lunes, 31 de agosto de 2015
viernes, 28 de agosto de 2015
miércoles, 26 de agosto de 2015
martes, 25 de agosto de 2015
|
Palabra del día
|
|
The Siesta. Frederick Arthur Bridgman (1847-1928)
siesta
Palabra
derivada del latín sex 'seis'. Los romanos contaban las horas a partir
de la salida del sol, de modo que al mediodía, cuando el calor se acentuaba,
era, aproximadamente, la hora sexta, por lo que se llamó sexta en
latín ibérico –y más tarde siesta– al tiempo en que se almuerza y se
echa luego un breve sueño, antes de continuar las actividades vespertinas.
Según el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias (1611), la
siesta 'es el tiempo que transcurre entre el mediodía y las dos de la tarde'.
Este mismo diccionario define sestear como 'reposar a la sombra en la
hora de sexta, que es la del medio dia'. En los escritos del siglo XIII,
figuraban los términos sexta y sesta para indicar tanto esa
hora, como el ordinal del número seis, pero a siesta, que también se
usa, ya se le daba el significado actual.
La palabra española fue adoptada también por el inglés, como vemos en este
trecho del New York Times:
Before
the days of long commutes and heavy traffic, most Spaniards returned home for
lunch and a siesta at midday (The New York Times, 1/1/2006). En
castellano, "Antes de los días de largos viajes y tráfico pesado, la
mayoría de los españoles volvían a sus casas al mediodía, para almorzar y
tomarse una siesta".
__________________________________________________________________
Otras entregas de Ricardo Soca se pueden leer en En perspectiva. __________________________________________________________________ |
lunes, 24 de agosto de 2015
domingo, 23 de agosto de 2015
Somos feas pero estamos aquí:
"nou lèd, nou la"
Leonardo Boff
Una de las
historias más conmovedoras que he leído últimamente es de una escritora
haitiana, nacida en 1969, que vive desde hace muchos años en Estados Unidos:
Edwidge Danticat (ver en perterjose604@yahoo.com.br).
Fundamentalmente cuenta las historias que oyó a su abuela negra, en las largas
noches de los apagones habituales del Haití pobre.
En
una de aquellas noches, la abuela, entre otras muchas historias, contó también
aquella que ha permanecido en la memoria del pueblo hasta el día de hoy: el
trágico destino de Anacaona. Era reina, poeta, pintora y danzarina.
Gobernaba la parte oeste de la isla, llamada Ayiti, que en la lengua
indígena original significaba “tierra de grandeza”, por la exuberancia
de su paisaje verde.
Todos
vivían tranquilos en aquella parte hasta que llegaron por mar los españoles,
sedientos de oro y riqueza. Saqueaban y mataban en función de su provecho. Así
que pronto prendieron a la reina Anacaona, la violaron y la mataron. Toda la
aldea fue saqueada y destruida. En el siglo XVI con la presencia de los
españoles, todos los indígenas murieron a causa de las enfermedades de los
blancos o fueron simplemente asesinados. Para sustituirlos trajeron como
esclavos a miles de africanos. Así y todo, muchas niñas negras reciben hasta
hoy el nombre de Anacaona en recuerdo tanto del esplendor del pasado como de la
continuada agonía del presente.
Pero
con la esclavización de los africanos se sentaron las bases del empobrecimiento
de esta hermosa isla, hoy la más pobre de América Latina. A pesar de eso, los
haitianos nunca se resignaron, resistieron y, mediante una revuelta de
esclavos, fueron los primeros en erradicar la esclavitud en 1794. Después en
1804 crearon una nación independiente. No les valió de mucho, porque después
vinieron los franceses y los norteamericanos, que ocuparon la isla, explotaron
sus riquezas y en seguida impusieron sangrientas dictaduras que generaron una
gran miseria que perdura hasta el día de hoy. Como si eso no bastase, el 12 de
enero de 2010 fue asolada por un terremoto de proporciones catastróficas,
dejando cerca de 200 mil muertos y tres millones de personas sin hogar, drama
con consecuencias desastrosas, todavía no sanadas por falta de solidaridad
internacional.
Edwidge
Danticat narra lo que oyó a su abuela sobre los padecimientos de los esclavos,
pero también de su resistencia y de su fe. Los esclavizados creían que cuando
muriesen sus espíritus volverían a África, a una tierra pacífica de nombre Ginen,
habitada por dioses y diosas bienhechores. Así daban un sentido mayor a su
deshumanización y abrían la puerta a una vida de libertad y bienaventuranza.
Curiosamente,
en medio de las mayores adversidades, desarrollaron una visión encantada de la
vida. De acuerdo con esta visión, según ellos, lo que cuenta de verdad en la
vida es estar vivo y sobrevivir. Fue lo que más impresionó a la autora. La
abuela contaba que las mujeres como ella, cuando se encontraban en los caminos,
o volvían cansadas y llenas de polvo del trabajo en el campo, se saludaban con
esta expresión: nou lèd, nou la, que quiere decir: “somos feas pero
estamos aquí”.
