procesos de elección para los puestos públicos. También sabemos que pasa en las cárceles y lo que sucede en los hospitales y en los psiquiátricos. Con los pobres sabemos donde corre la droga, donde se la venden a los jóvenes, quienes tienen desaparecidos y quienes tienen asesinados, encarcelados y torturados.
Con los pobres entendemos para qué dejó Jesús en la tierra a su Iglesia, aprendemos a leer el Evangelio entrelazado con la historia humana y conocemos el porqué de la Eucaristía y la gracia que se nos comunica en la vida sacramental. Aprendemos a orar a un Dios vivo, cercano, que consuela y acompaña, que se hace presente en el corazón de las sencillas y sencillos, y que mantiene el el calor humano entre mucha gente insignificante, que solidariamente se apoyan entre ellos, en sus tristezas y angustias y participan también de la fiesta y se gozan de los éxitos del vecino y la vecina, del amigo y de la amiga.
EN RESÚMEN: JUNTO A LOS POBRES, DENTRO DE NUESTRAS COMUNIDADES ECLESIALES, ENTENDEMOS TODO LO QUE DIOS LES REVELA SOLAMENTE A ELLOS, ACERCA DEL REINO DE LOS CIELOS, DEL VERDADERO SENTIDO DE LA VIDA HUMANA Y DE UN ORDEN SOCIAL JUSTO. ENTRE ELLOS DISTINGUIMOS LO QUE ES JUSTO Y LO QUE NO LO ES. DESDE LA OPCIÓN POR ELLOS ENTENDEMOS COMO FUNCIONAN LAS ESTRUCTURAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS QUE PROVOCAN EL HAMBRE, LA VIDA MISERABLE ENTRE BARRACAS DE TANTA GENTE, ETC. ENTENDEMOS CON TODA CLARIDAD EL EVANGELIO. PARA LEER CON ACIERTO LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS.
Ponencia de Fr. Raúl Vera, O.P., Obispo de Saltillo, México
Congreso “Teología de la Liberación Hoy”
Asociación Juan XXIII