Saludo de monseñor Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco, con motivo del Día del párroco (1 de agosto de 2016)
A los presbíteros de la diócesis de San Francisco
Queridos hermanos:
Les hago llegar un cordial saludo, al acercarse la memoria de San Juan María Vianney, el Cura de Ars.
Es el patrono de todos los sacerdotes del mundo, párrocos o no.
Seguramente, a lo largo de ese día, podrán experimentar la cercanía y el cariño de sus comunidades, familia y amigos. Es muy sólido el vínculo entre las comunidades cristianas y sus curas. Esa solidez proviene de la fe cristiana que es vida que se aprende a compartir.
Nuestro ministerio, tras las huellas de Jesús, nos pone precisamente allí: en lo más vivo de las experiencias humanas fundamentales. La vida de cada uno se va entremezclando con las alegrías, esperanzas, incertidumbres y lágrimas de tantas personas que son esa carta escrita en nuestros corazones por el mismo Jesús resucitado (cf. 2Co 3,2).
Así nos vamos haciendo pastores. La Palabra que anunciamos es semilla que fructifica en el campo, pero también es espada que nos hiere y nos inquieta. Es la fuerza pascual de los sacramentos que transforma la vida, de manera particular la santa Eucaristía, en la que vamos aprendiendo a entregar nuestra propia sangre al tomar en nuestras manos el cáliz del Señor.
Permítanme también expresarles con sencillez de corazón los mismos sentimientos, resumidos en una sola palabra: ¡Gracias! Gracias por su testimonio, su ministerio y, sobre todo, por la persona de cada uno de ustedes.
Los tendré presentes en la Eucaristía que celebraré en la catedral.
Este año, la celebración del Santo Cura de Ars, se une a otros dos acontecimientos “sacerdotales”: los cuarenta años de la muerte violenta del obispo Angelelli y la próxima canonización del beato Brochero.
Dos “curas cordobeses”, cuya entrega de amor hasta el extremo, iluminan el camino de los pastores y de la Iglesia toda en Argentina. Ambos nos muestran lo que significa la fidelidad a Jesús, a su Evangelio y a su pueblo santo, sobre todo, a los más pobres y frágiles.
Estos testimonios nos animen a seguir caminando como Presbiterio.
Les pido que recen por mí, porque lo necesito. Y mucho. Pero, todos juntos oremos y sigamos haciendo rezar por las vocaciones sacerdotales.
Que la Santa Madre de Dios les muestre, especialmente en este día, que nada ni nadie podrá separarnos jamás del amor de su Hijo, Jesucristo, el Señor.
Su hermano y obispo,
Mons. Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco
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