Comenta
Edwidge: “Tal vez este dicho no agrade a la sensibilidad estética de algunas
mujeres. Pero este dicho es para las mujeres pobres haitianas, como mi abuela,
más querido que mantener la belleza real o producida. Lo que vale celebrar es
el hecho de que estamos aquí, de que a pesar de todos los sufrimientos,
existimos. La esencia de la vida es la supervivencia, es poder seguir
viviendo”.
Edwidge
concluye su relato clamando: «Nosotras somos hijas de Anacaona. Nos curvamos
pero no nos doblamos. No somos atrayentes, pero aun así resistimos. De vez en
cuando debemos gritar lo más lejos que el viento pueda llevar nuestras voces: Nou
lèd, nou la! Somos feas pero estamos aquí».
¿A
que viene la narración de esta saga? Es la constatación del hecho de que tantos
y tantas en la vida pasan por tragedias absurdas, sufriendo a más no poder,
como al ver a su hijita en la cuna muerta por una bala perdida de la policía o
de los traficantes. Y derramadas todas las lágrimas, al final terminan también
diciendo: «somos víctimas y somos pobres, ¡pero estamos aquí! La vida dura y
luchada debe continuar». Y siguen adelante, “sin nadie con quien contar”, como
dice la canción.
¿Este
relato no puede valer también para el PT actual? Un puñado de miembros
corruptos, que deben ser juzgados y condenados, traicionaron los ideales
originarios. La gran mayoría, especialmente en las bases, sin culpa alguna en
los crímenes, son despreciados, difamados y perseguidos. A ellos les cabe repetir
lo que dicen las mujeres “feas” de Haití dicen: «Nos curvamos pero no nos
rompemos. Seguiremos levantando la bandera de la ética y concretando políticas
buenas para el pueblo. A pesar de haber sido humillados, sobrevivimos y aquí
estamos para realizar este sueño: ser un país rico porque consiguió
disminuir las desigualdades y realizar algo de la justicia social anhelada
desde siempre».
viernes, 21 de agosto de 2015
miércoles, 19 de agosto de 2015
martes, 18 de agosto de 2015
|
lunes, 17 de agosto de 2015
La cuarta parte de la comida que va a la basura acabaría con el hambre en
el mundo
MADRID.- Reducir en un 25% la comida que perdemos o
desperdiciamos salvaría las vidas de los 795 millones de personas que
corren peligro de muerte por desnutrición, e incluso bastaría para cubrir las
necesidades de los más de 870 millones que padecen hambre, según un informe
de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas
(FAO).
Naciones Unidas es incapaz de extraer aspecto positivo alguno del desperdicio
de comida, que no solo es uno de los principales factores de inseguridad
alimentaria; también es responsable de generar graves efectos contra el
cambio climático y es consecuencia y símbolo de la ineficacia de los
sistemas de distribución y consumición en el primer y tercer mundos.
Ambos
comparten cifras parecidas en lo que al vertido de alimentos se refiere: los
países industrializados tiran anualmente 670 millones de toneladas de comida
por 630 de los países en desarrollo. Tiramos casi la mitad de las frutas y
los vegetales (50%), por delante del pescado (35%), los cereales (30%) o la
carne (un 20%).
Ello
no quita para que según un informe de la Organización para la Agricultura y la
Alimentación de Naciones Unidas (FAO). Ello no quita para que los países ricos
sigan desperdiciando casi tanta comida (222 millones de toneladas) como la
producción entera del África Subsahariana (230 millones de toneladas), por no
mencionar la diferencia existente en el comportamiento individual. Un residente
de un país rico puede tirar entre 95 y 115 kilos de comida al año. En el
África subsahariana y en el sureste de asia, esa cantidad es solo de entre 6 y
11 kilos.
El futuro no ofrece más que alarmas. Las estimaciones indican que la
producción alimentaria en 2050 deberá ser un 60 por ciento mayor que la de 2005
para cubrir las necesidades de los 9.600 millones de personas que vivirán en el
planeta para ese año, y la complejidad de los sistemas de distribución de
alimentos, en lugar de aliviar el problema, solo han conseguido que se
manifieste de formas tan variadas como difíciles de combatir.
Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda son los países más
negligentes a la hora de desperdiciar comida. Entre todos ellos tiran el 39
por ciento de la comida que compran, seguidos de Europa, que arroja al
vertedero el 31 por ciento de los alimentos adquiridos.
Diferencia entre "pérdida" y
"desperdicio"
La
"pérdida de comida" no es intencionada y es un fenómeno
característico de los países en desarrollo. Se debe a deficiencias de
equipamiento, transporte e infraestructura. Sin embargo, el
"desperdicio" de comida, voluntario, es mínimo.
