La Teofanía del día cuarenta
José Manuel Bernal
Sin embargo, deseo expresar yo aquí una pequeña reserva. La hago con todo el respeto que me merecen los expertos que elaboraron la reforma. Quiero hacer referencia a la fiesta del día 2 de febrero, la fiesta de la Purificación de la Virgen, o fiesta de la Candelaria¸ como la veníamos llamando hasta que la reforma conciliar le cambió el nombre. Ahora la fiesta del dos de febrero se llama «Presentación del Señor»; y no se considera fiesta de la Virgen, sino fiesta del Señor.
Esta fiesta, de origen oriental, llevaba originariamente el nombre de Hypapante, expresión griega que significa “encuentro”. La fiesta pasó a occidente a finales del siglo VII; pero, no solo pasó la fiesta, sino también el nombre, como atestiguan algunos libros litúrgicos antiguos del siglo VIII, como los sacramentarios gregorianos.. En esta fiesta se celebraría el encuentro del Señor con su pueblo, representado en las figuras emblemáticas del anciano Simeón y la profetisa Ana.
La liturgia del ciclo natalicio nos invita a interpretar este conjunto de acontecimientos, no en la crudeza histórica de los mismos ni en el rigor cronológico de su desarrollo. Todos ellos, junto con la evocación del encuentro del Señor con los ancianos en el templo, representan el gran misterio de la manifestación del Señor, su irrupción visible en la historia de los hombres, la revelación del proyecto salvador de Dios llevado a cabo en Jesús de Nazaret. Ese es el contenido de este gran ciclo de la manifestación, de la gran epifanía de un Dios que ama y libera. Eso es lo que creemos, lo que confesamos, lo que anunciamos y lo que celebramos.
En este conjunto de eventos hay que situar la fiesta de la Hypapante, del «Encuentro del Señor». Porque la fiesta del 2 de febrero, no es simplemente una fiesta de la Virgen, sino una fiesta del Señor. Por eso aquí la queremos llamar la teofanía del día cuarenta. Aunque la referencia al número cuarenta contenga aquí una referencia a la legislación judía, para nosotros, en este caso, lo importante no es precisamente el cumplimiento de la ley, que María llevó a cabo presentándose en el templo para someterse a la purificación legal; para nosotros, desde el sentido original de la liturgia de este día, lo importante es el gesto de Jesús manifestándose a los representantes de su pueblo. Así lo proclama en su canto el mismo Simeón: «Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos; luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
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