La situación es exactamente la contraria en los países ricos, donde entran en
juego otros factores, orientados a, o procedentes del consumidor. "Grandes
cantidades de comida", apunta la FAO, se desperdician debido a unos
estándares de calidad que sobreenfatizan la apariencia de los alimentos".
A ello hay que añadir el consumo excesivo, que nos lleva a comprar más comida
de la que necesitamos, y que después tiramos cuando expira su fecha de
caducidad.
Daño medioambiental
El
impacto medioambiental tanto de la pérdida como del desperdicio de alimentos es
muy elevado. El total de CO2 producido por la comida eliminada es de 3,3
gigatoneladas. Para hacerse una idea, si la comida desperdiciada o eliminada
fuera un país, sería el tercero en emisión de gases contaminantes del mundo,
solo por detrás de Estados Unidos y China.
Más aún: el ser humano usa cerca de 1.400 millones de
hectáreas (un 30 por ciento del terreno agrícola existente) para cultivar alimentos
que nunca llegan a consumirse. La cifra se dispara en el uso de agua
potable: desperdiciamos más agua para cultivar alimentos que nunca comemos que
la que pueden usar en todo un año gigantes como India o China.
"El cambio climático tiene que ver, por encima de todo, con el
desequilibrio entre nuestra economía de producción y consumo y la capacidad
de sustentación que ofrece el planeta", explica a The Guardian
Robert van Otterdijk, coordinador del programa para el ahorro de alimentos de
la FAO.
"La producción de comida es uno de los mayores sectores productivos del
mundo, y si un tercio de todo esto se produce en vano, imaginen el efecto que
puede tener en los recursos naturales, en la tierra, en el agua, en la energía
y en los gases que provocan el 'efecto invernadero'.
sábado, 15 de agosto de 2015
viernes, 14 de agosto de 2015
Casi medio millón de católicos pide al Papa
que no dé la comunión a divorciados
vueltos a casar
Cerca de medio millón de personas firmaron una
petición en contra de que el papa Francisco autorice la comunión a los
divorciados que se vuelven a casar y de condena a la unión entre
homosexuales, informaron este jueves los organizadores de la iniciativa.
Según la página internet www.filialsuplica.org, más de 462.700 personas en todo el
mundo habían firmado hasta este jueves la petición. Llamada "Filial
Súplica a su Santidad para el futuro de la familia", los firmantes
piden con ese mensaje al "papa Francisco que reafirme categóricamente la
enseñanza de la Iglesia de que los católicos divorciados y vueltos a casar
civilmente no pueden recibir la Sagrada Comunión y que las uniones
homosexuales son contrarias a la ley divina y a la ley natural".
La iniciativa fue lanzada por varias organizaciones católicas conservadoras,
conocidas por sus campañas en contra del aborto y que cuentan con el apoyo de
numerosos dirigentes de la Iglesia católica.
Entre los firmantes figuran varios obispos y cardenales, entre ellos el
estadounidense Raymond Burke, cuya influencia en la Curia Romana ha
disminuido tras la elección en 2013 del papa argentino.
El pontífice convocó para octubre un sínodo o asamblea de obispos de todo el
mundo para debatir varios temas que se anuncian complicados, si bien el
documento de trabajo divulgado en junio resulta una mediación entre posiciones
progresistas y conservadoras.
La cuestión de los católicos que se casan en segundas nupcias divide a la
Iglesia, al igual que el lugar de los homosexuales en su seno o las uniones
civiles. El tema es especialmente espinoso en los países en desarrollo,
opuestos a cualquier cambio y enfrentados a una línea más moderna, que aspira a
conseguir una cierta apertura.
El asunto suscitó fuerte debate durante el sínodo sobre la familia de
octubre pasado y deberá ser central durante el segundo sínodo, que tiene que
elaborar recomendaciones para el papa. La semana pasada Francisco pidió que
no se trate como excomulgados a los divorciados que se vuelven a casar.
"Los divorciados que se vuelven a casar forman parte siempre de la
Iglesia", afirmó el papa quien recordó que esas personas "no están
excomulgadas, como algunos piensan: ellas forman parte siempre de la
Iglesia", insistió Francisco.
Para la Iglesia, no se puede disolver un matrimonio religioso, y el derecho
canónico, que considera a las personas que se casan por segunda vez como
infieles a su primer cónyuge, las excluye de los sacramentos, incluida la
comunión.
La excomunión es, sin embargo, una sanción más dura, ya que también implica
la exclusión de la comunidad.
Palabra del día
|
|
energúmeno
Los antiguos buscaron diversas explicaciones para el
comportamiento de quienes sufrían males como la epilepsia y algunas
histerias. Los romanos decían que estas personas –a quienes llamaron energumenus,
del griego energoumenos– padecían de encantamientos.
Con el advenimiento del cristianismo, surgió la hipótesis de que estaban
poseídas por el demonio, que este ocupaba sus cuerpos y solo los abandonaba
si era obligado a hacerlo mediante un exorcismo.
Uno de los primeros autores españoles que empleó la palabra energúmeno fue
Benito Jerónimo Feijóo en su Teatro Crítico Universal, en 1739:
¿Cómo, o por qué hoy en todas partes es incomparablemente
mayor el número de Endemoniadas, que de Endemoniados, de modo, que para cada
Energúmeno de nuestro sexo, hay ciento del otro? Algo más difícil les será
disolver este Problema, que a mí el que me opusieron.
El vocablo aparece ya en la primera edición del diccionario de la Academia:
La persona que está espiritada &ograv; endemoniada. Viene
del Latino Energumenus, que significa esto mismo.
Con el paso del tiempo, la denominación energúmeno pasó a aplicarse a la
persona que se descontrola fácilmente o se enfurece con violencia.
Energoumenos se derivaba del verbo griego energein 'actuar',
'hacer algo con relación a alguien'.
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________ |
miércoles, 12 de agosto de 2015
martes, 11 de agosto de 2015
Palabra del día
|
|
negocio
Para los romanos, menos dados al ocio fecundo que los griegos,
negotium significaba 'ocupación, quehacer, trabajo' y por eso formaron
esta palabra, que es una contracción del adverbio nec 'no' y el sustantivo
otium 'ocio', 'descanso', 'recreación'.
La palabra negocio está
registrada por primera vez en español en los poemas de Berceo, en el siglo
XIII:
Sufrió buena ofrenda, buen present, e
granado,
Rendiendo a Dios graçias, e al sancto perlado, Commo qui su negocio a tan bien recabdado, Pagado e alegre tomó a su condado.
Vale la pena precisar que los latinos llamaban otium no
solo a la recreación, sino también al tiempo dedicado a las artes. Así, el otium
litteratum era el tiempo libre que dedicaban a las letras.
__________________________________________________________________ Otras entregas de Ricardo Soca se pueden leer en En perspectiva. __________________________________________________________________ |
miércoles, 5 de agosto de 2015
Orar ¡por los condenados en el infierno!
Martin Gelabert Ballester, OP
En ocasiones los predicadores exhortan a sus oyentes a orar por los pecadores. Quizás sería bueno preguntarse qué hay detrás de este tipo de recomendaciones. Porque todos somos pecadores. Pero, normalmente, cuando se pide que oremos por los pecadores se suele pensar en aquellas personas alejadas de la Iglesia que supuestamente viven, piensan y actúan de forma reprobable y muy distinta a cómo lo hacemos nosotros. Cada uno sabrá cuales son sus presupuestos no explicitados. En todo caso, no sería conveniente que nuestra plegaria por los pecadores estuviera cargada de un rechazo hacia ellos. ¿Quizás san Pablo atisbaba este peligro cuando recomendaba a Timoteo que la oración “por todos los seres humanos” fuera “sin ira ni malas intenciones” (1 Tim 2,8)? Pecadores, insisto, somos todos. En este sentido, todos necesitamos orar por nosotros mismos y los unos por los otros. Para que nuestra vida sea una continúa conversión a Dios.
Ahora bien, si una personalidad cristiana, respetable y prestigiosa, nos invitase a orar por los condenados en el infierno, probablemente la sorpresa sería mayúscula. Los pecadores aún tienen una posibilidad de convertirse. Los condenados ya han llegado al final de su carrera y su rechazo de Dios se diría que es definitivo. No hay vuelta atrás para ellos. Ni por parte suya, ni por parte de Dios. ¿Qué podría significar orar por los condenados? ¿Un deseo de cambiar la voluntad irrevocable de Dios? Orar por los condenados, ¿no sería esto un acto de rebeldía contra Dios, un acto que necesariamente debería desagradar a Dios y, por tanto, un poner en peligro la propia salvación?
¿Y si eso de orar por los condenados fuese una expresión límite que uniese al orante con un Dios cuya misericordia no excluye a nadie? Si Dios tiene esa misericordia hasta el extremo, ¿no debemos tenerla también nosotros? La Iglesia ha canonizado a muchas personas. No ha condenado a ninguna. Y en cada Eucaristía la Iglesia ora por todos sin excepción. La oración es expresión de la esperanza. Orar por todos es esperar que Dios, por los caminos que sólo él sabe, puede llevar a todos y cada uno hacia sí. Una esperanza así manifestaría la oración por los condenados. Por los que, según los criterios humanos podrían estar condenados. Pero los criterios de Dios no siempre coinciden con los de los humanos.
De un santo de prestigio, que vivió con intensidad la misericordia, un hombre que lloraba cada vez que pensaba que alguien podía vivir alejado de Dios, un hombre que oraba por todos sin excepción, de este santo dice uno de los testigos de su canonización que oraba por los condenados en el infierno. ¿Y a pesar de eso le canonizaron? ¿No hubiera sido mejor que lo condenasen por hereje? ¿O al menos por ingenuo, o por perder el tiempo importunando a Dios con cosas imposibles? Claro que, como le dijo el ángel a María, nada hay imposible para Dios. Pues lo canonizaron. Su nombre: Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores.
martes, 4 de agosto de 2015
Desafío permanente: cuidar de sí mismo
Leonardo Boff
Lectoras,
lectores: Basta por el momento de política. Pensemos un poco en nuestra pobre,
infeliz/feliz existencia.
Al asumir la
categoría “cuidado” en nuestra relación con la Madre Tierra y con todos los
seres, el Papa Francisco reforzó no sólo una virtud sino un verdadero paradigma
que representa una alternativa al paradigma de la modernidad, que es el de la
voluntad de poder, que tantos daños ha producido.
Debemos cuidar
de todo, también de nosotros mismos, pues somos el más próximo de nuestros
próximos y, al mismo tiempo, el más complejo y más indescifrable de los seres.
¿Sabemos
quiénes somos? ¿Para qué existimos? ¿Hacia dónde vamos? Reflexionando sobre
estas preguntas ineludibles vale recordar la consideración de Blas Pascal
(+1662) tal vez la más verdadera.
¿Qué es
el ser humano en la naturaleza? Una nada delante del infinito, y un todo
delante de la nada, un eslabón entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la
nada de donde proviene y el infinito hacia donde va (Pensées § 72).
Verdaderamente,
no sabemos quiénes somos. Solamente desconfiamos, como diría Guimarães Rosa. En
la medida en que vamos viviendo y sufriendo, vamos descubriendo lentamente
quiénes somos. En último término somos expresiones de aquella Energía de fondo
(¿imagen de Dios?) que sustenta todo y dirige todo.
Junto con lo
que de realmente somos, existe también aquello que potencialmente podemos ser.
Lo potencial pertenece también a lo real, tal vez, a nuestra mejor parte. A
partir de este trasfondo, cabe elaborar claves de lectura que nos orienten en
la búsqueda de aquello que queremos y podemos ser.
En esta
búsqueda el cuidado de sí mismo desempeña una función decisiva. No se trata,
primeramente, de un mirar narcisista sobre el propio yo, que lleva generalmente
a no conocerse a sí mismo sino a identificarse con una imagen proyectada de sí
mismo y, por eso, falsa y alienante.
Michel Foucauld
con su minuciosa investigación Hermenéutica del sujeto (2004) intentó
rescatar la tradición occidental del cuidado del sujeto, especialmente en los
sabios del siglo II/III como Séneca, Marco Aurelio, Epicteto y otros. El gran motto
era el famoso ghôti seautón, conócete a ti mismo. Ese conocimiento no es
algo abstracto, sino muy concreto: reconócete en aquello que eres, procura
profundizar en ti mismo para descubrir tus potencialidades; intenta realizar
aquello que realmente puedes.
En este
contexto se abordaban las distintas virtudes, tan bien discutidas por Sócrates.
Él advertía evitar el peor de los vicios, que para nosotros se ha vuelto común:
la hybris. Hybris es sobrepasar los límites y buscar ser especial, por
encima de los otros. Tal vez el mayor impasse de la cultura occidental, de la
cultura cristiana, especialmente de la cultura estadounidense con su imaginado Destino
Manifiesto (sentirse el nuevo pueblo elegido por Dios) sea la hybris:
el sentimiento de superioridad y de excepcionalidad, imponiendo a los otros
nuestros valores, sancionados por Dios.
Lo primero que
hay que afirmar es que el ser humano es un sujeto y no una cosa. No es una
sustancia, constituida de una vez por todas, sino un nudo de relaciones siempre
activo que mediante la cadena de relaciones está construyéndose continuamente,
como lo hace el universo. Todos los seres del universo, según la nueva
cosmología, son portadores de cierta subjetividad porque tienen historia, viven
en interacción e interdependencia de todos con todos, aprenden intercambiando y
acumulando informaciones. Este es un principio cosmológico universal. Pero el
ser humano realiza una modalidad propia de este principio que es el hecho de
ser un sujeto consciente y reflejo. Sabe que sabe y sabe que no sabe y, para
ser completos, no sabe que no sabe.
Este nudo de
relaciones se articula a partir de un Centro alrededor del cual organiza las
relaciones con todos los demás. Ese yo profundo nunca está sólo. Su soledad es
para la comunión. Reclama un tú. O mejor, según Martin Buber, es a partir del tú
que el yo despierta y se forma. Del yo y del tú nace el nosotros.
El cuidado de
sí mimo implica, en primerísimo lugar, acogerse a uno mismo, tal como se es,
con sus aptitudes y sus límites. No con amargura, como quien quiere modificar
su situación existencial, sino con jovialidad. Acoger el propio rostro,
cabello, piernas, senos, la apariencia y modo de estar en el mundo, en fin su
cuerpo (véase Corbin y otros, O corpo, 3 vol. 2008). Cuanto más nos
aceptemos menos clínicas de cirugías plásticas existirán. Con las
características físicas que tenemos, debemos elaborar nuestro modo de ser en el
mundo.
Nada más
ridículo que la construcción artificial de una belleza moldeada en disonancia
con la belleza interior. Es el intento vano de hacer un “photoshop” de la
propia imagen.
El cuidado de
sí mismo exige saber combinar las aptitudes con las motivaciones.
No basta tener aptitud para la música si no sentimos motivación para ser
músicos. De la misma forma, no nos ayudan las motivaciones para ser músicos si
no tenemos aptitud para ello. Desperdiciamos energías y recogemos frustraciones.
Quedamos siendo mediocres, lo que no engrandece.
Otro componente
del cuidado para consigo mismo es saber y aprender a convivir con la dimensión
de sombra que acompaña a la dimensión de luz. Amamos y odiamos. Estamos hechos
con esas contradicciones. Antropológicamente se dice que somos al mismo tiempo sapiens
y demens, gente de inteligencia y junto con ello gente de rudeza. Somos
el encuentro de esas oposiciones.
Cuidar de sí
mismo es poder crear una síntesis donde las contradicciones no se anulan, pero
predomina el lado luminoso.
Cuidar de sí mismo es amarse, acogerse,
reconocer nuestra vulnerabilidad, poder llorar, saber perdonarse y desarrollar
la resiliencia, que es la capacidad de saltar por encima y aprender de los
errores y contradicciones. Entonces escribimos recto, a pesar de las líneas
torcidas.
sábado, 1 de agosto de 2015
Leonardo Castellani
En 1964 Leonardo Castellani imaginó a Juan XXIV
Un Papa argentino antes de Francisco
El protagonista de la novela, Pio Ducadelia, anticipa las medidas que está tomando Francisco
Juan Manuel de Prada, 31 de julio de 2015 a las 19:08
El cometido primordial de su pontificado será "la batalla de la pureza interna" de la Iglesia y el combate contra lo que denomina el "elesiasticismo"
/>
El libro de Leonardo Castellani
(Juan Manuel de Prada, en L'Osservatore).- Han sido muchas, casi infinitas (y con frecuencia dictadas por una evidente animosidad anticatólica), las intrigas novelescas ambientadas en el Vaticano que fantasean con Papas que nunca existieron, por lo común envueltos en rocambolescas peripecias o víctimas de turbios contubernios. Pero quisiéramos iniciar esta serie de artículos con Juan XXIII (XXIV), una novela catoliquísima, en muchos aspectos profética, salpimentada de un humor de estirpe cervantina, en la que el santafesinoLeonardo Castellani (1899-1981) se atreve a imaginar... ¡a un argentino en la sede de Pedro, medio siglo antes de que la ocupase Francisco!
Castellani fue un escritor de insuperable expresividad, pensamiento profundo e irresistible desenfado. Tenía sensibilidad de gran poeta que le permitía mirar más adentro y clarividencia de gran profeta que le permitía mirar más allá; y, sobre estas raras dotes, tenía el precioso don divino de contemplar las cosas abarcadoramente, con capacidad para conocer a un tiempo lo natural y lo sobrenatural, con la mirada de águila clavada siempre en el horizonte escatológico, manantial desde el que se nutre la esperanza cristiana.
Cultivó casi todos los géneros literarios -poesía y novela, relato y ensayo, crítica literaria y exégesis bíblica--; y todos los géneros los bautizó con su peculiarísimo estilo, a la vez polemista y apologético, en el que comparece el hombre sufriente que Castellani sin duda fue, pero también el hombre que, en medio de sus padecimientos, se ata en obediencia a Jesucristo, para preservar íntegra su libertad. Castellani, que había sido expulsado de la Compañía de Jesús y suspendido a divinis en 1949, sería plenamente restituido al ministerio sacerdotal en 1966; pero aquel episodio traumático marcaría muy hondamente su biografía, y también su obra, que empuña el látigo de un Bloy o un Belloc, y a la vez la varita mágica de un Chesterton.
De esa magia y ese látigo se nutre la novela que ahora comentamos, Juan XXIII (XXIV),una especie de purga del corazón o sublimación autobiográfica publicadaoriginariamente en 1964. Se trata de una obra muy influida por otra fantasía papal muy célebre, el Adriano VII de Frederick Rolfe (1860-1913), más conocido literariamente como Barón Corvo.
Como ocurría en aquella novela, el protagonista de Castellani, Pío Ducadelia, hijo de italianos, es un trasunto del propio autor: religioso "jeromiano" (pronto descubriremos que esta orden jeromiana es un trasunto de la Compañía de Jesús) a quien se ha prohibido celebrar misa, de repente es rehabilitado y enviado a Roma, como asesor del arzobispo de Buenos Aires. Se ha empezado a celebrar el Concilio Vaticano II, que en mitad de sus sesiones habrá de trasladarse al Palacio de Letrán, por complicaciones políticas que no tardan en desembocar en una cruenta "guerra ruso-europea", en la que los soviéticos lanzan bombas atómicas sobre las principales capitales europeas, antes de perder ante una alianza de países europeos que restaurarán la monarquía en Italia y Francia.
Sobre este trasfondo de incertidumbre y agitación bélica transcurren las deliberaciones de los padres conciliares, en las que Ducadelia participará en calidad de teólogo pontificio, después de haber deslumbrado al Papa Roncalli con sus propuestas de reforma para la Iglesia, que se centran en combatir -citamos textualmente-- "la burocracia impersonal en el manejo de los asuntos eclesiásticos". Para lograr esta desburocratización, Ducadelia propone, por ejemplo, una "descentralización del gobierno eclesiástico, con nombramiento de Patriarcas, a la manera del siglo V", así como la constitución de un "Consejo del Papa" formado por doce peritos, "cada uno en un ramo del gobierno".
También propone Ducadelia una "revisión y ajuste del celibato eclesiástico para hacerlo más riguroso y decente"; y aconseja al Papa, para evitar escándalos financieros, que "ni los obispos ni las órdenes religiosas puedan tener papeles de crédito de ninguna clase", sino que "todos los bienes eclesiásticos se inviertan en bienes raíces, los cuales serán encomendados para su productividad a los Cartujos y a los Trapenses".
Pero el Concilio tendrá que disolverse, ante el avance de los soviéticos, y el Papa tomar el camino del exilio, donde morirá, dejando encomendado que -ante la diáspora del colegio cardenalicio-- su sucesor sea elegido por tres únicos compromisarios. Ducadelia, por su parte, es apresado y conducido a Rusia, donde sufrirá pavorosas torturas; cuando por fin sea evacuado y regrese a Roma descubrirá, para su estupor, que ha sido elegido Papa.
En una muestra de veneración filial a su predecesor, decide adoptar el nombre de Juan y repetir su numeral, alegando lo siguiente: "No hubo Juan XX. Y hubo un Juan XV que murió al mes de ser elegido, y no fue coronado canónicamente. Hubo un Juan XXIII durante el cisma de Aviñón, que no fue Pontífice legítimo. De modo que, numerando con rigor histórico, nuestro Venerable Antecesor fue Juan XXII. Y así todos los Juanes in retro, restando uno a cada numeral... hasta el XV".
De inmediato, el nuevo Juan XXIII (ó XXIV) declarará que el cometido primordial de su pontificado será "la batalla de la pureza interna" de la Iglesia y el combate contra lo que denomina el "elesiasticismo", que en algún momento se describe así: "Son todos esos magnates carcamales que no quieren cambios en la Iglesia porque a ellos les va bien así; y a ellos les va bien porque carecen de tacto y de olfato para ver (de vista también, por supuesto) que se están quedando solos, que el mundo se retira en silencio de la Iglesia... Solos y solazándose con sus honores pueriles y sus comodidades... mujeriles. El eclesiasticismo es la peor herejía que existe hoy en la Iglesia".
Para combatir este "eclesiasticismo" y librar la batalla de la pureza interna Ducadelia reduce en dos tercios la burocracia vaticana, considerando que se trata de "una máquina y por tanto no tiene tacto". "Es menester -añade-- dotar a esa máquina, que ya tiene un cerebro arriba, de un corazón en el centro y de papilas táctiles en los extremos, allí donde ella entra en contacto con el ser humano vivo; porque el sacerdote es, o debe ser, humano...". En su búsqueda de sacerdotes con calidez humana, Ducadelia no tendrá empacho en castigar a los predicadores "fallutos" (hipócritas o falsarios, en español de Argentina) ni en rebajar los estipendios de la curia, lo cual le granjeará muchos descontentos y animadversiones.
También levantará gran tempestad de críticas su decisión de instalarse a vivir muy pobremente en un edificio próximo a Letrán, alegando que "el enorme palacio de Michelángelo y Bramante no es apto ya para el trabajo y el alojamiento, sino para el turismo". Ducadelia considera que "Roma se está volviendo, de museo que fue, un enorme y lujoso cenicero"; y apostilla que no quiere "iglesias de turismo", sino parroquias vivas y activas, por lo que manda edificarlas en los barrios nuevos de la Urbe, con el dinero logrado vendiendo algunas obras de arte.
Afirma que "el verdadero tesoro de la Iglesia son los pobres"; y por ello mismo se esfuerza en vivir en pobreza, con apenas un dólar al día. Asimismo, promueve una purificación de las órdenes religiosas, que debe iniciarse por su rechazo de las comodidades materiales: "Prefiero a mil jeromianos auténticos, conformes a la mente de su fundador, que 40.000 mil falsificados... Cuando aparecieron los primeros jeromianos en el mundo, parecían siete leones; y ahora parecen innumerables ovejas".
Tantas y tan sustanciales reformas no hacen sino aumentar el número de sus enemigos, que buscan constantemente el modo de perderlo, como los fariseos hacían con Jesús, tendiéndole trampas y haciendo las interpretaciones más retorcidas de sus palabras. Así, desde ciertos sectores de derecha se le acusa de "hacer confusión con su política filosemita"; mientras que, desde el otro extremo, la prensa americana lo acusa de "antisemita", por su condena de las grandes corporaciones financieros. Y también los democristianos meapilas empiezan, por su parte, a quejarse de que el Papa "ni siquiera cita la Biblia en sus escritos, sino muy raramente, como tampoco a Santo Tomás y San Agustín: sus encíclicas parecen escritas por un filósofo del siglo XVIII..."; y rematan sus críticas tachándolo de "indevoto".
A la vez que el "eclesiasticismo" lo asedia, la plutocracia internacional planea atentar contra su vida; y no es de extrañar, pues Ducadelia no ha tenido empacho en destapar sus manejos, señalando el mal que corrompe a las democracias parlamentarias, que "con el cuento chino de la soberanía del pueblo" se han convertido en "una tapadera de la plutocracia, un caballo de Troya de la Finanza apátrida, un cobertor de sociedades secretas y una arena espléndida para el despertar hirviente del comunismo".
Para Ducadelia, el conflicto anticrístico final antes de la Parusía será entre ese comunismo al que fatalmente nos conduce una democracia corrompida y la Finanza apátrida, que en otro pasaje se nos describe así: "Es una sociedad nueva (o vieja, no lo sé) que dirige o concierta el movimiento anticristiano secreto en todo el mundo. Posee por doquier filiales y grande pecunia. (...) Su objetivo es destruir el cristianismo y crear un Estado Mundial ateo; con todos los medios posibles, incluso los más infames, sin restricción moral ninguna y en el mayor secreto. Los oí también llamarse oneworlders, o sea, "mundounistas". No son masones ni judíos; se sirven de los masones, de los judíos, de los ateos, de los protestantes, de los católicos tontos, y de cuanto haya. (...) No reparan en medio alguno: el asesinato político, el robo en gran escala, la calumnia, la mentira (...). Parecen tener recursos inmensos, no sólo de dinero, mas también puestos políticos y mandos militares. Los domina un odio ilimitado a la Religión. No sé si practican el culto a Satanás, pero lo dudo; aquí todo es sobrio, escueto, moderno; nada de las antiguas mojigangas y grotesquerías de los francmasones".
La intrépida denuncia de esta conspiración mundialista provocará que la prensa, que en un principio lo había alabado fervientemente, se revuelva contra el Papa: "Resulta curioso -escribe Castellani-- que todo aquello por lo que lo alabaron se convirtió al final en defecto: que así son los ánimos humanos, o bien la madurez senil de esta época. No tanto en el popolino, que siempre siguió venerándolo, cuanto en parte de los magnates eclesiásticos y la Prensa... Al principio todos los periodistas se hacían lengua de sus cosas (que eran siempre "noticia") y se llenaban la boca llamándolo colega y cofrade, pero al fin se gastaron las novedades y cambió el viento periodístico, sobre todo cuando empezaron las medidas duras e impopulares".
Pero, aunque su prestigio ante el mundo decaiga, el Papa Ducadelia no cejará en su propósito quijotesco de purificar la Iglesia, escribiendo incansable encíclicas, viajando (a veces de incógnito) a los parajes más variopintos del atlas y atreviéndose, incluso, a enfrentarse a la secta mundialista en su propio cubículo o madriguera, con riesgo de su propia vida. Y es que Juan XXIII (XXIV), que no en vano se subtitula La resurrección de don Quijote, es una obra transida de los ideales caballerescos de defensa del débil y combate sin cuartel contra la hipocresía y el fariseísmo ambientales; y perfumada por un humor de la mejor estirpe cervantina. En un pasaje especialmente hilarante de la novela, un entrevistador empeñado en malquistarlo con la Compañía de Jesús pregunta a Ducadelia: "¿Pueden los jesuitas viajar en avión?". A lo que Ducadelia responde con gracejo: "Solamente como pilotos".
Sin duda alguna, la novela de Leonardo Castellani debió resultar chocante, incluso estrafalaria, cuando se publicó, allá a mediados de los años sesenta; pero su autor, poeta que sabía mirar más adentro y profeta que sabía mirar más allá de las apariencias, habría podido responder con aquel aforismo de Oscar Wilde: "La naturaleza imita al arte". Aunque a veces tarde medio siglo en hacerlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)